Pedro Sánchez, el líder socialista, ha llamado al rey Felipe VI para solidarizarse con él por la monumental pitada que recibió el himno nacional el pasado sábado, justo antes de que comenzase el partido entre el Athletic de Bilbao y el Barcelona. Felipe VI no es, que yo sepa, el autor de dicho himno, con lo cual se me escapan las razones de la llamada. No es tema de ego o derechos de autor. Debe ser algo más profundo, algo que une de forma emocional y epidérmica al monarca con la canción, y que yo no soy capaz de entender o valorar. ¿Es el himno de la Monarquía? ¿Los reyes disfrutan de una sensibilidad auditiva superior a la de sus súbditos? ¿Es Sánchez un pelota?

El himno es mucho más que un soniquete solemne. Lo digo porque el Gobierno de Mariano Rajoy condenó de inmediato la pitada a través del Ministerio de la Presidencia: “Cualquier muestra o manifestación de intolerancia es siempre reprochable; y lo es más todavía cuando busca la repercusión pública aprovechando un espectáculo deportivo, que todos los españoles tienen derecho a disfrutar, sin la protesta y la perturbación que algunos quieran imponer”. ¿Cualquier muestra o manifestación de intolerancia es siempre reprochable? Señor Rajoy, disfrute de los grandes éxitos post electorales de Esperanza Aguirre y coincidirá conmigo en que esto es más inofensivo que una nana…

La pitada al himno no ha perturbado, como dice el Ministerio de Presidencia, a todos los españoles. Eso seguro. Pero sí a un Gobierno que, para algunas cosas, tiene la piel finísima. Un ejemplo: El presidente Mariano Rajoy atribuye la reciente derrota electoral al “martilleo” de la corrupción. No a la corrupción, cuidado, sino al martilleo mediático. Estos periodistas…

Y esos martilleos, que acaban convirtiéndose en una tortura. Sobre todo los sonoros. Imagine usted que el número uno de los 40 Principales fuese para toda la vida. Coñazo, ¿verdad? Aún más coñazo todavía, quiero decir. Pues eso es el himno nacional para un patriota: la canción de su vida. Top 1 forever. La única canción que es para siempre, que no puede dejar de gustarte, que jamás olvidas tararear, que siempre te pone tieso como una vela, que te llena el pecho de patria y el alma de banderas, que te recuerda eternamente de dónde eres, quiénes son los tuyos, cuál es la nación de tus amores. Siempre, por supuesto, que no tengas cuentas en Suiza: en este caso el himno nacional español te recuerda cuál es la segunda nación de tus amores.

Los patriotas afirman que pitar al himno nacional es apología de la violencia e incitación al odio. Y algunos, bastantes, de los que creen en esa teoría también dicen que Manuela Carmena quiere acabar con la democracia occidental y sembrar Madrid de soviets. Los patriotas españoles son muy extraños. Tanto como para exigir que el Comité Antiviolencia, que se reúne este lunes, multe a los dos equipos que jugaron la final de Copa. Como si los equipos fuesen responsables de las filias y fobias sonoras de sus seguidores.

Todos fuimos Charlie Hebdo, ¿recuerda? Pues esto es muy parecido. Libertad de expresión, le llaman.