You are currently browsing the El Descodificador posts tagged: Kike Maíllo


Entregar las películas y disolverse

Doctor ¿es posible que me guste el cine y me importen un pimiento actores y directores? Se lo pregunto porque disfruto viendo “No habrá paz para los malvados” o “Un cuento chino”, pero no me interesa absolutamente nada ni lo que pueda contarme Antonio Banderas ni el vestido que se ponga María León. Es decir, que la ceremonia de los premios Goya, la llamada de manera un tanto prosaica “fiesta del cine español”, me parece un coñazo insufrible. ¿Será que carezco de sensibilidad? ¿Soy un ignorante antistema? ¿El glamour y yo somos inmiscibles?

En los Goya se supone que hay glamour a cascoporro. Yo escribo con unas décimas de fiebre, viendo la tele desde la mesa camilla, con el brasero en marcha, una mantita sobre las rodillas y una taza de manzanilla con anís entre las manos. Quizá por eso cuando enfocan a Almodóvar solo veo a un manchego con un erizo en la cabeza. Y cuando aparece el ministro Wert me encuentro con toda la mediocridad del Gobierno. Y cuando escucho el discurso González Macho, “internet no forma parte aún de nuestra economía”, me parece que retrocedemos en el tiempo. Doctor ¿Por qué todas las galas de los Goya me parecen la misma pero con un presentador diferente?

El presentador… Comentario aparte merece Eva Hache, la anfitriona de esta última edición, mujer que sin duda tiene un elevadísimo concepto de sí misma. Durante la promo del Telediario dio a entender que ella era el centro de la fiesta. Lo que parecía una broma sin gracia se trataba, en realidad, de un adelanto del contenido de esta 26 edición de los Goya. Hache comenzó cantando y bailando, con el Duque y Belén Rueda como comparsas, jadeándose con frases como “¡Esta es mi noche!” o “¡El público me adora!”. Diez minutos agotadores. El principio del fin.

Superado el primer baile y la primera tanda de chistes, Hache inicia un monólogo pesadísimo que da paso a las primeras nominaciones. ¿Los Goya? No, los Hache. Tras los primeros galardones, la mujer se cambia una y otra vez de traje y regresa para seguir acaparando protagonismo: da paso a unos vídeo-montajes sobre las películas favoritas en los que aparecía Coronado con… Eva Hache, las protagonistas de “La voz dormida” con… Eva Hache, Eduardo Noriega y Sam Shepard con… Eva Hache. “Por favor, fíjense en Eva Hache en los próximos minutos”, suplicaba la voz en off.

Como cada año, prometieron sorpresas, humor, música…y algo de cine. Pero como de costumbre ofrecieron una ceremonia larga y soporífera… con ausencia de talento, lamentable guión (dos chistes sobre la mirada de Trueba, “Coñac Goya, tan bueno que se te va la olla”), un hip hop patético, mucha palabrería y demasiada Eva Hache. ¿Lo mejor? El monólogo de Santigo Segura, una Coixet que recuerda la figura del juez garzón, y un Kike Maíllo, Goya a la mejor dirección jóven por “Eva”, que aprovechó su discurso para reivindicar la educación pública.

“Los directores y actores españoles deberían entregar sus películas y disolverse”, sugería anoche Twitter.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Indian Country

Autor: Dorothy M. Johnson.

Editorial: Valdemar.

Con “Indian Country”, una recopilación de once grandiosos relatos de la escritora de Iowa Dorothy M. Johnson, editorial Valdemar inaugura la colección Frontera, dedicada a la narrativa western de calidad. Este género no tenía demasiada fama en un país, el nuestro, que relacionaba las historias del Oeste con la novelillas de Marcial Lafuente Estefanía que se leían en las guardias de la mili. La propuesta de Valdemar se aleja de esas obras minúsculas y repetitivas: no se puede arrancar mejor una colección “country” que con títulos como “Un hombre llamado caballo”, “La camisa de guerra” o “El hombre que mató a Liberty Valance”.

Historias que hablan de los pioneros, de espacios abiertos y nevadas eternas, de manadas de búfalos y cabelleras cortadas, de resignación, violencia y redención. El viejo y legendario far west.

Dorothy M. Johnson alcanza la intensidad emocional de Cormac McCarthy, describe el espíritu de un país con la calidad literaria de Oakley Hall, puede resultar tan ruda y conmovedora como Charles Portis, y tan sutil, aventurera y costumbrista como Willa Cather. En los cuentos de Dorothy M. Johnson está, no lo dude, lo mejor de la literatura western.