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Mar de plastico

“Entre la nula calidad del guión, la mala fe y el sensacionalismo calumniador, la serie (Mar de Plástico) no es que sea mala, es peor”. La dura reseña sobre la nueva serie de Antena 3, que ha supuesto un éxito de audiencia con un gran 23,6% de share, no es de un crítico de televisión despiadado. Es de Francisco Góngora, alcalde de El Ejido. Evidentemente Góngora se ha sentido aludido por el ambiente de la ficción televisiva, entre polvoriento y opresivo, entre racista y violento, y no ha dudado en hacer su propia reseña del programa: “demuestra un profundo desconocimiento de Almería y su gente”.

“Mar de plástico” en una ficción, un thriller en el que todo surge de la imaginación de los guionistas: la trama, los personajes y, por supuesto, Campoamargo, la localidad ficticia donde tienen lugar los hechos. También es cierto que nada más ver los primeros planos el telespectador se sitúa en Almería, con sus invernaderos, sus caminos de tierra, sus secarrales, sus jornaleros… El alcalde de El Ejido tiene un problema, y no es precisamente una serie de televisión: su pueblo se ha convertido en un mar de plástico, con todo lo que eso supone.

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¿La serie? Un producto digno en el que chirrían los actores, algunos francamente nefastos: Jesús Castro parece que en cualquier momento se subirá a una moto de agua y se marchará a ver a la novia a Marruecos. ¡Cuando aparece en pantalla parece que estamos viendo “El niño II”! Los mismos gestos, la misma mirada, la misma interpretación… El resto se deja ver, puesto que se trata de un hábil mix de productos de calidad: el guión abierto de carácter interminable, con personajes que esconden secretos, lo hemos visto en mil series muelle, que igual pueden resolverse en una temporada que en cinco. Los protagonistas atormentados y eternamente insatisfechos, versión cañí de los de “True Detective”. Y la atmósfera creada, misteriosa y polvorienta, agobiante y sudorosa, planos que parecen no decir nada, sombras y reflejos, luces cálidas y nubes. “La isla mínima” está presente en muchos planos.

Nada realmente nuevo, salvo quizá el intento por crear una ambientación propia y por abordar el problema de la inmigración. Un intento este último que pierde algo de credibilidad, y bastante fuerza, cuando se construye sobre tópicos: ese macarra que pide a la policía que le den un plátano al africano de la celda de al lado. En cualquier caso, un trabajo digno, serio y creíble, que supera con creces el nivel medio de la ficción española.

P.D.

Interesados en el tema: existen otros mares de plástico…