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Pura vida

Tras la decadencia y cierre de Fuentetaja, mi librería de referencia durante años, me puse en manos de unos tipos infames. La vida te lleva por caminos raros. Tres Tipos Infames que distribuyen con criterio algunas de las cosas por las que merece la pena vivir: libros, vinos, cervezas… Ellos me recomendaron el libro que estoy leyendo en estos momentos, uno de esos títulos que te agarran por las solapas y te zarandean, te abruman y te desencuadernan, te besan y te escupen, para luego acompañarte el resto de tu vida. Poderosos como un tinto de Toro, contundentes como una IPA.

El libro, que se titula “Middlesex” y está escrito por Jeffrey Eugenides, cuenta la historia de alguien a quien “le toca un gen recesivo en el quinto cromosoma y unas joyas de la familia verdaderamente raras”. Se llama Cal Stephanides, Calliope, y es una niña que, como sucede en la leyenda, se transforma en hombre. Calliope comienza su narración en 1920, cuando sus abuelos, griegos en Turquía, se ven obligados a emigrar a Estados Unidos.

¿La tierra prometida? Me temo que no. Un lugar duro donde hay que deslomarse para sobrevivir. El libro se mueve por distintos derroteros, avanza en el tiempo y en las generaciones, se recrea en las personas y en sus vidas, en las esperanzas, las dudas, las pesadillas y el poder de redencion. Es una absoluta delicia. La gran novela americana, tal vez.

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Le cuento todo esto para invitarle a disfrutar esta obra maestra, recomendación de Tipos Infames. Pienso en las últimas generaciones de inmigrantes norteamericanos mientras camino por la selva lluviosa, entre aves sorprendentes y seres humanos acojonantes: me acompaña un costarricense nacido en New Jersey. Pesa unos 150 kilos, viste como Rambo, pañuelo en la frente incluido, y le acompañan su hijo de 15 años y cien kilos, y su sobrino de 16 años y similar volumen. Comen pipas y tiran las cáscara en esa maravilla que es el suelo vivo de un bosque primario. Hacen ruido golpeando palos contra botellas de agua. Imitan el griterío de los monos aulladores. Llevan gorras de béisbol al revés y no sienten interés por nada. Son cachos de carne cruzando un lugar que podría incorporarlos a la cadena trófica en un espacio de tiempo sorprendentemente breve.

“Tienen esa expresión tiránica, egocéntrica de los niños norteamericanos”, escribe Eugenides en esa maravilla llamada “Middlesex”. No se lo pierda, por favor.