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La llorona

Sucedió en “Las mañanas de TVE”. La presentadora María Casado manda callar a una de las tertulianas del programa, Curri Valenzuela. “Curri, que tenemos visita, que coges la pelota y no la sueltas”. La veterana periodista se rebota: “Me cortas solo a mí y no a las otras”. Casado continúa con el programa, pero rumia el encontronazo durante la entrevista a Antonio Garamendi, presidente de CEPYME (Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa), y decide interrumpir la misma para, no se lo pierda, “pedir disculpas públicamente a Curri Valenzuela porque por mi culpa se está llevando un disgusto fuerte”. Inmediatamente después rompe a llorar. En directo. En mitad del programa. En TVE.

Estamos ante un acontecimiento inaudito, extravagante, yo diría que incluso pasmoso en su rareza. No es habitual que un profesional de TVE arranque a llorar como una vieja en pleno programa. Lo normal es que sean los telespectadores quienes se deshagan en lágrimas al ver en qué han convertido la televisión pública. Lo lógico es que sean los espectadores los que sollocen como magdalenas y gimoteen como niños al ver cómo están tirando el dinero de todos los españoles. Lo habitual es que quienes se sienten frente al televisor suspiren como huerfanitos al comprobar cómo el Gobierno del PP ha destruido TVE y la está convirtiendo en un instrumento de propaganda.

María Casado llora por haber dado la charla a Curri Valenzuela, cuando en realidad debería llorar por tener que soportarla como tertuliana en la televisión pública. Cualquiera que haya visto a Valenzuela en Telemadrid sabrá que se trata de una periodista sectaria y tendenciosa hasta extremos grotescos: en 13TV llegó a pedir el boicot a los productos catalanes.

María Casado llora por Curri, pero debería llorar por TVE. Por cómo se han desplomado su audiencia y su credibilidad. Por cómo desde que el recientemente cesado Leopoldo González-Echenique se convirtiera en presidente de la corporación, en junio de 2012, la primera cadena, La 1, ha perdido el 10% de cuota de pantalla y el 100% de verosimilitud en sus informativos. Casado debería llorar no por Curri, un fantasma del pasado, sino por trabajar en una televisión pública que aún no ha entrevistado al político de actualidad: Pablo Iglesias.

“Ay de mí, Llorona, Llorona, / Llorona no seas así, / Te pido yo de rodillas, Llorona, / Que no te olvides de mí”.

Pero… ¿Y si María Casado hubiese llorado de miedo? Puro canguelo, por haber molestado a Curri Valenzuela, la periodistas que tiene que estar en TVE por algo que nos cuesta trabajo comprender, pero que podemos imaginar.

P.D.

Me temo que en TVE no es que se hayan olvidado de Pablo Iglesias. Es que aún no se han enterado de quién es…

pabloiglesias-psoe

izquierdaunida

Un motivo para NO ver la televisión

Los vivos y los muertos

Auto: Joy Williams.

Editorial: Alpha Decay.

vivosmuertos

En solo unos días he leído dos libros en los que uno de los protagonistas se llama Corvus. El primero fue el inolvidable “Canciones de amor a quemarropa”, el segundo es el que hoy nos ocupa, una novela también muy norteamericana, pero mucho más oscura, retorcida y ácida. ¿Casualidad? No creo… “Hay otros mundos, pero ninguna de las personas que conocemos estará en él”.

“Los vivos y los muertos” se desarrolla entre dos mundos fácilmente imaginables. Dos mundos que son muchos mundos. Adultos y jóvenes, vivos y muertos, embrujados y disecados… Los pueblos perdidos de Arizona, secos como las tripas del demonio, son el lugar idóneo para cobijar a una cuadra de personajes flipantes que desean lo que no tienen, y que hacen todo lo posible para no aburrirse, para no parecer aburridos, para crear en el lector una sensación de desasosiego francamente inquietante. “Como una resaca de Smirnoff”.

-Leer es inútil, Carter.

– A mí me gusta, querida.

– Te asustará ver hasta qué punto es inútil.

La conversación termina con un libro de Darwin, un paseo por el zoo, un niño que confunde a un hipopótamo con un pájaro muerto… No es cómodo leer a Joy Williams, pero resulta muy gratificante. Por cómo dibuja de torcidos a los personajes, por cómo convierte un montón de radiantes cuentos en un historia larga, salvaje y desapacible, por su forma de escribir sobre la muerte y alrededores. Normal que con esta obra, calificada de “maravilla” por Raymond Carver,  fuese finalista del Premio Pulitzer. Un libro nada usual, muy turbador, tremendamente cósmico, libre y sorprendente.