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DEC DEP

DEC, el programa del corazón de Antena 3, ha pasado a mejor vida. ¡A la mierda DEC! Y a la mierda su presentador, Jaime Cantizano, su cuadrilla de periodistas-basura, sus invitados sin dignidad y sus ideólogos sin escrúpulos. A la mierda todos ellos y su civilización del espectáculo y la banalidad. Tras ocho años ensuciando la pantalla con chismorreos, mentiras, humillaciones y frivolidades, el cierre de un programa como DEC solo puede ser motivo de alegría para una sociedad, la nuestra, tan necesitada de buenas noticias. ¡DEC DEP!

El último programa de DEC fue un resumen de su idea suicida de la vida: la hecatombe amarilla, el desprecio por la moral. Cumplió su función, que no era otra que recordar al telespectador cuan cutres y miserables han sido estos ocho años en antena. Una noche especial en la que recuperaron a buena parte de aquellos famosetes que, pobrecillos, se han ido convirtiendo a lo largo de los años en cómplices de semejante esperpento audiovisual. Hubo imágenes y declaraciones de todos ellos, desde Pantoja, Campanario y Ortega Cano hasta Nuria Bermúdez, Ángel Cristo o Esteso y Pajares. Destacaron algunos momentos especialmente emotivos, como cuando Lolita Flores anunció que tenía cáncer o aquel en que Bertín Osborne comentó los problemas de su hijo. “Hemos respirado periodismo por los cuatro costados”, dijo a modo de resumen, y con enternecedora falta de pudor, uno de los periodistas-forenses del programa.

1.500 horas de emisión. ¡Cuántas toneladas de excremento puede evacuar un intestino bien alimentado en 1.500 horas! DEC es uno de esos programas que han contribuido de manera decisiva a crear un género: la telebasura. Por eso merecen nuestros mayores reproches. Por eso y por su grandiosa hipocresía, que incluye desde la recomendación que aparece en pantalla (mayores de 13 años) hasta el envilecimiento del término entretenimiento y la apología del periodismo irresponsable. ¿Es entretenido hablar de la vida íntima de las personas? ¿Fisgar en las miserias ajenas es periodismo?

“Gracias a este programa me he convertido en Jaime Cantizano, presentador. Ha sido hermoso…” dijo el showman en una inolvidable presentación que, por su intensidad y dramatismo, recordó la despedida que Arias Navarro hizo del caudillo. Inmediatamente después llegó María del Monte, y aquello fue un cascabel. “Tras ocho años, a mí me da igual que empleen la palabra telebasura. La televisión es lo más democrático que hay en todo el mundo: un día te quitan y otro te ponen…”, dijo muy acertadamente la folclórica. “Me he dado cuenta de que DEC ha sido la hostia. He tenido el privilegio de formar parte de un programa que ha hecho historia en el mundo de corazón”, soltó una María Patiño que estaba pensando, imagino, en el doctor Christiaan Barnard.

DEC ha contribuido de manera notoria al empobrecimiento de una sociedad, la nuestra, que parece preferir lo superficial a las ideas, el comadreo  al periodismo, la diversión banal al entretenimiento digno. Sin DEC en su parrilla, libres de sus mezquindades y bochornos, la televisión en España es un poco menos mala, algo más interesante, mucho menos indecente y dañina.

 

Un motivo para NO ver la televisión

El tigre

Autor: John Vaillant.

Editorial: Debate.

Esta es una historia de venganza y de supervivencia, como anuncia el subtítulo de portada, pero también de conservación y ecología. La venganza de un tigre asesino, la supervivencia de unos hombres acorralados por la naturaleza, y la ecología y el conservacionismo necesarios para hacer posible la convivencia entre seres humanos y animales salvajes. John Vaillant, periodista, viaja hasta la taiga, en el extremo oriental de Rusia, para seguir las huellas de un tigre siberiano y de un equipo de conservacionistas y rastreadores. A su alrededor, toda la cruel decadencia de un país en descomposición: soledad, frío, alcoholismo, miseria, ausencia de futuro…

Los tigres son objeto de deseo en China, donde sus restos (huesos, vísceras…) se utilizan en la medicina tradicional. En la taiga rusa donde sobrevive el tigre de Amur, la zona oriental de Siberia, madereros y cazadores conviven con los grandes gatos de manera pacífica. Aunque no siempre es así… A finales de 1997 un hombre es atacado y devorado por un tigre junto a la población maderera de Sobolonye, cerca de la frontera china. Yuri Trusth, responsable de una unidad de Inspección Tigre, recibe una llamada de socorro y se pone en marcha: su trabajo es vigilar e investigar los posibles delitos que se cometan en estos bosques helados. Comienza la caza.

Vaillant cuenta esa caza de dos direcciones (hombre a tigre, tigre a hombres) en un reportaje largo, intenso y magníficamente documentado. Por momentos recuerda a los libros de devoradores de hombres del gran Jim Corbett, ambientados en India. En otras ocasiones describe de manera impecable la ruina de un gran país, y las durísimas condiciones de vida en el autentico fin del mundo. Periodismo de calidad.