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La rampa del Vanity

Martínez Pujalte, diputado del Partido Popular, le quita importancia en RNE a la forma en que la infanta Cristina entre en los juzgados de Palma de Mallorca. Y en un alarde de frivolidad e irresponsabilidad dice que se trata de “la rampa del Vanity Fair”. Y eso sí que no. Porque una cosa es que ya no quede un balcón para alquilar en la calle Parelladas, y otra muy distinta poner a esa cuesta de la vergüenza el nombre de la revista que cobija este blog. Hasta ahí podíamos llegar…

Las opiniones de Martínez Pujalte, poco más que la mascota del Partido Popular, coinciden con la de otros miembros de mayor peso y enjundia. Ahí tienen a todo un ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, diciendo que “no se deben producir penas paralelas”, y por tanto está “seguro de que la Sala de Gobierno de la Audiencia de Palma tomará medidas para evitar que se de una situación de carácter previo que pueda considerarse perjudicial para la persona que acude a declarar”. Aún más lejos ha llegado el mismísimo presidente, un Mariano Rajoy que, pese a no ser partidario de adelantar acontecimientos, adelantó un gran acontecimiento: “Estoy convencido de la inocencia de la Infanta, le irá bien”.

En Telecinco han aparcado el tema del paseíllo por un asunto de caza mayor: aseguran que el príncipe Felipe y Letizia hacen vidas separadas y acuden juntos a los actos oficiales. En Antena 3 se apuntan al carro: “¿Son ciertos los rumores de crisis de los Príncipes?”. A perro flaco todo son pulgas. Primero fueron Elena y Marichalar, después Cristina y el duque empalmado, y ahora Leti y Felipe. Sin olvidar el affaire Corinna… ¿Qué ha hecho esta Corona para padecer semejante maldición?

Yo creo que la culpa de todo lo que le está pasando a la familia real española la tienen ellos mismos, que se empeñan en mezclarse con los ciudadanos de a pie. Un perro de raza, con pedigrí, no puede cruzarse con un mil leches. Bueno, poder sí puede, pero no debe. Si usted ha visto la película Shrek recordará que todo se complica cuando el repugnante ogro plebeyo rescata a la princesa, se lía con ella y pone en ridículo al lord enano que tenía previsto casarse con Fiona. Con esto quiero decirle que la monarquía tiene su orden, sus reglas de juego, y si no se respetan pues pasa lo que pasa.

La monarquía, en su sitio: los cuentos. Y si, cansados de su monotonía azul, pretenden abandonar su mundo y disfrutar de los placeres plebeyos, que corran con las consecuencias.

En cualquier caso, yo ya tengo sentenciada a la infanta Cristina. Sí, antes de que declare. Sin necesidad de juicio. Me basta con releer el texto del juez Castro en el que cuenta que la hija del Rey, que intervenía personalmente en la contratación del personal doméstico, no solo sabía que los aspirantes eran inmigrantes irregulares sino que les advertía que sus salarios se pagarían en negro.

P.D.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Los años de la infamia: crónica de la II Guerra Mundial.

Autor: Manu Leguineche.

Editorial: Círculo de Lectores.

No tuve la suerte de conocer a Manu Leguineche. Pero sí he leído algunos de sus libros de viajes, grandes reportajes que invitan a salir de casa, a conocer otras culturas, a comprender lo que sucede en el mundo. Algunos amigos comunes me han hablado maravillas de este periodista tranquilo, un hombre bueno que pensaba en los demás, que jamás pisoteó a nadie y que nunca se sintió por encima del resto. Vivió y contó la revolución de Argelia, en 1961, las guerras entre India y Pakistán, y los conflictos de Vietnam, Líbano, Afganistán, Bangla Desh, Nicaragua…Y jamás presumió de ello, nunca se mostró altivo o arrogante. “Viajo para pasear un sueño, escapar de rutinas y agobios. A veces, se sabe mejor de lo que se huye que lo que se busca. Cada uno tiene sus razones. Lo esencial es no perder el sentido del humor. Y del amor, si es que lo tienes”.

Creo que el primer libro que leí de Leguineche, hace ya muchos años, fue “Los años de la infamia: crónica de la II Guerra Mundial”, en una edición del Círculo de Lectores. Un curso de historia y de periodismo. Luego vendrían otros muchos, todos interesantes, escritos por un reportero con categoría de escritor. Una pérdida enorme para el periodismo y la literatura españolas.