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El entrevistador blandengue

Es bien conocido que al presidente del Gobierno Mariano Rajoy los periodistas le dan repelús: ¡Le preguntan por su gestión, por la corrupción en su partido, por la pobreza y los desahucios, por los sobres de dinero negro que le daba Bárcenas! Para evitar tan malos tragos el líder del Partido Popular evita a la prensa, se esconde de los periodistas y cuando da la cara prefiere hacerlo a través de una pantalla de plasma. No pisaba un plató de televisión desde el 21 de enero de 2014, cuando fue entrevistado por Gloria Lomana, una amiga, en Antena 3. Un tipo pusilánime este Rajoy, seguramente el presidente del Gobierno más escurridizo, obtuso y gallina de la democracia española.

En la noche del lunes Rajoy concedió, un año después, una entrevista televisiva. ¡Milagro! El lector inquieto se preguntará qué pudo llevar a semejante cagueta a afrontar tamaño riesgo. Sentarse en un plató, en directo, frente a un periodista, supone todo un reto para alguien tan timorato como Mariano. Pues muy fácil: eligió a un entrevistador a su medida, el periodista blandengue que le garantizase una entrevista plácida, promocional, superficial. Rajoy eligió a un Pedro Piqueras que había dejado las cosas muy claras: “Cuídate sin dejar de disfrutar”.

Piqueras tiene un enorme carisma para vender caldo de pollo envasado en tetrabrick, las cosas como son. Pero en las entrevistas flojea. Soso como una taza de sopa para hipertensos, el director de informativos de Telecinco se muestra como un periodista maleable, como un entrevistador blandengue, el sueño de un presidente que está contra las cuerdas. “Me niego a estar todo el día debatiendo con el señor Bárcenas cuando tenga a bien hacer una declaración”, dijo Rajoy en el momento más comprometido de la charla. Y Piqueras dejó que el presidente se fuera a su casa sin un arañazo.

No tenemos punto medio. O entrevistadores/protagonistas, de esos que quieren ser más famosos que el entrevistado y conseguir titulares explosivos sobre todas las cosas, o entrevistadores/cómplices, que se limitan a hacer el juego a los políticos asegurándose así su futuro. Bueno, la verdad que hay alguna excepción…

Gonzo realizó en “El Intermedio” (La Sexta) una excelente entrevista a Tania Sánchez. Preguntó todo lo que tenía que preguntar. Y lo hizo sin recordar a los telespectadores lo incisivo y gran profesional que es, sin insinuar que cumple una misión sagrada, de forma educada y eficaz. La buena entrevista es posible incluso desde la discrección.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Truckers, Kickers, Cowboy Angels.

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El rock es un universo. Y sus galaxias están perfectamente etiquetadas: jazz-rock, blues-rock, glam-rock, folk-rock… y por supuesto country-rock. Un buen día, allá por la mitad de la década de los sesenta, alguien se dió cuenta de que los tupés y las melenas encajaban dentro de los Stetson. Las guitarras eléctricas eran compatibles con las de pedal, y las baterías no eran capaces de silenciar a las mandolinas. Dylan lanzó “John Wesley Harding” y los Byrds “Sweetheart of The Rodeo”. Un tipo llamado Gram Parsons, un genio nunca suficientemente adorado, escuchaba a los Stones y planeaba crear los Flying Burrito Brothers. La América rural, blanca y proletaria, se daba la mano con el asilvestrado sonido que venía del blues y la electricidad. “Estás preparado para el campo / porque ya es tiempo de ir”, cantaba Neil Young en “Are you ready for the country”.

Otras fusiones han resultado perecederas, menos perdurables. El country-rock sigue de actualidad con otros nombres porque tenía sentido: instrumentaciones similares, buenos juegos vocales, grandes compositores, cervezas frías y un cierto olor a vaca. Música fresca como el agua del arroyo, limpia como el rocío de la montaña. “La emisora de música country suena suave / pero no hay ninguna razón para apagarla”, recitaba Dylan en “Visions of Johanna”.

De todo esto hablan dos discos absolutamente memorables, tanto por su contenido sonoro como por su trascendencia informativa: “Truckers, Kickers, Cowboy Angels”. Editados por el sello Bear Family, famoso por la cuidada edición de todas sus referencias, estos discos incluyen, además de 64 canciones (2cd+1cd), sendos libretos (150 páginas) escritos por Colin Escott, prestigioso escritor y productor. Todo lo que debemos saber sobre el country rock está en estos discos, dedicados al periodo 1966/68 el primero, un doble, y a 1969 el segundo, sencillo. La lista de músicos y canciones es simplemente apabullante: The Byrds, Flying Burrito Brothers, Bob Dylan, Buffalo Springfield, The Band, Linda Ronstadt, Doug Sahm, Lovin’ Spoonful

Sin duda la colección sobre country rock más importante, seria, documentada y excitante de cuantas se han publicado jamás. ¡Y prometen nuevos volúmenes! Los dos primeros son absolutamente imprescindibles.

Para leer más: Aquellos vaqueros contraculturales.