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El ruido y la furia

“La música es una cosa amplia, sin límites, sin fronteras, sin banderas”. León Gieco

La feria es suya. De Esperanza Oña. Y por eso solo se baila la música que ella quiere. Esperanza es la alcaldesa de Fuengirola, del Partido Popular, y ha prohibido en las fiestas de la localidad todos los estilos de música excepto aquellos “interpretados en español”. Un bando municipal recuerda a los vecinos que, durante los festejos de la Virgen del Rosario, “bajo ningún concepto se permitirá la ambientación musical con los siguientes géneros: funk, rap, reggaetón, electrónica, metal, punk, música gótica, country, sonidos alternativos o ritmos latinos en general”. ¿Que es usted de Mali, de Texas o de Bélgica y quiere poner en su bar un cd de Ali Farka Touré, Stevie Ray Vaughan o Jacques Brel? Mal asunto. ¿Que nació usted de Baracaldo, Teruel o en el mismo Fuengirola y le apetece bailar con Bob Marley, The Specials o Rubén Blades? Pues o se espera a que pasen las fiestas o se arriesga a tener que pagar una multa de 300 euros. Mientras tanto puede elegir entre Andy y Lucas, Melendi, los Del Río y tantos y tantos otros.

La decisión de la alcaldesa de Fuengirola ha hecho mucho ruido: parece una intolerable intromisión en la libertad sonora de los ciudadanos. Si bien es cierto que el bando deja numerosos géneros disponibles, desde el power pop al trash pasando por el blues, lo cierto es que se trata de una apuesta conservadora. Nada de ruidos bastardos, de sonidos inmigrantes, de músicas del mundo. Pachanga, flamenquinto y rumbitas, que es con lo que se divierte la gente de bien.

La gente de bien tiene un oído muy fino, muy cultivado. Seguramente por eso el Ayuntamiento de Madrid quiere que los músicos callejeros de la capital pasen un examen (prueba de idoneidad) y cumplan determinadas imposiciones, como actuar en aceras de siete metros de ancho o más. Adiós a Malasaña o Lavapiés. Como solo se podrá tocar en Serrano, Goya o la Castellana, los artistas tendrán que ser de gran nivel, con estudios superiores, y deberán cuidar su imagen y centrar su repertorio en piezas ilustres. Nada de rap, rock and roll o canción protesta. Música clásica o, como mucho, new age. Rosendo suspendería la prueba de idoneidad, que aprobarían con matrícula Pablo Alborán y Bisbal.

La calle es quien examina a los músicos callejeros. El que toca mal o canta como un gato, no se come un colín. Pero incluso este merece una oportunidad. Lamentablemente Ana Botella cree que la música callejera es como la política madrileña: aún siendo un inútil, si le echas un poco de cara te puedes ganar la vida.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Todas las mujeres

Anoche se estrenó “Todas las mujeres”, la última película de Mariano Barroso. No asistió el ministro Montoro. Quizá estaba analizando las “cinco grandes mentiras sobre el cine español” que contaba Nacho Escolar en su post de ayer.

Construida a partir de la serie emitida hace tres años por TNT, la película es igual de recomendable que la versión para televisión. Como ya le hablé de ella en su momento, me limito a enlazar con el post de entonces. Y a invitarle a pasar por el cine, para ver películas españolas (y de otros mundos) y darle en todo el morro al mentiroso de Montoro. No es un insulto, es una descripción. Su última necedad no tiene desperdicio: “los salarios no están bajando en España”, dijo ayer en el Congreso.