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Shaolín TV Tour

No hay día que Juan Carlos Aguilar, falso monje Shaolín y asesino confeso, no tenga sus buenos minutos de protagonismo televisivo: tanto los informativos como los talk shows han encontrado un filón en un personaje que reúne todos los ingredientes para protagonizar la crónica negra y  fascinar a la audiencia. Violento, farsante, estrambótico… Solo hace falte que se confirme su condición de asesino en serie para cerrar el criminal círculo, y convertirle en el personaje del momento.

Pero hoy no quiero hablarle del chollo que supondría un serial killer para unas televisiones, la nuestras, basadas en la tragedia, la sangre, el escándalo y la miseria. Hoy me gustaría recordarle que Juan Carlos Aguilar, el shaolín de pega, ya era un habitual de la televisión antes incluso de haberse convertido en una estrella del crimen. Aguilar apareció, siendo entrevistado o como protagonista de un reportaje, en “Crónicas marcianas” y “Esta noche cruzamos el Mississippi” de Telecinco, en “El arca secreta” de Antena 3, en “Al otro lado” de Telemadrid, en programas de ETB, en Sat5 de la televisión alemana… y, no se lo pierda, en “Redes” de La 2 (TVE).

Efectivamente. Eduard Punset, el del pan Bimbo, el de las células madre, el del hablar pausado y la ciencia convertida en entretenimiento televisivo, dio cancha en 2000 al fantoche de las espaditas, los taparrabos y los bigotitos de chino mandarín. Ese es el tema del post de hoy: ¿Cómo es posible que semejante personaje pase los filtros de un programa que presume de dedicarse a la divulgación científica?

En la web de Redes se puede leer la filosofía del programa: “Nos dimos cuenta de que debíamos profundizar en el conocimiento científico si queríamos que los propios científicos se dieran cuenta de que sus investigaciones también importaban en la vida cotidiana de la gente, y que la gente descubriera hasta qué punto la utilización del método científico en lugar del dogmatismo iba a transformar sus vidas”.

En el espacio en que aparece Juan Carlos Aguilar, Punset introduce el tema: “Empezamos a escarbar (en las artes marciales) y descubrimos un mundo fascinante”. Poco escarbaron, o escarbaron en el lugar equivocado. El fraudulento monje shaolín apestaba a full, que diría un castizo: ni maestro shaolín, ni campeón de España de kung-fu, ni gran guerrero, ni monje místico, ni hostias. Pero hay que reconocer que da el pego dentro de la moda de misticismo oriental, ese de pachuli, karatecas y demás memeces. Punset presentó al actual asesino reconociendo que “los telespectadores nos dieron los nombres de los invitados, los que consideraron más relevantes…Tú eres el único europeo en el templo de Shaolín…”.

Patético. Y preocupante. ¿Seguirán los mismos controles de seguridad, los mismos protocolos periodísticos, el resto de reportajes emitidos por “Redes”? Esperemos que no. Quedaría rebajado a la categoría de pseudociencia, compartiendo lugar en la parrilla con “Cuarto milenio” y bazofias similares.

 

Un motivo para NO ver la televisión

La estratagema.

Autor: Léa Cohen.

Editorial: Libros del Asteroide.

Decir que “La estratagema” es un thriller histórico podría dar origen a confusiones, pero no sería desacertado. Porque “La estratagema” tiene lugar en Bulgaria tras la caída de Telón de Acero, con constantes idas y venidas a lo largo de la geografía y de los años. Y dedica muchas páginas a explicar la vida cotidiana de diferentes clases sociales, familias poderosas y humildes, y las victorias y derrotas de hombres y mujeres asaltados por las incongruencias de un régimen inflexible.

Historia, sí, pero también magistrales descripciones de unos personajes que van y vienen en el tiempo. Vidas cruzadas, las de tres amigas (Eva, Lisa, Lora) que, sin saberlo, guardan los secretos de un tesoro. Chicas que entran y salen en los planes de un hombre con mil nombres y un apodo: el guapo. Todo dentro de una trama estatal de espionaje, “La Red de Oro”, que persigue de manera incansable el dinero de la familia Calderón, una de las más poderosas de Bulgaria.

No es fácil explicar la trama de esta novela viva, que serpentea entre personajes, familias y enredos con envidiable agilidad. Y aún más difícil es no leer de una sentada este thriller ágil, fresco y tremendamente original. Todo el mérito es de Léa Cohen, pianista y directora de orquesta capaz de escribir esta sinfonía densa, compleja, maravillosa.

Pincha para empezar a leer “La estratagema”.