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Continuista Buenafuente

“Ya dormiré cuando esté muerto”, dijo el director de cine alemán Ranier Werner Fassbinder. El showman Andreu Buenafuente ha hecho suya esa frase en alguna entrevista para justificar el criminal horario, una vez más, de su nuevo programa: comienza pasada la medianoche. ¿Late night? Llámele usted como quiera, que yo seguiré hablando de horario criminal. Por eso estoy viendo “En el aire” (La Sexta) a las once y media de la mañana del día siguiente (Atresplayer), con una media sonrisa en los labios mientras mojo picatostes en un café con leche calentito. Ya dormiré cuando esté Buenafuente…

El showman de Reus ha regresado con el mismo programa de siempre, pero en una versión low cost. El plató tiene presencia, pero la primera media hora resulta un tanto decepcionante: el habitual monólogo inicial flojea, y le sucede una larga charla, repleta de irregulares chascarrillos, entre Andreu, Berto Romero y un nuevo colaborador, sentados en una mesa redonda con un botón descomunal. Poca cosa. Y es que me va usted a perdonar, pero un programa de Buenafuente sin banda en directo, sin Joan Eloi y compañía, ni es programa de Buenafuente ni es nada.

No sorprende el nuevo Buenafuente, que arranca sin demasiado ritmo, muy previsible, algo desganado y con un guión blando, conservador. Pero tampoco decepciona por completo. Ahí está esa entrevista con el gran David Trueba y con Javier Cámara, promoción de la película de ambos. O una enloquecida parodia de un patético vidente. Y quizá lo mejor, ese beso sucio de Berto en un codo de mujer, cuero y lengua. En cualquier caso, el público trasnochador se mantiene fiel al espíritu continuista de “En el aire”, que consiguió en su debut un interesante 14.8% de audiencia y reunió a 1.197.000 noctámbulos.

 

Un motivo para NO ver la televisión

El mundo hasta ayer.

Autor: Jared Diamond.

Editorial: Debate.

Jared Diamond es un sabio. Y lo es tanto por sus conocimientos, inabarcables, como por sus dotes como comunicador: leer a este biólogo, fisiólogo evolucionista y biogeógrafo, además de gran ornitólogo, es un placer inigualable, un placer renacentista.  Dicen que es el Darwin del siglo XXI, y que en sus inteligentes reflexiones sobre el pasado, el presente y el futuro de la especie humana es capaz de mezclar erudición y divulgación como nadie.

Camino de cumplir los ochenta, este profesor de geografía de la Universidad de UCLA cierra con “El mundo hasta ayer” su imprescindible trilogía sobre las relaciones entre la historia de las civilizaciones industrial y tradicional. Tras “Colapso” y “Armas, gérmenes y acero” (por el que recibió el premio Pulitzer) da por terminado su análisis de las sociedades tradicionales con este nuevo libro, casi 600 páginas de lectura tan fascinante como la de una novela.

Y es que Diamond, como el Marvin Harris de “Vacas, cerdos, guerras y brujas” (Alianza) o el Nigel Barley de “El antropólogo inocente” (Anagrama), busca respuestas a los enigmas de la vida desde el análisis de las diversas formaciones culturales. Antropología, con todo lo que eso implica de  geopolítica, ecología, psicología, sociología, lingüística o evolución. Desde la crianza de los pequeños humanos a los conflictos bélicos, pasando por la importancia del lenguaje (de los lenguajes), la alimentación o el respeto a los ancianos.

“El mundo hasta ayer” es una clase maestra de humanidad. Un libro que ayuda a romper fronteras, a reconciliarse con los diferentes y a admirar las formas de vida sencillas y tradicionales.