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El político

España ha descubierto que un presidente del Gobierno puede ser discreto, prudente, austero y cabal, que hasta puede parecer coherente e inteligente, gracias a un programa de televisión. En las redes sociales y las barras de bar no se habla de otra cosa que de la entrevista de Jordi Évole al uruguayo José Mujica: que si el político sudamericano tiene una casa humilde, que si vive rodeado de gallinas y perros mil leches, que si odia vestir de traje y corbata, que si no tiene ni escolta ni vehículo oficial, que si conduce un coche viejo y mugriento, que si es un político que no parece para nada un político…

Alguien podría pensar que Évole ha descubierto a Mujica. Pero lo cierto es que la entrevista, que arrasó en la noche del pasado domingo, no me sorprendió en absoluto. Nada que no supiera, que no hubiera leído ya, sobre este hombre tranquilo, prudente, diferente. El pasado 24 de Marzo, sin ir más lejos, Juan José Millás publicaba una entrevista con el presidente uruguayo nada menos que en el dominical de El País: “La distancia de los políticos con la gente está creando mucho descrédito, y la peor enfermedad es la de los ciudadanos que no creen en su Gobierno”. Pero ahora la tele dice que Mujica es un hombre que “intenta seguir sus ideas” y, pongan todos sus mejores caras de asombro, parece que han descubierto la pólvora política.

La explicación es sencilla: Si no apareces en televisión no existes. Periódicos de papel, diarios digitales, radios… Naderías. El medio que realmente llega al ciudadano, el que importa, del que todo el mundo extrae conocimientos y sabiduría, la base de nuestra formación cultural, es la televisión. Y así nos luce el pelo.

Un amigo que es sabio me lleva la contraria citando a un político argentino: la televisión es la guinda, dice, y llega después de trabajar duro en el resto de medios. Mirado de esa manera…

Dicho esto, disfrutemos de un presidente atípico. Mujica no tiene los abdominales de Aznar. Ni una fundación que se dedique al estudio de su propia figura, como la tiene González. Ni disfruta del talante de Zapatero. Ni tiene la, la…. no tiene nada de Rajoy. José Mujica es un tipo que parece derrochar sentido común, un hombre tranquilo que dice cosas razonables desde el punto de vista de los humildes, un presidente que no sobreviría ni diez minutos en el escenario político de esta España despiadada y caníbal.

El interés que despertó esta entrevista, un presentador inteligente frente a un presidente de Gobierno con aspecto y ademanes de ser humano, contrasta con el fracaso absoluto del debate electoral a seis del pasado lunes en La 1, de TVE: sólo fue visto por un 4.2% de share y 838.000 espectadores. Seis hombres tristes (¿Qué fue de la famosa paridad?) aburriendo a las ovejas.

P.D.

Ejemplar del Ulises, de James Joyce, con las anotaciones de David Foster Wallace.

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Un motivo para NO ver la televisión

La revocación.

Autor: Michael Connelly.

Editorial: RBA.

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Regresa el Connelly de Filadelfia, no confundir con el irlandés Connolly, con una gran historia de abogados ingeniosos, policías duros, asesinos despiadados y conflictos jurídicos. Jason Jessup, que fue condenado 24 años antes por secuestrar y matar a una niña, puede recobrar la libertad tras ser juzgado por segunda vez: una prueba de ADN le concede la oportunidad de demostrar su inocencia. Un asunto nada claro que obliga a la Fiscalía de Los Ángeles a revisar el caso. Por un lado, la defensa. Por otro, dos de los personajes estrella de Connelly: Mickey Haller y Harry Bosch trabajando juntos.

Sí, el escritor norteamericano de novela policiaca ha reunido en este volumen a dos de sus creaciones más brillantes: el abogado defensor Haller, encargado de narrar la historia, y el detective Bosch, que echa una mano al primero en todo lo que tiene que ver con las investigaciones callejeras. Todo por el mismo precio.

Brillante como siempre, Connolly mezcla con habilidad la novela jurídica con la policial. Abogados y maderos se cruzan en esta aventura perfecta en su trama, en su desarrollo y en su violento final. Una vez más, Connolly lo borda.