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Huellas de chapapote en TVE

Al Partido Popular se le está hundiendo la piragua. Como le sucedió con el Prestige, para que usted me entienda. Y es que lo que creían era un transatlántico de lujo, con sus yacuzzis y sus barras libres de caipiriña, ha resultado ser una canoa de plástico, con agujeros en la línea de flotación e hilillos de plastilina saliendo del casco como no podía ser de otra manera: a cascoporro. Están de chapapote hasta el cuello.

Antena 3 es, siete años después, la televisión más vista en España. Le sigue de cerca Telecinco. La 1(TVE) pierde, además de credibilidad, fuelle. Es decir, audiencia. Y eso que se consolida como la cadena favorita entre los mayores de 64 años. Justo al revés que “Salvados” (La Sexta), el programa de Jordi Évole, que en su regreso a las pantallas registró un 23,8% de media entre los espectadores de 25 a 34 años y un 25,9% entre los de 35 y 44 años.

La incorporación de Marcos López al Telediario 2 (TVE) tampoco ha funcionado, y el informativo estrella sigue perdiendo espectadores con relación a enero de 2012, cuando estaba conducido por Pepa Bueno. ¡Pobre Julio Somoano, director de informativos de TVE a las órdenes de Rajoy! ¿Qué más le puede pasar a este buen hombre y mejor periodista? Pues que le acusen de censor…

La cúpula de TVE frenó “in extremis” la emisión de un documental sobre el hundimiento del Prestige. “Huellas de chapapote” se cayó repentinamente de la parrilla de “Documentos TV” el pasado día 27, y fue sustituido por una repetición de “El misterio de los centenarios”, un interesante reportaje sobre aquellos seres humanos con más de cien años de vida. ¿Tendrá algo que ver este repentino cambio de programación con el hecho de que Mariano Rajoy, actual presidente del Gobierno, era portavoz, vicepresidente primero del Gobierno y ministro de la Presidencia cuando se hundió el petrolero monocasco liberiano que operaba bajo bandera de Bahamas? No creo, porque entonces estaríamos ante un caso terrible de censura.

Pero no todo van a ser malas noticias para la televisión pública del PP. Por un lado regresa “Estudio Estadio”, ese legendario programa de fútbol que acaba de ser reinventado, en un alarde de imaginación y criterio, por la cúpula de TVE para competir con espacios de la calaña de “Futboleros” y “Punto Pelota”. ¿Quién dijo que no había talento en esta nueva tanda de ejecutivos al frente de la tele pública?

Por otro lado, y esto es lo más importante, Mariló Montero recupera su legendario editorial. Sí, su mítico editorial. Esa sesuda reflexión con la que cerraba su programa matinal, para delirio de humoristas de serie B, consumidores de ginebra de fabricación casera y adictos a la cola de carpintero. Sí, esos inolvidables editoriales en los que, por ejemplo, decía que no estaba demostrado que el alma no se transmitiese en un trasplante de riñón.

Todos los telespectadores esperábamos que Mariló arrancase esta nueva etapa opinativa con un análisis de candente actualidad, es decir, sobre Mariano, Mato, Bárcenas y compañía. Sobre la podredumbre, vamos. Pues no. La buena de Mariló, según palabras propias “la que más trabaja y la que menos cobra” en TVE, reflexionó sobre la lucha por vivir de los enfermos de cáncer.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Los ignorantes.

Autor: Étienne Davodeau.

Editorial: Ediciones La Cúpula.

Los aficionados al vino y al cómic estamos de enhorabuena, puesto que estos dos pequeños vicios se reúnen en esta historieta gráfica, un tomo de gran formato, bella edición y 270 páginas de excelente papel. El subtítulo del libro, “relato de una iniciación cruzada”, ya insinúa el contenido: la historia de dos amigos, un viticultor y un dibujante, que durante una larga temporada intercambian inquietudes y conocimientos. ¿Vinos y cómics? Solo podían ser franceses…

Étienne Davodeau es el dibujante. Richard Leroy, el viticultor. El primero no sabe nada de vino, y el segundo lo desconoce todo sobre el mundo del cómic. Juntos se lían a podar parras, analizar suelos, estudiar los secretos de la biodinámica, visitar bodegas y, sobre todo, abrir botellas. Étienne recomienda a Richard los cómics que considera imprescindibles, y juntos visitan a editores, impresores y dibujantes, e incluso asisten al famoso festival de la historieta de Quai-Des-Bulles.

Étienne y Richard comparten sus respectivos procesos de iniciación con curiosidad y placer. Los lápices y las tijeras de podar se cruzan. Son vidas paralelas, en el fondo, basadas en la constancia, el talento y el amor por unos trabajos que proporcionan enorme placer a la humanidad. Un libro maravilloso de Davodeau, que debería incluir una botella del vino de Leroy.