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Micrófono de oro

“La convivencia estaba rota, hecha pedazos: ardía en el retablos, en el trigo, en los olivares, se tumbaba con dos balazos en el mármol de la autopsias. Era el instante de una sacra violencia”. Rafael García Serrano.

El vídeo del programa “El gato al agua” (Intereconomía) en el que Eduardo García Serrano, periodista e hijo del escritor falangista Rafael García Serrano, insulta gravemente a Marina Geli, Consellera de Salud de la Generalitat de Cataluña, es estremecedor, puesto que resume toda la maldad de unas televisiones concebidas para generar audiencia mediante el odio. Cadenas diseñadas para dividir a la comunidad, para enfrentar a los ciudadanos, para crear malestar social. El minuto y cuarenta y cuatro segundos de programa que aún se puede ver en  Youtube, puesto que Intereconomía lo ha retirado de su web, es uno de los momentos más tristes y miserables de la televisión moderna. Y el ejemplo perfecto de la degradación y utilización de un medio de comunicación que atraviesa una grave crisis de contenidos.

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García Serrano dice que la Consellera Catalana es una “zorra repugnante”, “una guarra” y “una puerca” simplemente porque no está de acuerdo con la nueva campaña de educación sexual para adolescentes de la Generalitat. Y dice todas esas barbaridades ante el regocijo del presentador del programa y del resto de invitados. De hecho, lo peor del vídeo, el momento más lamentable, es cuando se escuchan risas de fondo: la jauría de contertulios que, como hienas, jalean al que suelta la melena y lanza el primer mordisco.

Ante semejante derroche de talento, ejemplo de periodismo de auténtica calidad, resulta comprensible que García Serrano y Antonio Jiménez, presentador de “El gato al agua”, hayan recibido este año sendos micrófonos de oro por su labor profesional, concedidos por la Federación de Profesionales de Radio y Televisión de España.

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“Nosotros amamos España porque no nos gusta”, dijo José Antonio en 1935. García Serrano también da miedo, pero más que por lo irracional de su discurso porque no parece una persona en su sano juicio. Esa mirada, ese tono de voz. Cuando dice cosas como que “España es un país verdaderamente siniestro. Se nos prohíbe fumar, pero a los niños en Cataluña, desde la Consejería de Sanidad, esta guarra les anima a meneársela y a practicar sexo oral”, es evidente que sufre algún desequilibrio emocional que, de alguna manera, le exime de buena parte de responsabilidad. Es un enfermo, y más que tertulias o micros de oro lo que realmente necesita es tratamiento.

Y un correctivo. La Ley Audiovisual debería aplicarse sobre estas cadenas, sobre estos personajes,  con toda dureza. Esa dureza que no encontraremos en la Asociación de la Prensa, la Academia de las Ciencias y las Artes de la Televisión (ATV) o la Federación de Profesionales de Radio y Televisión de España, órganos que deberían entregar menos premios y velar más por el buen nombre de la profesión y el medio.

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P.D.

El 30 de mayo de 2006 Zapatero anunció, en el Debate del Estado de la Nación, que mantenía “su compromiso, recogido en el programa electoral del PSOE y en el discurso de investidura, de abandonar la energía nuclear en España y su anuncio de concretarlo antes de que finalice esta legislatura, tal y como solicitaban las organizaciones ecologistas”. Ayer, y sin duda como prueba de que el Presidente es un hombre de palabra, el Ministerio de Industria y Comercio renovó el permiso de explotación de la central nuclear de Almaraz, que expiraba este año. Diez años más de vida para la central cacereña, espero que miles de votos menos en las próximas elecciones.

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Un motivo para NO ver la televisión.

Sólo un muerto más.

Autor: Ramiro Pinilla.

Editorial: Tusquets.

Novela negra a la vasca. Eso es lo que propone el veterano Pinilla en un libro que se aleja de su clásico “Verdes valles, colinas rojas” y nos ofrece la enrevesada historia de un vendedor de libros que, seguidor incondicional de Chandler y Hammett, quiere resolver la muerte de uno de los gemelos Altube. La acción tiene lugar al terminar la Guerra Civil en Getxo, pueblo en el que Sancho Bordaberri, librero, se transforma en Samuel Esparta, detective privado.

Pinilla ha escrito una novela policiaca tan creíble como original, en la que destaca la solidez de una trama brillante, la simpatía de personajes como Klodobike, ayudante del detective, y el ritmo que adquiere la novela gracias a los diálogos. Entretenimiento de calidad.