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malamadre & Co

Durante la agobiante campaña promocional que TVE ha dedicado a la ceremonia de los Goya, su presentador, Andreu Buenafuente, advirtió de la necesidad de ir al servicio antes de que comenzase la retransmisión. Por aquello de la ausencia de publicidad en la televisión pública y el ritmo frenético previsto para la gala. Un consejo a tomar muy en serio, puesto que venía de uno de los accionistas de La Sexta, la cadena del buen cine nacional, el de Chuck Norris, Steven Seagal y Jackie Chan. El presidente de la Academia del Cine y los suyos parecían tenerlo todo calculado con precisión cinematográfica. Por tanto, una vez aliviada la vejiga y vaciado el vientre podía sentarme a disfrutar de la gran fiesta del cine español…

… si no hubiese sido por un pequeño detalle: el Atlético de Madrid y el Barcelona estaban jugando a esa misma hora. ¡Malditos peliculeros! No respetan nada. Menos mal que en TVE Carlos del Amor, ese periodista-protagonista de la información cultural, ya había advertido de que lo bueno estaba al final. Es decir, 160 minutos después del comienzo de una fiesta gremial que, al no ser mitómano, me interesa tanto como el congreso nacional de reumatología.

¿Se puede amar el cine y pasar de los Goya? Yo creo que sí. Disfruté mucho, muchísimo con “Celda 211”, pero no me interesa demasiado saber quién es el mejor director de producción o la mejor interprete femenina de reparto; me ruborizan los elogios, las palmaditas y las vanidades; y el glamour me produce sarpullidos.

“No somos tan importantes”, dijo Alex de la Iglesia, que prometió un discurso épico, en un momento hiperrealista del mismo. Y habló de ombligos, de que la gente del cine tiene posters de ombligos en sus casas. No son los únicos: los periodistas, sin ir más lejos, tenemos también ombligos grandes, muy grandes. Y con pelotillas. Los blogs, no sé si se ha dado cuenta, son ombligos digitales cargados de electricidad estática. Atraen más roña que si fueran analógicos. Volvamos al cine…

La noticia es que fue un gala digna, impecable en muchos aspectos (realización, guión, presentación), imagino que muy interesante para los ombligos, perdón, para los profesionales, de la industria cinematográfica. Pero también creo que fue una gala larga, interminable, para quien disfruta viendo cine pero no sabe los nombres de los actores, ignora las tripas del mercado y está cansado del ombliguismo rampante. ¿La sorpresa final? Almodovar. Tras mucho suplicar, Dios bajo a la tierra, se reconcilió con la Academia y asistió a los Goya para que el público se levantara de sus asientos y Alex de la Iglesia chupara algunos planos más.

En cualquier caso, parece que el cine español recupera la salud y se sobrepone a los malos tiempos. Buenas noticias. La culpa no era de la gente del cine, ni muchísimo menos. La crisis del cine era consecuencia de la debacle económica, y por tanto se debía, como muy bien ha comentado Rouco Varela (cardenal arzobispo con nombre de actor porno, por cierto), a “causas espirituales” y “ético morales”. Ya sé que lo normal sería no dar ninguna importancia a las palabras de un cardenal arzobispo, o por lo menos no más que a las de los líderes de otras sectas religiosas, pero la verdad es que tienen gracia. Me las imagino dentro de un guión de Azcona, o en una película de Berlanga. Humor surrealista. O en una entrevista a Bigas Luna. Él fue quién dijo que “hacer cine es jugar a ser Dios”. Es decir, a ser Almodovar.

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P.D. 1

Curry Valenzuela tiene problemas con el ordenador durante su programa. ¿Y cómo cree que lo soluciona? ¿Esperando al final y avisando a los informáticos, como haría todo el mundo? De ninguna manera. Tirando el portátil al suelo. Grandes males, grandes remedios. Supongo que influye en tan violenta decisión que el ordenador no es suyo, que es de todos los madrileños (Telemadrid es, aunque no se lo crean, una  televisión pública). Y todo en riguroso directo.

