Hace solo unos días hablábamos de los desequilibrios de la vida. Moría un escritor del talento de Doctorow, cronista de grandes historias del siglo XX, al tiempo que tertulianos tan impresentables como Isabel San Sebastián inundaban las televisiones de rencor, ira y mentiras. Los desajustes vitales, las incongruencias, siguen: Mientras en Madrid cierra por sorpresa uno de sus monumentos populares históricos, el Café Comercial, en Valencia se anuncia que Canal 9 volverá a emitir en octubre.

El Comercial era el café. Un lugar de cita y encuentro, y también de tertulia y reflexión, de reunión y trabajo, de lectura y análisis. Un espacio para el ciudadano que busca abandonar la calle durante unos minutos y sentirse en casa, en una casa común donde estar rodeado de historia, de tranquilidad, de gente que no habla por teléfono, de camareros conocidos y vecinos del barrio. Un local clásico que abrió en 1887, nada más y nada menos que 128 años de conversaciones, historias y momentos. Machado, Galdós y Ferlosio se sentaron en sus mesas. Un trocito importante de Madrid que se va para siempre.

Sin embargo Canal 9 parece que regresa. El nuevo presidente de la Generalitat Valenciana, el socialista Ximo Puig, ha anunciado que la televisión autonómica cerrada por el PP en noviembre de 2013 volverá a la vida el próximo octubre. La pregunta es obvia: ¿Merece la pena resucitar este cadáver? Puig parece tenerlo claro: “Queremos todo lo contrario de lo que ha sido el anterior modelo de televisión”.

¿Así de fácil? No es sencillo poner en marcha un monstruo de las dimensiones de Canal 9. Dimensiones no solo físicas, espero que no caigan en el viejo error de hacer una televisión insostenible, sino también políticas: convertir de nuevo la cadena autonómica en un instrumento de propaganda. No olvidemos que Canal 9 cerró en noviembre de 2013 con una deuda de 1.300 millones de euros y una plantilla de 1.300 empleados. La Generalitat Valenciana cifró el coste del cierre en 144 millones, mientras que fuentes de la liquidación elevan la factura a 200. Entonces parecía no haber problemas de dinero. Pagaron 20 millones a José Luis Moreno, 9 a Fernando Sánchez Dragó, 32 por el programa Tómbola…

Creo en la televisión pública. Siempre que esté bien gestionada, que sea independiente, que sea austera y que se dedique al servicio público. Es decir, que ofrezca al ciudadano todo aquello que las televisiones comerciales no le dan. Pero tengo la sensación de que no es una buena idea revivir un cadáver con tan negro pasado. Quizá porque cada vez creo menos en los grandes partidos… Canal 9 ya era historia. De la manipulación y el despilfarro. ¿No sería más razonable bailar sobre su tumba?