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Abdica o revienta

¿Merece la pena estudiar periodismo? Esta pregunta se la hacen cada día cientos de chavales en las puertas de la facultad, tras asistir a una clase larga y tediosa. Y es que en estos tiempos de crisis y recortes emprender una carrera universitaria se ha convertido en un lujo. No todas las familias pueden permitirse pagar tan largos estudios, y menos aún los lujosos masters posteriores, imprescindibles para conseguir trabajo. Insisto: ¿Merece la pena estudiar periodismo? De ninguna manera. Esta profesión maravillosa se aprende siguiendo de cerca los medios de comunicación consagrados, esos que nos ofrecen cada día auténticas clases magistrales de periodismo práctico. ¿Que a usted le interesa el arte de la entrevista? Ahí tiene la que le realizó Jesús Hermida a su majestad el Rey Juan Carlos en TVE, un prodigio de acometividad e irreverencia. ¿Que usted prefiere la información gráfica? Le recomiendo las explicaciones de Javier Moreno, director de El País, sobre la selección, compra y edición de imágenes de un Chávez agonizante. Con permiso de Magnum, la cumbre del fotoperiodismo.

Finalmente a aquellos que quieran ser reporteros, y dedicarse a esa meca del periodismo que es el reportaje, les recomendaría memorizar un texto que se ha convertido en obra cumbre del género: “El tiempo del príncipe”, la pieza que publicó el pasado domingo el suplemento semanal de El País dedicado a Felipe de Borbón. Ocho páginas, nueve fotografías y decenas de palabras bellas para describir a un hombre que, con los 45 años recién cumplidos, “hila tan fino como si tejiera las barbas de un antílope de Cachemira”. Y no como su cuñado Urdangarín, ese malaje que con sus tejemanejes y sus empalmes isleños “ha salpicado el manto de armiño de la institución”.

¿Tomas nota, chaval? Lenguaje directo, vocabulario sencillo, sinónimos faunísticos y no perder nunca, jamás, el espíritu crítico sobre el que se construye el buen periodismo: “Felipe de Borbón es fieramente humano… ha intentado mantener una enorme coherencia en su vida, basándola en valores como la honestidad, integridad, solidaridad, servicio, utilidad y responsabilidad. Incluso renunció al amor cuando no convenía al futuro de la nación”.

Una nación a la que no le conviene el amor, perdone que le diga pero no es nación, ni tiene futuro, ni nada de nada. Pero esa es otra cuestión, y hoy no estamos hablando de pasiones y sentimientos, sino de periodismo. Periodismo del bueno. Del que se muestra implacable con los poderosos, del que desvela las miserias de las instituciones y desnuda las ruindades de los potentados. En la primera página de este texto modélico se utiliza siete veces la palabra “dictador” para referirse a Franco, maldita sea su estampa, y sin embargo cuando habla de Juan Carlos se apresura a decir, segundo párrafo, que “su hoja de ruta era prescindir del poder heredado… Convertirse en un símbolo aceptado por todos”. El periodista, que no renuncia a los temas espinosos, sentencia: “La Monarquía volvió a España en 1975 porque la nación la consideraba útil”. ¿Recuerda usted el día que nos preguntaron?

El buen periodista, embriagado por su propia incorruptibilidad, suele mostrarse despiadado con quienes ostentan autoridad o posiciones privilegiadas. Como muestra, ahí tienen el reportaje de El País, en el que se huye del halago y se hace un despiadado perfil de Felipe de Borbón: “concienzudo y cabezota… se fía más del cerebro que del olfato; apuesta por la solidaridad… le gusta discutir y madurar con calma cualquier decisión… tiene la obsesión de hacerlo bien, de ser útil, integrar y trabajar por España, de prestigiar a su país… de ser un vehículo de concordia y convivencia en la España plural… Su obsesión es conectar con la gente y emprender acciones positivas para España y su imagen y prestigio… No es un personaje de ficción, es de carne y hueso, es dormilón…es feliz en su vida personal, un padrazo volcado en sus hijas…es un buen tipo”.

¿Emocionado? Pues verá cuando lea que Felipe “está convencido de que Letizia Ortiz es la perfecta compañera de viaje”. Y que la ex periodista no se que queda atrás en cursilería, y piensa que su real pareja es “una persona que merece la pena”. Limpio el teclado de lágrimas, me sueno los mocos, y continúo…

En ocasiones es difícil diferenciar entre periodismo y literatura. Quizá este furibundo, pero necesario, reportaje publicado por El País Semanal, un real garabato, venga a sumarse a la sucesión de trabajos que se están publicando y emitiendo estos días sobre la vida y milagros del príncipe Felipe. Todo parece indicar que, incluso desde medios que un día se autoproclamaron progresistas, están preparando la sucesión. Abdica o revienta. Y es que a estas alturas, ni el siempre prudente Iñaki Gabilondo respeta las canas y las prótesis de su majestad: “El reinado de Juan Carlos se tambalea y el tiempo no va a jugar a su favor…”.

 P.D.

¿Clases magistrales de periodismo en la prensa diaria? Ayer tuvimos un ejemplo magnífico en la información que publicó El País sobre los papeles secretos de Bárcenas, firmada por J.M. Romero, Francisco Mercado, Miguel Jiménez y Carlos E. Cue. Periodismo capaz de derribar gobiernos.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Beth Hart

Cd: The Best Of.

Un grandes éxitos, con 16 canciones como 16 soles, para entrar en el fabuloso mundo blusero de Beth Hart, una cantante de blues realmente sorprendente. Blanca, compositora y pianista, californiana de Los Angeles, ha grabado nueve discos, uno de ellos junto al guitarrista Joe Bonnamassa, que se resumen en este “The Best Of”.

Beth toca el piano desde los cuatro años. Y ha recorrido todos los clubes de la Costa Oeste con sus blues, a veces pesados, en ocasiones acústicos, siempre apasionados. Porque esta chica puede cantar contenida como una veterana o desbocada como la mejor Janis Joplin. Siempre muy, pero que muy, salvaje.