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P.D.2

Lo mejor del fin de semana, con mucha diferencia y sin ninguna promoción por parte de TVE, fue la emisión de “Nómadas del viento”. Una maravilla. Una película documental sobre las aves migratorias absolutamente recomendable. Al ser televisión pública en estado puro, es posible que hayan querido que pasase desapercibida…

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Un motivo para NO ver la televisión

Los amantes.

John Connolly.

Tusquets.

Charlie Parker ha perdido su licencia y trabaja en un bar de Portland. Podría ser el comienzo de una vida tranquila, pero el pasado siempre regresa para atormentarle, para meterle en líos, para rodearle de muertos. En este caso se trata de la memoria de su padre, un policía que en un momento de locura mató con su arma reglamentaria, y aparentemente sin motivo alguno, a una pareja de adolescentes. Horas después se suicidó pegándose un tiro en la boca en el garaje de su casa. Su hijo comienza a hacerse preguntas, a entrevistar a los camaradas de Will Parker, a mirar por el retrovisor.

Como de costumbre, la última novela de John Connolly juega con lo indescifrable. Seres que vienen del más allá, muertos que regresan a la vida, un maligno todopoderoso y quién sabe si eterno… “Los amantes” arranca con solvencia, y discurre de manera frenética gracias a la incorporación a la trama de un periodista que pretende convertirse en biógrafo de Parker. Otra gran historia policiaco-gótica del maestro Connolly. Las dudas surgen con el final, un tanto decepcionante no por no cerrarse (volverán los ángeles negros) sino por no estar a la altura emocional del resto de la trama.

España ha dejado de ser católica

Los curas españoles tienen 63 años de media. En alguna zona incluso superan los 72. Edades muy buenas para hablar de la realidad suprema del espíritu santo, salir en procesión e incluso para presidir TVE, pero algo pasadas para contactar con los jóvenes. No hay feeling, me temo, entre sacerdotes y chavalería. Lo de los monaguillos es otra cosa… Las diferencias van más allá de lo generacional o lo ideológico, puesto que las primeras y profundas brechas se abren a partir de lo estilístico: entre el look de Rouco Varela y el de Hannah Montana, incomprensiblemente los chicos se quedan con el de Hannah Montana. Rouco, despechado, piensa que el verdadero problema es que en España se está discriminando la enseñanza de la religión.

 

 

Mi hija no asiste a clase de religión. Cuando llega el momento abandona el aula y, como buena no bautizada, se sumerge en un limbo escolar. Que no es otra cosa que la habitación contigua, donde pasa la hora leyendo o mirando a las musarañas. En ese tiempo no puede estudiar o recibir lecciones de ninguna materia alternativa, aseguran, puesto que tendría ventaja con respecto al resto de compañeros. Es decir, que o religión, o nada.

¿Quién resulta marginada, la enseñanza de la religión o los alumnos laicos? Si Rouco y la conferencia episcopal no saben responder a esta sencilla pregunta, ni les planteamos las siguientes: ¿Se ha negado a algún padre la enseñanza religiosa de su hijo? ¿Pretenden que la enseñanza católica vuelva a ser obligatoria? Me temo que a estas alturas resulta difícil dar marcha atrás. Tanto, como comprender la permanente insatisfacción de una Iglesia, la católica, que se apolilla y envejece sin remedio.

En 1931 Manuel Azaña, que era un sabio, advirtió que el tiempo de la Iglesia en nuestro país estaba agotado. En su magistral discurso del 13 de octubre en las Cortes dijo: “España ha dejado de ser católica: el problema político consiguiente es organizar el Estado en forma tal que quede adecuado a esta fase nueva e histórica del pueblo español…Que haya en España millones de creyentes, yo no lo discuto; pero lo que da el ser religioso de un país, de un pueblo y de una sociedad no es la suma numérica de creencias o creyentes, sino el esfuerzo creador de su mente, el rumbo que sigue su cultura”.