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Ecología de salón

En los volcanes Virunga, los soldados que perseguían a los cazadores furtivos no terminaban de entender su trabajo: proteger la fauna del lugar para que viniesen extranjeros a observarla y fotografiarla. Sí, los extranjeros, que habíamos acabado con la naturaleza y los animales de nuestros propios países, queríamos conservar la naturaleza y los animales africanos. Por otro lado, esos mismos extranjeros pagábamos por un colmillo de elefante, un mono vivo o unas maderas tropicales el dinero que ganarían todos los miembros de la patrulla el resto de sus vidas. Los soldados africanos, que veían en la televisión las películas y las series norteamericanas, me decían que ellos también querían tener carreteras asfaltadas, luz eléctrica, hospitales, universidades, agua potable y el resto de lujos de una sociedad civilizada. “Quédense con los gorilas, vénganse aquí con ellos, y déjennos a nosotros ir a vivir a Europa”, sugerían con ironía.

Quieren urbanizar en la playa de Valdevaqueros, un lugar virgen cercano a Tarifa. Los que vamos de vez en cuando a Cádiz estamos muy enfadados: ¡Quieren destruir el paraíso! Nuestro paraíso, digo. Porque muchos gaditanos no tienen paraíso: “La tasa de paro en Cádiz, más cercana a la de la franja de Gaza que a la media nacional”, titulaba un blog de búsqueda de empleo. Cádiz, la provincia que encabeza los índices de pobreza, exclusión social y economía sumergida, cerró 2011 con un índice de paro del 35,55%, el más alto de España.

“El ladrillo siempre sube”, decíamos hasta hace dos días. Hoy sabemos que volver al ladrillo, en Cádiz o en Asturias, sería un error histórico. Tanto como ofrecer a un pueblo sin alternativas que decida entre tener trabajo o playa virgen. Solo pueden elegir muerte. Un chantaje, tan miserable como aquel que han sufrido los vecinos de un pueblo cacereño, invitados por su Ayuntamiento a votar en un referéndum si prefieren dedicar 15.000 euros a la celebración de tres festejos taurinos o a la contratación de trabajadores eventuales.

¿Quieren disfrutar ustedes de las playas vírgenes gaditanas? O de los gorilas de los Virunga, o los elefantes de Ngorongoro. Pues no permitan que los habitantes de esos lugares malvivan. Es muy fácil exigir, desde un adosado con aire acondicionado en una urbanización madrileña, que no se construya en el litoral virgen donde alquilamos cada verano un exclusivo bungalow a pie de playa, al que llegamos, dispuestos a inflarnos de atún fresco,en nuestro potente todo terreno. O exigir que los ruandeses de los Virunga sigan viviendo en la prehistoria por si un día se nos ocurre hacer un safari. No basta con eso.

La hipocresía que rodea los temas medioambientales no tiene límites. Y no hace falta retroceder hasta las mentiras de Zapatero con las nucleares… Ahí tenemos al eternamente enhiesto Algarrobico, quizá el proyecto que podría  servir de inspiración a los constructores de Valdevaqueros, recordándonos la ineficacia de la Administración y su nulo compromiso medioambiental. O al Ministerio de Fomento, que estudia una amnistía para las sentencias de demolición que afectaría a miles de viviendas ilegales, muchas de ellas urbanizaciones del litoral. O a periódicos como El País, que por un lado invita a sus lectores a crear álbumes fotográficos con sus vacaciones en Valdevaqueros, qué cool, y por otro mantienen bloqueado “Ecolaboratorio”, su blog de ecología y medioambiente.