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El arte de ver las cosas

Un motivo para NO ver la televisión

El arte de ver las cosas.

Autor: John Burroughs.

Editorial: Errata Naturae.

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No había leído nada de John Burroughs, pero conocía su importancia entre los escritores de la llamada nature writing gracias a un libro imprescindible: “Emerson entre los excéntricos”, de Carlos Baker, editado por Ariel hace ya una década. Esta obra habla de los filósofos e intelectuales que se reunieron alrededor de Ralph Waldo Emerson en el Concord (Boston, Estados Unidos) del siglo XIX. Allí estaban Thoreau, Whitman, Hawthorne, Alcott, Margaret Fuller… y John Burroughs.

“Sin lugar a dudas, el hombre más salvaje que ha producido Nueva Inglaterra desde que los indígenas rojos evacuaran su territorio ha sido Henry Thoreau, un hombre en el que los indios reaparecieron en el plano del gusto y la ética… Su vida entera fue una búsqueda de lo salvaje, no sólo en la naturaleza, sino también en la literatura, en la vida, en la ética”.

En un primer contacto, Emerson consideró a Burroughs “un granjero alerta e inquisitivo… todo curiosidad y atención”. Una descripción que encaja a la perfección con el libro que hoy nos ocupa: “El arte de ver las cosas”. Y es que en el primer capítulo, que da titulo a la recopilación de luminosos ensayos que forman esta obra, el autor reconoce que “si ver las cosas es un arte, se trata del arte de mantener los ojos y los oídos abiertos”. Estar alerta, ser todo curiosidad y atención. La base del observador de la naturaleza, del científico, del viajero. La esencia de un Burroughs capaz de pasarse horas tratando de descifrar la razón por la que unas abejas construyen nidos en el suelo. Las pequeñas cunas de la tierra.

“He descubierto que veo, casi sin esfuerzo, a la gran mayoría de aves a mi alcance en el campo o el bosque por el que paso (un aleteo, un coleteo son suficientes, aunque el revuelo de las hojas conspire para esconderlos)… No obstante, la costumbre de la observación es la costumbre de la mirada clara e incisiva; no es un primer vistazo casual, sino el propósito constante y deliberado del ojo el que descubre lo excepcional y lo característico. Has de mirar con atención y mantener la vista fija en un punto para ver más de lo que ve la tropa humana”.

Miembro de honor de la que denominaba Orden de los Caminantes, Burroughs disfrutaba andando, observando, aprendiendo. De eso tratan estos dieciséis deliciosos textos. De los campesinos y las aves, de las cabañas y los cazadores, de Thoreau y la vida sencilla. De disfrutar del mundo que nos rodea tratando de entenderlo mejor, de vivirlo de manera razonable, de renovar el pensamiento desde la humildad, de no dejar de luchar jamás por la libertad, la justicia, los derechos civiles. La mejor tradición filosófica norteamericana de la naturaleza, esa que gracias a editoriales como Errata Naturae estamos recuperando, tiene en John Burroughs un pensador imprescindible. Disfrutemos de su panorámica visión, de sus penetrantes análisis, de su sensibilidad ornitológica y, por supuesto, de la excelente traducción de Ana González Hortelano.

“Si tuviera que señalar los tres recursos más preciados de la vida, diría que son los libros, los amigos y la naturaleza; y el más magnífico de todos ellos, al menos el más constante y el que siempre está a mano, es la naturaleza… una mina inagotable de aquello que conmueve el corazón, atrae a la mente y dispara la imaginación. Salud para el cuerpo, estímulo para el intelecto y alegría para el alma”.