Mientras el PP se niega en redondo a que el Gobierno negocie con ETA, Aznar almuerza en la jaima de Gadafi. Horas después, el dictador libio se reúne con el Rey y con Zapatero, y más tarde es agasajado por los empresarios españoles. Curioso país éste en el que políticos y hombres de negocios eligen quiénes son buenos y malos terroristas. Extraño lugar en el que la hipocresía no sólo gobierna, sino que también reina, está en la oposición y mueve los hilos de la economía. Gadafi, no lo olviden, llegó a indemnizar a las familias de las víctimas del atentado de 1988 contra un avión de la Pam Am en Lockerbie (Escocia).
En un país en el que la hipocresía es ley, Gustavo de Arístegui (portavoz del PP en la Conmisión de Asuntos Exteriores) podría ser excelente embajador, ejemplo de esa miserable actitud: “No se puede comparar a Gadafi con Sadam Hussein. Uno es responsable de miles de muertos, el otro de cientos de miles”. Son declaraciones realizadas por un político popular que, si realmente dice lo que piensa, no dudaría en dejar a sus hijos con Txapote de canguro: “sólo” ha sido condenado por tres asesinatos.
Arístegui pide para los dictadores “diálogo crítico y exigente”. Lo hace en “Los desayunos de TVE” (9.00, TVE1), un programa absolutamente imprescindible para afrontar la jornada bien informado. Viendo este espacio, y zapeando a “La mirada crítica” (9.00 Telecinco), el telespectador arranca el día con televisión de calidad. Una fantasía. Tan grande, cínica y piojosa como las de aquellos que ahora ven en Gadafi a un hombre de bien. El buen terrorista.