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No mentirás

Podría decirle que no hemos tenido Descodificador durante estas navidades por culpa de la falta de previsión del Gobierno con la nevada, pero le estaría mintiendo. ¿Le importa mucho que le mienta? No estoy muy seguro, la verdad. Nos mienten constantemente y les seguimos creyendo. O al menos votando. Así que imagino que aunque yo le mienta como un bellaco usted seguiría leyéndome, ¿no es así? No quisiera ser menos que María Dolores de Cospedal..

Una de las cosas que más me ha sorprendido estos días ha sido una frase de la Ministra de Defensa: “La injerencia y la desinformación son un nuevo campo de batalla”. ¿Un nuevo campo de batalla? Habló doña Finiquito, la política que ha dicho cosas tan surrealistas como “una indemnización en diferido en forma simulación de lo que hubiese sido en diferido”. Podríamos decir que la injerencia y la desinformación son un campo de batalla desde que la política es política, pero no tenemos necesidad de retroceder tanto en el tiempo. La injerencia y la desinformación son la base de un partido que quiere controlar las redes sociales, que financia medios de comunicación afines que de otra manera estarían muertos, que destruye pruebas judiciales, que ha hecho de la corrupción (la mentira sistemática) su forma de vida.

Estas navidades no hemos tenido Descodificador por la nevada, y la negligencia del Gobierno a la hora de tomar medidas. Bueno, y también porque he pasado unos días tomando caipiriñas en unas islas tropicales. Todo vale, ¿verdad?

Felipe VI preside hoy la Pascua Militar con la presencia del Rey Juan Carlos

Un motivo para NO ver la televisión

Morir en California.

Autor: Newton Thornburg.

Editorial: Sajalín.

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Los que ya conocíamos al escritor norteamericano Newton Thornburg gracias a “Cutter y Bone”, grandiosa novela comentada en su día en este blog, esperábamos nuevas traducciones de sus clásicos. La llegada de “Morir en California” no decepciona en absoluto: sigue mostrando a un escritor en estado de gracia capaz de mantenerte atrapado durante 380 páginas con una historia magníficamente construida, perfecta en su desarrollo y tremenda en un final que por supuesto no desvelaré. Es decir, que si te gustó “Cutter y Bone” adorarás este “Morir en California”. Un master en novela policíaca.

“Ahora, viendo al viejo conducir el taxi a través de esa noche de diciembre, Hook pensó que en estos tiempos de cataclismos, las cosas en el fondo no habían cambiado tanto, ni siquiera en veinticinco años. Los chicanos, como los negros, seguían sirviendo al hombre blanco, solo que ahora los blancos habían aprendido a sentirse culpables en esa relación de servidumbre”.

Un granjero de Illinois pierde a su hijo de dieciocho años poco después de la muerte de su mujer. Lejos del hogar, en California, el chico se suicidó. O eso dicen. Hook, un hombre apegado a la tierra con profundas convicciones morales, no lo cree y comienza a investigar en un ambiente que no es el suyo. Como en las grandes novelas negras, en “Morir en California” hay mucho más que la historia de una venganza, de un padre que trata de recuperar la memoria de su hijo, de una persecución implacable en busca de la verdad. En estas páginas encontraremos la maldad y la bondad, dos de los motores que mueven a los seres humanos. Y por supuesto todo aquello que nos hace parecer diferentes siendo si no iguales, al menos parecidos: el rencor, la violencia, la fe, la memoria, el odio, la esperanza…

“Y después se había instalado la rabia, un toro negro de rabia que no había dejado de embestirlo en toda la tarde: rabia porque habían estado a punto de matarlo por una broma, rabia porque no podía hacer casi nada al respecto, y, por último, rabia porque no era capaz de entender lo que había ocurrido, porque no tenía ni la más remota idea de cuál era la psicología de todo aquello, por qué habían hecho lo que habían hecho”.

“Morir en California” tiene todos los elementos de las mejores novelas policíacas. Elementos que han sido manejados con enorme solvencia por un escritor que, cuando habla del interior de las personas, de aquello que les hace reaccionar, sabe de qué habla. Y sabe cómo contarlo. Un libro que demuestra la grandeza de un género absolutamente inagotable.

