“Verde que te quiero verde”. Federico García Lorca.

El Congreso de los Diputados acaba de aprobar la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición. La noticia sería magnífica si no coincidiera en el tiempo con esta otra: el Gobierno de nuestro país ha ocultado durante siete años que algunos pescados de consumo habitual acumulan niveles tóxicos superiores a los recomendados. Es decir, que por un lado el Estado cuida de nuestra salud mientras que por otro permite que nos envenenemos. Prohíben la bollería industrial y los refrescos en los colegios mientras silencian que el emperador o el cazón, atiborrados de  arsénico y mercurio, pueden ser perjudiciales para niños y embarazadas. ¿Metales pesados en grandes pelágicos? ¿Acaso nos estamos comiendo las balas de las ametralladoras de nuestros atuneros en el Índico? ¿Qué otros “informes” que afectan a nuestra salud nos oculta el Estado?

Es más fácil creer en la comida que en los alimentos. Los medios de comunicación nos empachan con platos originales, con cocineros creativos, con restaurantes galácticos. Pero después, en el mercado, podemos tener la sensación de estar comprando mierda. En poco tiempo hemos saboreado el mal de las vacas locas, la gripe aviar, la bacteria E coli… y ahora, los metales pesados que camufla el Gobierno. ¿Hemos perdido el control de los alimentos? Los especialistas aseguran que no, que jamás hemos disfrutado de mayores medidas de seguridad alimentaria. Yo no sabría qué decirle… Los tomates  que compro en una gran superficie no saben a nada, y los langostinos huelen a amoniaco. La carne de buey que venden a precio de oro en el restaurante en realidad es de vaca, y el cerdo de Jabugo es de Polonia. En la carretera de Velada, un pueblo de Castilla La Mancha, ya funcionan los puestos que venden sus famosas sandías… pese a que todavía no las han recogido (¿de dónde son las sandías que venden?). En la imagen superior, tomada cerca de mi casa, puede ver la publicidad de un “huerto ecológico 100x100 natural” (?) que vende directamente al público…

Hablar de alimentación es hablar de los mercados. Me temo que, actualmente, hablar de cualquier cosa es hablar de los mercados. De los de la sandía, el pez espada, el maíz transgénico, los fitosanitarios y la agricultura ecológica. Y también de los de la injusticia social, la desigualdad, la especulación y el hambre. Comer mierda es un desastre, pero es mucho peor no poder comer ni siquiera mierda: la peor sequía en 60 años en el Cuerno de África (Somalia, Etiopía, Eritrea, Yibuti y Kenia) afecta en estos momentos a 16 millones de personas, la mitad de los cuales necesita ayuda urgente. 300.000 africanos ya sufren desnutrición grave, y 40.000 pueden morir en las próximas semanas. Para combatir la hambruna, Unicef ha solicitado una ayuda de 42 millones de euros. ¿42 millones de euros? La misma cantidad que el Gobierno de España acaba de destinar a una campaña internacional de promoción del turismo español en 34 países.

Los medios de comunicación comenzarán a informarnos del desatre solo cuando puedan ofrecernos imágenes como ésta, una fotografía clásica del gran James Nachtwey.

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Un motivo para NO ver la televisión

El demonio.

Autor: Hubert Selby Jr.

Editorial: Huacanamo.

La labor editorial de Huacanamo presume de atípica, puesto que “se sustenta gracias a las suscripciones de nuestros amigos”. Y al criterio y olfato de los responsables de la misma, añadiría yo. Lo importante no es el tamaño de la editorial, sino que sea capaz de lanzar un gran libro. “El demonio” lo es…

El neoyorkino Hubert Selby Jr. es un clásico underground bien conocido en España gracias a su imprescindible “Última salida para Brooklyn”. En  “El demonio” cuenta la historia de un joven triunfador que, alérgico a los compromisos, tiene un éxito brutal con las mujeres casadas. La vida le va de maravilla hasta que se aburre de su rutina victoriosa y se deja arrastrar por las obsesiones. Necesita estímulos, primero de manera inconsciente y después de forma agobiante. El brillante ejecutivo necesita adrenalina, y cada vez tiene más complicado conseguirla.

Hubert Selby Jr. cuenta la odisea de este demonio urbano con todo lujo de detalles. Un viaje a los infiernos que se esconden en nuestro interior, y que nos aíslan en mundos paralelos al real. Una historia brillante e imaginativa contada con un ritmo imparable. Selby sigue resultando excitante, excesivo, doloroso, enloquecido, inquietante, real.