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CNN-

Cierra CNN+. Después de once años en antena, la cadena del grupo Prisa que emitía sólo información, anuncia que en diciembre dejará de pagar a CNN el canon de franquicia “y no ejercerá su opción para un canal de noticias en TDT”. Un cierre que confirma el fracaso estrepitoso de la política audiovisual del Gobierno socialista, diseñada, según han repetido en numerosas ocasiones tanto el ministro Sebastián como la ex vicepresidenta Fernández de la Vega, para conseguir una mayor pluralidad. Lo cierto es que esa política ha consistido en repartir canales entre las grandes empresas, permitir fusiones entre cadenas y debilitar la tevisión pública. Se supone que los ciudadanos no debemos preocuparnos, puesto que nos quedamos sin CNN+ pero tenemos Intereconomia, Veo 7, Gol Tv, Neox, La siete, Nova, Marca tv, La diez, Popular tv… Calidad y servicio público, que es de lo que se trata ¿verdad?

Está pasando, lo estas viendo”, decían muy animosas las promociones de CNN+. Pero la cadena estaba sentenciada desde hace tiempo. Concretamente desde que los dueños dejaron de ganar dinero a espuertas, comenzaron a perderlo a raudales y tuvieron que vender su alma a Telecinco. Es lo que tiene la ludopatía, que diría Enric González: si tienes una mala racha, pierdes hasta la camisa. La camisa en este caso es de papel y, gracias a san Assange, patrono de los periodistas de raza, de momento la tienen puesta y les llega al cuello: Wikileaks nos ha devuelto a todos la confianza en el periodismo bien hecho, el de toda la vida, ese fiable y rentable que sólo son capaces de hacer los grandes periódicos, los buenos periodistas.

Precisamente mañana tendrá lugar un debate en CaixaForum Madrid titulado “El periodismo en la era Wikileaks”. No estaría mal otro debate, quizá menos comercial pero no por ello menos interesante, llamado “El periodismo en la era CNN+”. Si se animan, ahí tienen una primera reflexión: “¿Los que acaban de cerrar por ruina CNN+ no son los mismos que gestionan con éxito Wikileaks? ¿Tanto ha cambiado el periodismo en unas horas?”.

El cierre de CNN+ es una noticia mala, malísima, que demuestra el deterioro del periodismo, el desprecio por la información de calidad y, sobre todo, la inoperancia y la falta de ideas de empresarios y gobernantes. Sin CNN+ el panorama televisivo e informativo español es mucho más pobre que la sensación que pueda transmitir el simple análisis de las audiencias de la cadena.

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Un motivo para NO ver la televisión

La mano de dios

Moebius Transe Forme


Conocí a Jean Giraud hace muchos años, en un salón del comic de Barcelona. Cuando terminamos la entrevista, para un reportaje en El País sobre el mundo de la historieta, Giraud cogió un rotulador negro y una gran plancha de acetato transparente. Pensó durante un segundo y dejó que su mano, la mano de dios, dibujase un Arzach subido en su enorme pterodáctilo. “Para ti”, me dijo. Si no lo hubiera hecho, también le adoraría. Moebius (o Giraud, o Gir, o como quiera llamarse) es el lugar en el que todo puede ocurrir. El espacio abierto, libre y en constante transformación donde los exploradores galácticos sueñan con destinos gloriosos mientras el teniente Blueberry se juega la vida en OK Corral. El libro donde se abren las puertas del garaje hermético y John Difool navega por el metafísico Incal. El rincón que nos enseña un tiroteo de Jim Cuttlass en el Mississippi justo antes de que un delirante color celeste tiña Venecia. Moebius es el caos convertido en arte, en color, en poesía, en belleza suprema.