Cambio de paradigma

“La crisis de la prensa no es una crisis, es un cambio de paradigma”, dijo una vez Juan Luis Cebrián en lo que pretendía ser una frase para la historia del análisis periodístico. Resultó ser un eslogan para los anales de la necedad empresarial, una estupidez como un piano con la que grabar la lápida que sella su irreversible decadencia profesional. Cebrián está acabado, y en su caída arrastra no ya a un diario legendario, sino a toda una empresa. No es el único gran medio hundido para siempre…

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Eldiario.es comenzó a publicar ayer, junto a La Marea y Diagonal, los llamados “Papeles de la Castellana”. Una investigación propia que revela “la punta del iceberg de la amnistía fiscal en España, décadas de evasión fiscal y las fórmulas de las grandes fortunas para escapar de Hacienda”. Primera exclusiva: Dos infantes y dos primos del rey usaron la amnistía fiscal para aflorar 4 millones de euros ocultos en Suiza. Y mañana más.

Una filtración que desvelará la procedencia y el destino de más de 200 millones de euros en dinero opaco. Un trabajo que hace veinte años hubiésemos leído en El País o El Mundo, diarios en los que hoy podemos informarnos sobre el abastecimiento de papel higiénico en Venezuela o los peligros del perroflautismo leninista 3.0. Un trabajo que hoy leemos en Eldiario.es, La Marea y Diagonal.

El cambio de paradigma al que se refería Cebrián.

Un motivo para NO ver la televisión

Cutter y Bone

Autor: Newton Thornburg.

Editorial: Sajalin.

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Esta es la historia de dos hombres que, con sus vidas en plena cuesta abajo, intentan agarrarse a un asidero. A cualquier asidero. Dos tipos diferentes unidos por la derrota. Dos perdedores de manual con distintos orígenes, la guerra de Vietnam y la familia media norteamericana, que sobreviven bajo el mismo techo, comparten cucarachas y se consumen en un desesperado ejecicio de supervivencia cotidiana. Alex Cutter y Richard Bone son dos amigos a la greña, con el alcohol y los reproches como nexo de unión. El primero es un superviente de la guerra, lisiado por una bomba, desquiciado por su suerte, a punto de perder a su mujer y a su hijo. El segundo es un gigoló californiano que tuvo una vida y una familia normales, y que ahora deambula de cama en cama, de mujer en mujer, para terminar en el colchón de la casa de su colega Cutter.

“Era la vida, nada más, siempre la vida, la incapacidad de la gente para hacer lo que quería, para conseguir lo que quería. Siempre entraba alguna otra cosa en escena, alguna necesidad, condición o compromiso, algún factor que lo complicaba todo y que robaba democráticamente a los ricos y a los pobres por igual, que les robaba la plenitud”.

Thornburg escribe de maravilla, con auténtico talento, sobre las almas en pena, los tullidos y los supervivientes. Podríamos decir que es un Scott Fitzgerald de las alcantarillas, que ha sutituido el champán por el vino peleón, el jazz por el blues, los personajes talentosos por los resentidos y las crónicas de la clase media-baja por los perfiles de la clase baja-baja. En “Cutter y Bone” no encontraremos hermosos, solo malditos.

“No soporto la idea de ver caras y escuchar voces. No soporto comunicarme. Prefiero besar a Mo en el clítoris que en la boca. Prefiero hacer botar una pelota que a ese puñetero niño en las rodillas. Ya no quiero leer. No quiero ver películas, no quiero estar aquí sentado viendo el puto mar. Porque todo me da ganas de vomitar, Rich. Me da temblores. Supongo que la palabra es desesperación. Y se ha convertido como en mi corazón. Me refiero a que bombea día y noche, sin parar. No me lo quito de encima. Me encuentro mal todo el tiempo. Por eso pienso en la muerte. Pienso que más me valdría estar muerto”.

Cutter y Bone nos cuentan primero cómo son sus miserables existencias. Y después, cómo intentan salir del agujero chantajeando a un millonario que, en sus calenturientas mentes, podría haber cometido un asesinado. Como en todas las grandes historias, lo importante son los detalles, las descripciones de los paisajes y los personajes, los diálogos afilados como un cuchillo Bowie, los giros de una trama sencilla pero perfecta. Un libro que habla de la Norteamérica entumecida de la segunda mitad de los setenta, y de todos los hombres que de una manera u otra salieron heridos de Vietnam. Secillamente grandioso.