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Adiós con el Calderón

Cuando mi tío Ángel me llevaba, cogido de la mano, al Calderón, quiero pensar que por el Paseo de los Melancólicos, mis ojos de niño de siete u ocho años quedaban a la altura de sus muñecas. Los puños blancos de la camisa asomaban por las mangas de la chaqueta. Sobre la tela inmaculada destacaban unas pequeñas insignias que me acompañaban todo el camino, desde Chamberí hasta la orilla del Manzanares: barras rojas y blancas, unas estrellas, un oso y un árbol. Antes de ver ese escudo es evidente que había visto a mis padres, a mi familia, a mis compañeros de colegio o guardería… Pero si hoy me preguntas cuál es mi primer recuerdo, qué fue lo primero que contemplé en la vida, no lo dudaré un momento: el escudo del Atleti en los gemelos de mi tío Ángel camino del Calderón.

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¿Cómo no voy a guardar como oro en paño la diminuta cajita de cartón, apenas tres centímetros de lado por uno de alto, donde están esos gemelos desgastados? Unos gemelos que nunca me pondré, jamás he tenido traje y mis camisas son de leñador. Unos gemelos que ya nadie llevará nunca camino del Calderón.

El adiós al estadio de tu equipo es mucho más que la despedida a un centro de ceremonias paganas. Se trata del Teatro de los Sueños, como bautizó Bobby Charlton al legendario Old Trafford del Manchester United. El adiós al estadio de tu equipo es la despedida definitiva a una época, a un momento de tu existencia, la niñez, en el que la vida rueda con la sencillez y la ligereza con que lo hace el balón. Luego las cosas se enredan, la suerte va y viene, el tiempo te sacude duro. Todo cambia, todo se va jodiendo, excepto un pequeño y misterioso milagro que te permite retroceder cada domingo en el tiempo, volver a ser un niño, vivir de nuevo la vida simple, rozar con la punta de los dedos la felicidad. Sueños. Sentimientos puros, pasiones inocentes, entusiasmos desenfrenados. ¿Cómo es posible sentir semejante alegría? Muy sencillo: la pelota ha vuelto a rodar.

Pero eso ya será en La Peineta. Como dijo Kipling, se trata de otra historia que deberá ser contada en otra ocasión.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Cazadores de nazis.

Autor: Andrew Nagorski.

Editorial: Turner.

9788416354139

Este libro habla de la justicia. De la búsqueda de justicia. De cómo es imprescindible que se conozca la verdad, que se juzgue a los culpables, y que se devuelva la dignidad a las víctimas. Y por supuesto de los hombres que lucharon por todo ello, un puñado de valientes que, movidos por sentimientos más o menos nobles, se dedicaron a seguir de manera incansable el rastro de los grandes asesinos del Tercer Reich. De alguna forma su trabajo fue un homenaje a las víctimas, y un legado valiosísimo para aquellos que no vivimos la tragedia pero tememos se repita.

“El propósito de estos juicios es que fuera imposible que con el paso del tiempo, alguien dijera: Oh, eso nunca sucedió, no es más que propaganda, un montón de mentiras”, dijo Harry Truman sobre los juicios de Núremberg. El que fuera presidente de los Estados Unidos entre 1945 y 1953 se refería a la necesidad de escribir un relato veraz que pudiera formar parte de la historia. También habló de “escarmentar a los culpables”.

Cuando los aliados entrarón en Alemania, algunos líderes nazis no pudieron asumir la derrota y se suicidaron. Pero la mayoría colgaron el uniforme y huyeron. Una parte de ellos trató de integrarse en la sociedad alemana, como si nada hubiera sucedido. Otra escapó al extranjero, a países lejanos, en algunas ocasiones con identidades nuevas. Eran asesinos despiadados, genocidas, responsables de la muerte de millones de personas, creadores de un macabro plan para exterminar culturas enteras. Y pretendían escapar de la justicia. No podía ser: si esos crímenes atroces quedaban impunes, la ley no tendría sentido y la humanidad viviría con miedo.

“Cazadores de nazis” cuenta cómo acaba la guerra, huyen los asesinos y se celebran juicios que serán leyenda. Y también, la esencia del libro, cómo un puñado de hombres decide que no habrá lugar en la tierra donde los grandes criminales nazis encuentren refugio. Uno de los más conocidos fue Simon Wiesenthal, quien siguió la pista de Adolf Eichmann, el teniente coronel de las SS que diseñó la llamada “solución final”, incluyendo los trenes de deportados a los campos de concentración. Otro fue el francés Serge Klarsfeld, quien persiguió al capitán de las SS Klaus Barbie, jefe de la Gestapo en Lyon que no tenía la mala fama de Mengele, Eichmann o Höss, pero que fue responsable de torturar y matar a miles de personas. Le llamaban “El carnicero de Lyon”.

Andrew Nagorski es un prestigioso periodista británico con una amplia trayectoria internacional en la revista Newsweek. Normal: no solo escribe de maravilla, sino que sabe contar historias. Este “Cazadores de nazis” podría considerarse un gran reportaje, más de 400 páginas de reporterismo de primera calidad. Un libro que se lee como una novela policiaca, repleta de acción y misterio, pero también de valiosísima información histórica. Nagorski funde de manera absolutamente natural ambos conceptos, regalándonos una narración memorable sobre el bien y el mal.

Termino el libro, lo devoro, y pienso en lo sano que debe resultar para un país enfrentarse a sus fantasmas. Y hacerlo sin fanatismo, con una única intención: conocer la verdad, escribir la historia y dar un paso al frente. Lea y aprenda.