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El duelo

Dicen los especialistas que, cuando se produce una muerte trágica, hasta que no se despide a la persona querida no comienza el proceso de duelo. Este un mecanismo que en estos días, con motivo del accidente del avión de Germanwings, nos recuerdan una y otra vez todos los medios de comunicación. Los equipos de psiquiatras y psicólogos aseguran que hay situaciones terribles en que la despedida tarda en llegar, y que entonces se producen largas esperas que solo sirven para aumentar el dolor. “Lo que necesitan los familiares es apoyo psicológico, tratamiento y dignidad”, afirma Pilar Vera, presidenta de la Asociación de Afectados del vuelo JK5022 de Spanair. Con motivo de este accidente el decano del Colegio de Psicólogos explicó que es fundamental algún tipo de “cierre”, que es necesario que se identifique al familiar como oficialmente fallecido. Poner fin al duelo, aplicar un bálsamo para el dolor.

Le cuento todo esto porque, viendo la última portada de La Marea, recordé que hay mucha gente, además de los familiares de las víctimas de grandes accidentes aéreos, que tienen que cerrar sus duelos, que necesitan un trato digno, que llevan años acumulando dolor ante la indiferencia de políticos, jueces y administraciones. En la portada de La Marea se puede ver la silueta recortada de España flotando entre nubes, con un niño con una pala en el centro. Bajo sus pies, en las raíces del país, cráneos humanos. Los de los 130.000 desaparecidos por el franquismo.

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Más de 130.000 desaparecidos, con miles de familiares directos que no han podido “cerrar” el duelo, que son ignorados por el estado, que llevan décadas indefensos, sumergidos en la indiferencia y el dolor.

“La verdad de la dictadura aún molesta”, titulaba Babelia, el suplemento cultural de El País, una información sobre la gestión de la memoria. Jorge M. Reverte era contundente: “Queda Franco para rato”. Y es que la sombra del dictador es alargada, y va mucho más allá de los rótulos de algunas calles o del Cabildo de Fuenteventura, que ha tenido que esperar hasta la pasada semana para retirar los honores y distinciones concedidos en su día a Francisco Franco.

Verdad, justicia y reparación para cerrar el duelo de las víctimas del franquismo. Para avanzar en la historia.

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Un motivo para NO ver la televisión

Paz

Autor: Ahmet Hamdi Tanpinar.

Editorial: Sexto Piso.

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No se me ocurre mayor placer que pasear sin prisas por las calles de Estambul, quizá por la zona universitaria, detenerse en un viejo café, sentarse junto a la ventana y leer “Paz”. El olor de los bollos calientes, el rumor de las conversaciones, la luz difuminada por el cristal cruzándose con el humo… y la maestría de Tanpinar a la hora de describir el pulso de la ciudad, de ver en el camarero a “un tasador de seres humanos. Claramente un tasador de hombres”. La perfección. “Se acurrucó en un rincón entre el olor a aceite requemado, las canciones en griego, los gritos de los camareros, las sonrisas prestas que parecen volar por el aire, los vapores del alcohol y el humo de los cigarrillos… Las voces en su interior continuaban a pesar del estruendo que le rodeaba”.

“Paz” forma, junto a “Estambul” de Orhan Pamuk, la pareja de guías literarias perfectas para la ciudad del Bósforo. Pero mientras que la obra de Pamuk tiene mucho de autobiográfica, la de su maestro Tanpinar tiene unos protagonistas que viven en las calles, que ganan y pierden, que aman y sufren, que viven con intensidad una ciudad tan fascinante como sus propias vidas.

“En un días de agosto como aquel, esos barrios de Estambul aparecían exhaustos por la suciedad, el polvo y el calor. En todas partes saltaban a la vista el aliño a la ruina, el hastío multiplicado por el calor, multitud de rostros enfermos y cansados y el desplome fisiológico. Hasta ese punto se parecían la ciudad y sus habitantes”.

“Paz” es un preciso relato socio-político de la sociedad otomana en un periodo fundamental de la historia, poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero sobre todo es una crónica, en ocasiones fiel, en otras lírica, de la vida en una ciudad única, especial, que vive momentos de dudas y de esperanzas. Un libro imprescindible.

“Allí, en medio de tanta miseria, suciedad y descuido, entre los hombres y mujeres en andrajos que llenaban las calles, tullidos, cansados, que se habían lanzado a la calle sin encontrar un momento para afeitarse o peinarse, brillaba de repente en el lugar más inesperado una fuente de tiempos pasados con sus miradas, su estampa y su personalidad vencen el desaliño de su indumentaria y no te permiten la oportunidad de fijarte en otra cosa que no sea su rostro…”.

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