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El demonio vestido de azul

Los que pensamos que el periodismo agoniza estamos confundidos: se está reinventando. Su mal aspecto se debe a que, para sobrevivir, se somete a un complejo proceso de lifting, que le proporcionará grandes cambios tanto a nivel estético como estratégico y económico. El viejo modelo de periodismo, ese en el que los periodistas cobran por contar historias, es una antigualla insostenible. El nuevo modelo, basado en aprovechar las tecnologías y las ganas de la gente por comunicar, ofrece un resplandeciente futuro. Y tiene nombre de mujer…

El modelo propuesto por Arianna Huffington, la fundadora de The Huffington Post, es brillante, puesto que se basa en aprovecharse del trabajo de los demás: “comunicar es el nuevo entretenimiento de la gente. Es una fuente de autorrealización”. Es decir, que si a todo el mundo le gusta contar historias, si nos realizamos haciéndolo ¿Por qué pagar a profesionales por esa misma función?

Arianna Huffington llegará muy lejos: el éxito de su proyecto se basa en rapiñar (agregar, dice ella) contenidos ajenos y no pagar a los blogueros que escriben en su periódico. Con ideas tan atractivas no es extraño que se haya convertido en la estrella de la IV edición de los Premios Cinco Días a la Innovación Empresarial. Quizá no sea un prodigio de originalidad, pero sin duda es digna heredera de los negreros del siglo XVII.

Los grandes medios están encantados con la reconversión que propone Huffington, y se desviven por convertirse en sus socios. ¡No pagar a los colaboradores y sisar las informaciones podría salvar el negocio de la prensa! Le Monde ya ha llegado a un acuerdo para crear el primer The Huffington Post en versión no inglesa, y El País se muere por sus huesos.

Tendría gracia que, después de tantos lamentos y tanto lloriqueo, redimir el periodismo fuese mucho más sencillo de lo que parecía. No era cuestión de recuperar viejos valores, renovar los Mass Media, rebajar sueldos y bonus de altos cargos o, ilusos, mejorar los contenidos. No. ¡La solución era no pagar por los contenidos! Si no retribuimos a los que escriben, a los periodistas, conseguiremos que sobreviva una prensa saneada e idílica, formada únicamente por jefes y accionistas. ¡Gracias, Arianna, por salvar esta hermosa profesión!

 

Un motivo para NO ver la televisión

Doctor Arrowsmith.

Autor: Sinclair Lewis.

Editorial: Nórdica Libros.

“Los médicos son como los abogados; la única diferencia es que los abogados simplemente te roban, mientras que los médicos te roban y también te matan”. Chejov.

Premio Pulitzer en 1926, este delicioso libro cuenta la vida de Martin Arrowsmith, un médico que sueña con investigar. Formado en el mundo rural, el doctor Arrowsmith lleva una vida aparentemente normal, debatiéndose entre el dinero, el amor y la ciencia. La intensidad de la narración se basa en esta lucha interior, que lleva al buen doctor a cambios de residencia, de trabajo y de estado de ánimo. “La profesión médica solo puede tener un deseo: destruir a la profesión médica. En cuanto a los legos, pueden estar seguros solo de una cosa: nueve décimas partes de lo que saben sobre salud no es así, y la otra décima no sirve para nada”.

Lewis, escritor norteamericano de largo recorrido y premio Nobel de literatura, ha creado un personaje de peso al que sitúa constantemente en la encrucijada, en ocasiones emocional, casi siempre profesional. “No quiero volver a ver jamás en la vida un laboratorio ni una oficina de sanidad pública. Lo único que me interesa ya es ganar dinero”, confiesa el protagonista tras una de sus habituales decepciones laborales. Son solo palabras. Arrowsmith es un idealista que sueña con un laboratorio en condiciones y tiempo para permanecer encerrado en él. No siempre lo consigue…

El desfile de personajes memorables es constante. Y las reflexiones sobre medicina e investigación, y también sobre periodismo, religión o política, inolvidables. El resultado es un libro maravilloso que John Ford llevó al cine en 1931 y se suma a mis relatos favoritos de galenos, que no son otros que “Historias de médicos”, de William Carlos Williams, y algunos cuentos de Chejov.

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