Es bien sabido que en el mundo del comic hay un antes y un después de Moebius. Por eso la exposición que, hasta el próximo 13 de marzo, tiene lugar en la Fundación Cartier de París es un homenaje que se deberían dar todos los amantes del comic, de la ilustración, de la fantasía. Resume por primera vez lo mejor de los 50 años de trabajo de Moebius: originales de todos sus clásicos, bocetos que muestran su forma de trabajar, autorretratos y algunas maravillas inéditas, como un bestiario con cien dibujos de otros tantos seres fantásticos. Interesante el vídeo sobre su vida. E imprescindible el corto de animación en tres dimensiones sobre dos exploradores espaciales.

rigor mortis

Si usted está enfermo, muy enfermo, ¿a quién acudiría? ¿A un forense o a su médico de cabecera? Pues Zapatero ha elegido el forense. En lugar de tirar la casa por la ventana y darse un baño de masas en “La Noria”, como se ha puesto de moda entre los socialistas desesperados, el presidente del Gobierno acudió anoche al informativo de Pedro Piqueras. Y por unos minutos, concretamente cuarenta, el noticiero de Telecinco tuvo como protagonista a un personaje vivo. No con unas constantes vitales como para tirar flores, para qué vamos a engañarnos, pero al menos vivo. Mañana regresarán los accidentes, la violencia doméstica, el terrorismo, los cadáveres…

Una conversación entre un enterrador y un medio cadáver sólo puede resultar mortecina. “Con todo lo que está cayendo a su alrededor, ¿cómo está usted”, dijo Piqueras a modo de bienvenida. “Pues bien”, respondió un Zapatero a quien el maquillaje televisivo cada vez tapa menos vacíos. Después llegaron las preguntas aparentemente agresivas: “Ha querido usted cortar, y perdón porque se lo diga así, a Tomás Gómez por la presidencia de la Comunidad”; “¿Considera que usted ha perdido?”; “¿Nota movimiento de sillas por ser el sucesor de Zapatero?”; “Hay quien piensa que se ha iniciado la senda del post zapaterismo…”. Zapatero no se daba por aludido: “No he escuchado yo eso”, respondía a esta última pregunta, sin duda reservándose para repetir el discurso general que venía a ofrecer, y que yo resumiría en una frase: “la reforma laboral se va a mantener en sus términos”.

Pero lo peor no fue lo que dijo el presidente, todo absolutamente predecible, ni siquiera que Piqueras renunciase a repreguntar, también predecible, sino la torpeza con que se expresó Zapatero. Cada vez de manera más insegura, más torpe, más aburrida y abstracta. En un momento dado Piqueras, tal vez consciente de su imagen lúgubre, dio paso a grabaciones en color con preguntas formuladas por gente de la calle y por famosos como Luis Tosar o David Villa. No se pierdan las respuestas del presidente a la pregunta de este último sobre el futuro de la minería: “…hasta que llegue el día en que el carbón llegue a ser una fuente autóctona de energía” y “Necesitamos ministros que defiendan el carbón”. ¿Qué más se puede añadir a semejantes despropósitos?

No acababa de salir Zapatero del ataúd-estudio de los informativos de Telecinco cuando Felipe González arrancaba una entrevista con Gabilondo en CNN+. Con la tranquilidad del que no es responsable de todo un país, González se mostró como en sus últimas apariciones en televisión: sobrado, altivo, incluso soberbio. Como debe ser todo gurú europeo que promociona un nuevo libro (“Mi idea de Europa”, RBA). Pues bien, lo que resultaba descorazonador y triste no era esa soberbia rampante, sino lo envolvente, anecdótico y bien construido de su discurso. En una pelea entre González y Zapatero, el primero tranquilamente le podría dar dos puñaladas de ventaja al segundo…

Justicia en prime time

El 3 de octubre de 1995, a las diez en punto de la mañana, el portavoz del jurado del caso O.J. Simpson pronunció las palabras mágicas: no culpable. Más de 150 millones de estadounidenses vieron la ceremonia por televisión y escucharon esas dos palabras, el veredicto del juicio más seguido por el público y los medios de comunicación. La “O. J. manía”, uno de los fenómenos mediáticos más sorprendentes de la historia, surgió de la unión entre televisión y justicia.

En España queda mucho camino por andar. Acaba de terminar el juicio por el asesinato de Nagore Laffage, la joven estrangulada durante los Sanfermines del pasado año por un psiquiatra de la Clínica Universitaria de Navarra, y las audiencias televisivas han sido irrelevantes. Pequeños empujones a unos informativos y magazines matinales acostumbrados a lo macabro. Pero no se preocupen amantes de la crónica negra, porque acaba de arrancar el juicio por el crimen de Fago. Entre uno y otro suceso han podido disfrutar de litigios menores, como el crimen de la catana o el asesinato de Sandra Palo. Lo justo para quitarse el mono.

