Podemos, el partido encabezado por Pablo Iglesias, se sitúa como cuarta fuerza política con cinco escaños europeos, solo uno por debajo de Izquierda Unida. Un éxito total conseguido de manera vertiginosa, en apenas cuatro meses de vida política. ¿Las claves de este logro? El deterioro del bipartidismo, evidentemente, ha ayudado. Y el crecimiento y madurez de las redes social, también. Personalmente admiro su oferta política, directa y popular, callejera y soñadora, realista y ambiciosa, en contra de, como no se cansa de repetir Iglesias, “las castas políticas” actuales. Sus enemigos, aquellos que le consideran un peligroso antisistema, hablarán del voto protesta, el mismo que en su día recolectaron Jesús Gil o Ruiz Mateos.
Nada de esto hubiese sido posible sin la televisión. Pablo Iglesias comenzó su andadura televisiva en 2003, conduciendo el programa “La Tuerka” en Tele K, la cadena de la Federación de Asociaciones de Vallecas. Curtido en el mundo digital, despertó el interés de cadenas generalistas. Primero como anécdota, como un toque de color, un saco de entrenamiento para la cuadra de periodistas conservadores de “El gato al agua” (Intereconomía). Pero el sparring salió respondón, devolvió todos los golpes que pudo y plantó cara al opinador profesional faccioso. Iglesias se convirtió en una pequeña estrella mediática de izquierdas, capaz de sostener el pulso a ultras contrastados: Marhuenda, Inda, Rojo o Pérez Henares, tertulianos basura, encontraron la horma de su zapato en espacios como “El cascabel al gato” (13 TV) o “La noche en 24 horas” (Canal 24h).
La tele es nutritiva. Un puñado de tertulias bien aprovechadas pueden compensar toda aquella propaganda de medio pelo que ofrecen los medios de comunicación gubernamentales. Iglesias lo ha entendido, y lo ha sabido aprovechar. Desde programas como “Las mañanas de Cuatro” (Cuatro) o “La Sexta noche” (La Sexta) el líder de Podemos ha construido una imagen, ha lanzado un discurso, ha difundido la idea madre de su programa: Se puede gobernar de otra forma. Porque no es que PP y PSOE sean corruptos, es que es su forma natural de hacer política.
Ante semejante descaro, triunfar sin recursos y sin el dinero de la banca, la derecha se pone de los nervios: “el nuevo Chikilicuatre de La Sexta”, dicen. Incluso sus colegas le utilizan para justificarse: “Pablo Iglesias ha tenido una cobertura mediática muy importante. Durante cinco años yo no he pisado la Cuatro ni La Sexta”, reconoce un Willy Meyer, de Izquierda Unida, que quizá enfocó su campaña de manera equivocada.
Un motivo para NO ver la televisión
John Fullbright
Cd: Songs.
Doce canciones forman el segundo disco de John Fullbright, un cantautor de Okemah, Oklahoma, que suena como un hijo bastardo de Steve Earle y Townes Van Zandt. El primer disco de Fullbright, editado el pasado año con el título de “From The Ground Up”, ya fue una sorpresa. Este “Songs” es la confirmación.
Fullbright es un gran compositor de folk rock de raíces norteamericanas que, curiosamente, construye su sonido sobre el piano. Sin olvidar las guitarras, por supuesto. Un piano que recuerda a Randy Newman, e incluso al mejor Billy Joel. Un piano equilibrado y melancólico sobre el que es capaz de cantar como un rocker.