Hoy podría hablarle de la última mentira de Mariano Rajoy, de la nueva sinvergonzonería de Cospedal en Castilla La Mancha, de la tibieza y las dudas eternas de un Rubalcaba acabado, de cómo José Bretón se jacta desde la cárcel de que se va a forrar “con los de la tele”, de por qué el presidente del Tribunal Constitucional es del Partido Popular hasta la medula, de las novedades de los papeles de Bárcenas, de la última desfachatez de Griñán y del penúltimo giro en la estafa de los ERE, de cómo TVE estrena un nuevo programa de flamenco… a las dos y media de la madrugada del sábado, de ese Estado que nos roba con las energías, de que la televisión sigue siendo una enorme y apestosa mierda, de… Incluso podría hablarle de la princesa del rock, que según El País no es otra que Letizia Ortiz. Pero como es el último post de la temporada, no quiero dejarle con mal sabor de boca…

¿Qué ganaríamos usted y yo hablando de todas esas porquerías? Lejos de ser mejores personas, esas miserias nos habrían amargado el día. Lejos de entretenernos unos minutos, nos aburrirían de solemnidad: nos hemos habituado a la delincuencia de Estado, a la hipocresía, a la ignorancia, al rebuzno. Lejos de darnos esperanzas, hablar de todos aquellos asuntos del primer párrafo nos  habrían recordado que vivimos en una sociedad de mierda en la que, con la situación que atravesamos, apenas 2.000 personas tienen lo que hay que tener como para reunirse y protestar frente a la sede del partido que desgobierna.

Olvidemos por un día todas estas miserias, busquemos el placer de las pequeñas cosas y disfrutemos del último rocker latino, que no es otro que el bueno de Juan Cirerol. Julio Valdeón, mi colega en Nueva York, un gran escritor y periodista, me presentó hace unos días a este cantautor de Mexicali. Me presentó sus discos, digo. “Canta con la actitud punk de aquel Rafael Amador de nuestros llorados Pata Negra, sopla la armónica como un Bob Dylan cosecha del 62, escribe letras prietas de sentimiento y calle, sucias de beber Bukowski y leer los posos al tequila y esnifar hasta los bajofondos de la botella”. Desde entonces Cirerol suena sin parar en mi loro.

Cirerol es un cruce entre Johnny Cash, Albert Pla, Bob Dylan, Sid Vicious, Tom Waits, Chalino Sánchez y ese borracho por el que tuvieron que poner en el bar de su barrio el cartel de “Prohibido cantar”. Cirerol es raro de cojones. Pero es auténtico de pelotas. Por eso suena y suena en mi aparato de música en un bucle esperpéntico de corridos destemplados, gases de Negra Modelo, baladas descuajeringadas, destemplados eructos y pequeños rocanroles acústicos. Canta roto, como un gorrino el día de la matanza, desafina de maravilla y ha grabado tres discos que son todo un desafío a la razón, el orden y la prudencia.

Lea usted lo que Valdeón ha escrito sobre Cirerol, el brillante perfil “Un gusano en la Gran manzana” y la reseña de su disco “Cachanilla y flor de azar”. Escuche a Cirerol, y olvide durante un buen rato toda esa mierda que nos rodea. Pero no se relaje. A Cirerol no le gustaría: es un tipo bronco que no soporta a blandengues pinches huevones. Siga su ejemplo. Proteste, quéjese, salga a la calle, luche… Porque ya sabe que si nos movemos podemos perder, pero si nos quedamos parados ya hemos perdido.

P.D.

El Descodificador cierra hasta septiembre… pero deja un retén de emergencia. Algún día tendremos algún post, alguna foto, algún vídeo… Buenas vacaciones a todos!