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¿Gavilanes o palomos?

La semana pasada TVE estrenó “Gran reserva”, una adaptación ibérica de “Falcon Crest”. Anoche fue Antena 3 quien, continuando con la imitación de culebrones inspirados en aves de presa, presentó “Gavilanes”, su versión castiza del legendario folletín colombiano “Pasión de gavilanes”. La fórmula utilizada para sacar adelante ambas producciones es exactamente la misma: inspirarse en un éxito ajeno, añadirle absolutamente nada de talento… y rodarlo todo en alta definición. Parece poca cosa, ¿verdad?

(Los gavilanes y los palomos)

Sobre todo porque en este caso nuestros gavilanes parecen palomos. Los protagonistas colombianos, sementales abrasados por la pasión, la ambición y la venganza, se comen con patatas a nuestros hermanos Reyes, auténticos mirlos blancos televisivos. Los culebrones tienen que oler a sudor, codicia, pólvora y semen. Si no, chungo. Y “Gavilanes” apesta a enredos generacionales, conflictos laborales y amores imposibles. Para justificar la blandenguería de nuestros representantes, la cadena dice que el producto español es una serie de ficción para prime time, no un novelón de emisión diaria. No me lo creo.

Como no me creo a los protagonistas de la versión española diciendo, con espuma en la boca, la frase bandera de los colombianos: “Porque hasta el más macho de los machos se enamora”. Un ejemplo: uno de los tres hermanos protagonistas da un puñetazo al novio de su hermana, un hombre casado de 55 años. Cuando está en el suelo, le tiende la mano y le dice: “Lo siento, perdóname”. En su lugar, el colombiano le hubiera rematado con una patada en los riñones mientras le escupía: “y la próxima vez que te acerques a mi hermana, bastardo piojoso, te cortaré los huevos y se los echaré a los cerdos”.

No es un problema de la cadena o de la productora. Es un problema de la sociedad española, muy exigente con el tema de los culebrones. Cuando se trata de ambiciones desenfrenadas, odios viscerales y puñaladas traperas tenemos tanta experiencia, hemos visto situaciones tan espeluznantes, hemos conocido a personajes tan repugnantes, que es muy dificil que algo nos parezca original, excitante, sucio. Estamos viviendo el caso Gürtel, pero seguro que recuerdan la trama de espionaje de Esperanza Aguirre, sus relaciones con Gallardón, Tamayo y los transfugas, los GAL, los trajes de Matas, Miguel Sebastián y la foto de Montserrat Corulla, las gafas de Fabra, la fuga de Roldán…

Si la televisión quiere sorprendernos con sórdidas historias de mentiras, ambiciones e infidelidades, me temo que tendrá que currárselo mucho más que con las hazañas de tres cándido palomos.

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Un motivo para NO ver la televisión

Will Hoge.

Cd: The Wreckage.

Este cantautor de Nashville, Tennessee, ya había grabado algunos discos excelentes, sobre todo un “Draw The Curtains” que, ya en 2007, mostraba el brutal potencial de Hoge como compositor. Ese disco, producido por Ken Coomer y Charlie Brocco, tenía un sonido especialmente rico y brillante, alejado del clásico de Nashville. Hoge demostraba que era un músico con una enorme proyección.

“The Wreckage” es la confirmación de aquellas sensaciones. Los mismos productores, un sonido musculoso, para una colección de canciones de altísimo nivel. Partiendo de las raíces, Hoge es capaz de jugar con el rock o el soul con gran libertad, soltura y coherencia. No tiene límites: cada uno de sus discos es mejor que el anterior.

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