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Espionaje

“Sabes que siempre te espío / que te vigilo de cerca porque desconfío”. Las Chinas, 1982.

“Se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial”. Constitución Española, artículo 18.3.

He recobrado la fe en la política. Como lo oye. Y ha sido gracias a todo este follón del espionaje. Yo era de los que creía que al Gobierno los ciudadanos le importábamos una mierda. Es decir, que eran una pandilla de vividores ególatras y mezquinos que solo buscaban el poder y la pasta, e ignoraban la voz del pueblo. Pues bien: me equivocaba. El Gobierno nos escucha. Sí. A los ciudadanos. Bien cierto que no es nuestro Gobierno, sino el de Estados Unidos, pero por algo se empieza…

El Mundo ha informado esta semana de que la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) “espió 60 millones de llamadas telefónicas de España en un solo mes”. ¿60 millones de llamadas telefónicas? ¿En España? ¿En un mes? Sinceramente, lo interesante de toda esta trama no es el debate entre seguridad y privacidad, o si el CNI facilitó este espionaje masivo de EEUU a España, o si la legalidad y los derechos de los ciudadanos han sido violados. Lo interesante es cómo coño se puede sacar algo en claro de 60 millones de llamadas realizadas en España en un solo mes.

Si usted ha viajado en avión, por ejemplo, sabe a qué me refiero: “Mari, ya hemos embarcado. Bien, todo bien, ya te llamo y te cuento”. “Mari, estamos despegando, te dejo que tengo que apagar el móvil. Un beso guapa”. “Mari, estamos en el aire, volando, ¿Qué tenemos de comer? Con chorizo y todo, qué bien. Gracias cari. Cuando llegue te llamo”. “Mari, acabamos de aterrizar, recojo la maleta y voy palla. Pon la fabada a calentar que en un rato estoy en casa”. ¿Imagina usted a un espía especializado en la obtención de datos o información confidencial, sentado en una cabina de la NSA en Washington, con los cascos puestos, tratando de analizar esta ristra de llamadas realizadas en los 55 minutos de un puente aéreo por un distribuidor de sartenes de teflón natural de Móstoles?

Desde que se conoció el espinoso asunto del espionaje de la NSA Rajoy ha estado en un sinvivir. ¿Por si se encuentra en la lista de líderes espiados? No, por si no se encuentra. Por si el amo norteamericano le considera tan insignificante, tan fiel y dócil, como para no tener ni que pincharle el teléfono. No ser espiado sería un soberano desprecio.

Pero me temo que en España no hay nada que espiar, salvo cuatro cotilleos de maruja entre la líder del PP catalán y la expareja de un hijo de Jordi Pujol, porque todo el país es una farsa. Somos un estado títere comandado por unos monigotes tan incompetentes como corruptos. Nadie puede considerar a estos peleles como aliados. Son simples mequetrefes, caricaturas de verdaderos estadistas, espantajos sin importancia alguna cuando se habla de política internacional. Huecos hasta en sus secretos.

P.D.

¡Feliz Halloween!

 

Un motivo para NO ver la televisión

Operación Dulce.

Autor: Ian McEwan.

Editorial: Anagrama.

No he terminado aún “Operación Dulce”, pero no puedo resistir la tentación de recomendarlo en un post como el de hoy, dedicado al espionaje. El escritor británico Ian McEwan cuenta en esta su última novela la historia de Serena, una estudiante que es reclutada por el servicio de seguridad inglés (MI5) para llevar a cabo una extraña misión: poner en marcha una fundación que ayude a novelistas con talento. Como cabría esperar, Serena se enamora de uno de estos escritores noveles. La trama se complica, y el libro comienza a girar alrededor de un sinfín de enredos.

Porque de eso trata el libro, de los detalles del proceso literario, de la necesidad de pecar y redimirse, del amor y la traición, de esos pequeños detalles que McEwan sabe ver y describir como nadie: “había algo que desde entonces he advertido con el paso de los años: la cordillera que separa al hombre vestido del hombre desnudo. Dos hombres en un solo pasaporte”.

“Operación Dulce” es una novela amplia, atrevida e ingeniosa que juega con la realidad y con la investigación, con la ironía y la sorpresa, con la literatura y con la enorme capacidad del autor para analizar los sentimientos y la racionalidad, los recovecos de la naturaleza humana. Mucho, muchísimo más que una novela de espías.