TVE fuera de Gaza

Israel ha acusado a Yolanda Álvarez, corresponsal de TVE en Oriente Próximo (con sede en Jerusalén), de ser “activista de Hamás”, y de “actuar como correa de transmisión de los mensajes, cifras, imágenes y datos”. En el comunicado, firmado por el portavoz de la Embajada de Israel en España, Hamutal Rogel, y colgado en su página oficial de Facebook en nuestro país, se preguntaban: “¿Alguien puede creerse que no ha tenido oportunidad de hablar y tomar imágenes de los terroristas?”.

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Hubo un tiempo en que todos los periodistas del mundo soñaban con entrevistar y fotografiar a Bin Laden. Los periodistas pueden entrevistar a quien se les antoje, y tomar imágenes de aquello que crean que ayuda a contar una historia. Yolanda Álvarez cumple con su trabajo, y lo hace de una manera discreta y profesional: no es una periodista de guerra de tertulia televisiva, de presentación de libros, de salón. Es una periodista que cuenta lo que está pasando desde el lugar en que está pasando. No desde donde salen las bombas, sino desde donde caen. Donde la gente sufre y muere.

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En un primer momento, el Consejo de Informativos de TVE no salió en defensa de la periodista “porque a la dirección no le parece importante”. Pudo entenderse como un ejemplo de madurez democrática y de seriedad periodística, era un tema que no admitía discusión, pero la realidad siempre es más miserable de lo que se puede imaginar en esta televisión pública de Mariano Rajoy: solo unos días después del comunicado TVE ha retirado a Yolanda Álvarez de Gaza y la ha enviado a Jerusalén.

Somos un país de medio pelo. Y tenemos a un Gobierno patético que se acojona con un simple comunicado en Facebook de una portavoz diplomática. Era demasiado para Rajoy y los suyos: Justo cuando el Gobierno español ha demostrado un ápice de dignidad, al “paralizar cautelarmente” las ventas de material militar a Israel, ceden a sus presiones y cierran la ventana que los españoles teníamos en Gaza. Esta es la transparencia de que hablan, que prometen.

Dictaduras buenas

El pasado sábado en La Sexta el director adjunto de El Mundo, Eduardo Inda, repetía uno de los mantras que le han situado en la cumbre del escalafón populista: “Podemos cobra dinero sucio de Venezuela”. Una frase escuchada una y mil veces que en esta ocasión sonó especialmente obscena, puesto que solo un par de días antes su periódico, El Mundo, había publicado un especial de 32 páginas sobre Guinea Ecuatorial. ¿Dinero sucio? No más que el conseguido con las mentiras del 11-M, para que usted me entienda.

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Resulta que no todas las dictaduras son iguales. Las que te contratan un suplemento de 32 páginas son, evidentemente, mucho mejores que aquellas que no lo hacen. La Guinea Ecuatorial de Teodoro Obiang tiene, según el especial de El Mundo, “grandes posibilidades como centro de inversión”, y “busca reanudar y profundizar sus lazos con España”. Por otro lado, según el director adjunto de ese diario, Eduardo Inda, la Venezuela de Maduro “asesina a la gente, tortura a los estudiantes y censura a los periodistas”.

Periodismo hipócrita que no vale el precio del papel, que pide a gritos que los lectores abandonen los grandes medios, que exige nuevas formas de entender la información. Hemos hablado de El Mundo, hablemos de El País. Un diario que no me ofrece lo que quiero saber, las razones por las que la cadena SER prescinde del excelente programa “Carne Cruda”, y me satura con publireportajes sobre espacios de la misma emisora que no me importan un pimiento: “El sexo calienta las ondas. “Contigo dentro”, una aventura erótica sin tapujos en la Cadena SER”.

P.D.

Según los datos de junio de OJD, El Mundo ha perdido el 16,9% de sus lectores respecto al mismo mes de 2013. El País, un 6%. En los seis primeros meses de este año Unidad Editorial, propietaria de El Mundo, ha sumado unos números rojos de 16,6 millones de euros.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Mal encuentro a la luz de la luna

Autor: W. Stanley Moss.

Editorial: Acantilado.

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El subtítulo de este libro explica a la perfección su contenido: “El secuestro del general Kreipe en Creta durante la Segunda Guerra Mundial”. Kreipe era un militar nazi, y el autor, Stanley Moss, oficial británico del Servicio de Operaciones Especiales. Moss tiene un compañero muy especial: Patrick Leigh Fermor, escritor, historiador, militar y, sobre todas las cosas, incansable viajero de insaciable curiosidad del que hemos hablado alguna vez en este blog. Juntos lideran un grupo de miembros de la resistencia que se propone dar un golpe de efecto espectacular al ejército nazi en la isla de Creta.

