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un culo, una solución

Tengo 49 años, estoy en el paro, vivo en un pueblo de Castilla La Mancha y Rodríguez Zapatero es el presidente de mi país. He elegido muerte. Mi futuro no es muy halagüeño, seamos realistas. Dada la gravedad de las  circunstancias puedo hacer dos cosas: confiar en el Gobierno o buscarme la vida. Ustedes creen que me debería buscar la vida, ¿verdad?

Las previsiones de paro y empleo para 2010 son desalentadoras: los expertos aseguran que habrá que esperar hasta 2013, cuando previsiblemente el crecimiento de la economía alcance el 3,1% que teníamos antes de la crisis, para que la tasa de desempleo se reduzca. El Gobierno, el mismo que prejubiló a los trabajadores de TVE a los 52 años, ahora pretende elevar a 58 años la edad mínima para jubilarse. ¿Y qué tiene que ver Castilla La mancha en todo esto? se preguntará el lector más espabilado. Pues muy fácil: tres pequeños pueblos de esta comunidad, la mía, han solicitado un almacén de residuos nucleares.

Dicen que la solución pasa por ahorrar. El Gobierno, que está en todo, quiere poner en marcha un plan de austeridad: necesitamos rebañar 40.000 millones de euros hasta 2013 para que no se desmorone el chiringuito. Podríamos sugerir a Elena Salgado, vicepresidenta económica, que el Gobierno prohíba de una puñetera vez el tabaco, de forma que la sanidad pública se ahorre los 7.700 millones de euros que le cuestan anualmente las patologías provocadas por el tabaquismo (¿o perderíamos dinero, dejando de cobrar impuestos?). También podríamos pedir que saquen las tropas de Afganistán, un agujero de vidas y de millones de euros. O que metan mano de una vez por todas a Carlos Fabra y le confisquen los sobres con dinero sin origen justificado que ingresa en sus cuentas.

Podría ponerles infinidad de ejemplos de austeridad en la gestión, pero les avanzaré una idea personal. Una propuesta innovadora, revolucionaria y progresista que une el ahorro económico con la solución al problema de los residuos nucleares. Vamos a ver ¿Por qué tienen que guardarse estos deshechos peligrosos en grandes y costosos depósitos, que se almacenan en edificios descomunales y provocan la división social e hipotecan el futuro de toda una comarca? Demos la posibilidad a los miembros de este Gobierno, y a cada ciudadano pro nuclear, de convertirse en su propio cementerio atómico. Me explico. Con mi proyecto, los eternos restos de las centrales atómicas no se almacenarían en unos cientos de bidones, atrapados bajo toneladas de cemento, sino en unos cuantos miles de supositorios de formato estándar. Un cambio de formato que haría posible que la basura nuclear se instalase en lugares muy receptivos a este tipo de alternativa energética, como los rectos del ministro Sebastián (hay que dar ejemplo) y sus familiares, de los alcaldes de los pueblos pro nucleares y de sus parientes, y de todos aquellos ciudadanos responsables en edad de jubilarse que quieran hacer una última contribución al Estado antes de alcanzar su merecido y eterno descanso.

Con decenas de miles de panderos repletos de basura radioactiva sólo sería cuestión de tiempo que España  recuperase el equilibrio económico. Que las pensiones estuviesen de nuevo garantizadas. Y que el paro fuese un mal recuerdo. ¿Quién dijo mala gestión? Es sólo falta de imaginación.

Zapatero seguro que analizará esta propuesta. Le añadirá una dosis de talante, algo de paridad, un “buenos rectos y buena suerte”, y la dejará caer en esa Europa entregada a su modelo económico. Ya estoy viendo la campaña promocional: “un culo, una solución”.