La suerte de Santiago Mainar la podemos seguir a la carta: en directo en CNN+, en diferido en el resto de informativos, o bien en reposados reportajes y tertulias vocingleras. Lamentablemente, el presunto autor de los disparos que acabaron con la vida del alcalde de Fago es guarda forestal, no jugador de la NFL. Huesca no es California, y Fago no está en Los Ángeles. Resultan enormes las diferencias entre ABC, CNN o Discovery y Telecinco, Antena 3 o TVE.  Esta última, sin ir más lejos, suspendió la reposición prevista para el pasado fin de semana de “Fago”, una mini serie espantosa. ¡Qué grave error, qué concesión a la razón, qué mojigatería televisiva! La justicia, para que pueda ser disfrutada en toda su grandeza, debe ser popular y ocupar el prime time.
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Así lo entendió Telecinco, que dedicó tres horas de su programación de tarde del domingo a Fago, con un reportaje y un especial, presentado por María Teresa Campos, que incluía la presencia en directo de la hermana de Mainar. “¡Que no se vayan de rositas!”, reclamaba en un alarde de profesionalidad la veterana presentadora ante la mirada atónita de Marcos García Montes, abogado de Mainar. García Montes, letrado de tantas y tantas inolvidables superproducciones, es uno de esos abogados televisivos que parecen aceptar los casos no tanto por la índole del delito, sino por su repercusión mediática. ¿Recuerdan a James Wood en “Shark”? Pues eso.

Nos gusta la ficción, pero preferimos la realidad. Buena prueba de ello es que court shows como “Tribunal popular” o “De buena ley” pasaron a la historia. Siempre habrá un buen crimen pasional, un robo con violencia, un asesinato con ensañamiento, que nos ayuden a recordar que los monstruos son otros. Lo inaudito es que se retransmitan procesos judiciales protagonizados por personajes anónimos. Seguro que ustedes permanecerían hipnotizados delante de sus pantallas viendo en el banquillo a Mario Conde, los Albertos, Roca, Julián Muñoz o cualquier político corrupto, de esos que se quejan cuando les graban saliendo esposados del ayuntamiento. El éxito de O.J. Simpson demostró que los espectadores exigen telerealidad de calidad, que es tanto como pedir acusados mediáticos. La “Mainar manía” es imposible. Por tanto, nada de delitos de barrio, asesinos sin nombre y chorizos de medio pelo. En el banquillo, galacticos.

P.D.1

Eurodisney. En eso dicen en el PP que se convirtió el último mitin del PSOE, celebrado ayer en Madrid. Y lo dicen porque intentó revolucionar el concepto tradicional de acto político, convirtiéndolo en todo un show televisivo. ¿A la norteamericana? No sé si tanto… En el PSOE hablan de mitin interactivo. Hubo música en directo, presentadores-animadores, reporteros que entrevistaban a los protagonistas, grandes pantallas de vídeo, entradas triunfales de líderes y lideresas por una alfombra roja, cámaras persiguiendo a Zapatero y señora por los pasillos… ¿Eurodisney? Efectivamente. Igual de hortera.

P.D.2

“La chistorra de aquí a veces es un poco pesada…”, dijo un comentarista de Canal + después de que un linier del partido Osasuna-Valencia, jugado en Pamplona, recibiese el impacto de un bocadillo en la cabeza.

 

Un motivo para NO ver la televisión.

El Veredicto.

Autor: Michael Connelly.

Editorial Roca.

El abogado Mickey Halley, protagonista de “El veredicto”, habla con el juez sobre lo que llaman “orden de casa”. Que no es otra cosa que aceptar una solicitud de la cadena Cortes TV para emitir en directo segmentos del juicio. Ni el fiscal ni él ponen reparos. “Al fin y al cabo es propaganda gratuita, en mi caso para conseguir nuevos clientes”, confiesa el abogado.

Michael Connelly reúne en su último libro, por primera vez, a Haller y Harry Bosch, los dos grandes protagonistas de sus novelas. El peso de la historia cae sobre el primero, que tras un periodo de mala fortuna a nivel profesional hereda todos los casos de un compañero asesinado. El caso estrella del lote, la defensa de un productor cinematográfico acusado del asesinato de su mujer, se complica de tal manera que requiere la colaboración de ambos personajes. Haller y Bosch, espíritus aparentemente antagónicos, están condenados a entenderse. Lo hacen en esta nueva joya negra de Connelly.