Narrado sin dramatismo y sin rencores, en ocasiones con gran sentido del humor, “Mal encuentro a la luz de la luna” es un espléndido libro de aventuras. Moss cuenta los preparativos, las largas caminatas nocturnas, las penurias de sus hombres escapando por las montañas, refugiándose en cuevas, confiando en la población local… Detalles sobre sus compañeros de asalto y escapada, sobre los cretenses, sobre un episodio especialmente emocionante de la Segunda Guerra Mundial. Y de regalo, un prólogo y epílogo de Iain Moncreiffe y un post scriptum del mismísimo Patrick Leigh Fermor.

La insoportable liviandad de la corrupción

El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, está horrorizado con la entrada en prisión de su colega de partido Jaume Matas. No es que le espante la sinvergonzonería del ex presidente balear, esa forma de gestionar el dinero público que generó los escándalos de corrupción, algunos presuntos y otros probados, que han acabado con sus huesos en chirona. No. González, conocido en círculos lumpen como El Bolsas, se indigna con la entrada en el trullo de Matas “porque los ciudadanos perciben una corrupción generalizada, lo que no es verdad”. Se lo dice alguien sobre el que jamás ha existido la más mínima sospecha, excepto por unas bolsas de basura en Colombia y un ático Marbellí.

No existe una corrupción política generalizada. Es decir, son más los políticos honrados que los corruptos. Todavía. Perdón, que me llega un teletipo urgente… “Jordi Pujol reconoce que ocultó dinero en el extranjero sin regularizar”. Vaya, vaya, vaya… Son más los políticos honrados que los corruptos, insisto. Perdón, otro teletipo de rabiosa actualidad… El alcalde de Paterna (Valencia), el popular Lorenzo Agustí, imputado por dos delitos de prevaricación administrativa, ha anunciado “por sorpresa” su dimisión por motivos personales tras siete años en el cargo. Perdón, perdón, perdón, una noticia de última hora: El ex presidente de la Diputación de Ourense, José Luis Baltar, ex barón popular, condenado a nueve años de inhabilitación por prevadicación…  Y otra más: Esperanza Aguirre exonera al alcalde de la localidad madrileña de Brunete, y no ve motivo para exigirle responsabilidades políticas por el supuesto intento de compra de una concejala de UPyD. Dice que los hechos denunciados son “poco o directamente nada verosímiles” y se basan en una conversación que “admite interpretaciones”.

La corrupción, es cierto, admite interpretaciones. Algunas francamente repugnantes. Ahí tiene usted al bueno de Vicente Martínez Pujalte, portavoz del Partido Popular en el Congreso, justificando al recluso Matas: “Es un tema simplemente de tráfico de influencias, y además muy liviano”. ¿Simplemente tráfico de influencias? ¿Y además muy liviano? Poco que añadir a las palabras de Pujalte, ejemplo perfecto de la batalla que mantiene el PP con la corrupción. Tolerancia cero.

Es un error común entre tertulianos, charlatanes y blogueros, me incluyo entre los dos últimos, decir en momentos de calentón que todos los políticos son iguales. No es cierto. Son muy diferentes. Lo vemos todos los días, a todas horas, en las circunstancias más diversas, pero por si les queda alguna duda ahí tiene a dos partidos en las antípodas, el PP y el PSOE, la derecha y la izquierda, los conservadores y los progresistas, los liberales y los… otros. Dos mundos, dos formas diferentes de entender la política, el poder, la sociedad, el dinero, la vida. En un rincón está José Bono, socialista de pies a cabeza, hablando sobre Podemos. Bono acusa a Pablo Iglesias de alentar el “odio social” con un discurso que “da miedo”. En el rincón opuesto, en las antípodas, Esperanza Aguirre dice lo siguiente del partido de Pablo Iglesias: “Podemos aplica técnicas de propaganda de genios de la maldad como Goebbels”.

Todos los políticos no son iguales, faltaría más, pero mucho se empeñan en parecerlo. Será por la insoportable liviandad de la corrupción.

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Un tonto muy tonto

“Si existiera un campeonato mundial de tontos y él decidiera participar, probablemente ganaría solamente la segunda plaza. No por no tener méritos, más bien por tonto”. La frase, algo enrevesada en su final pero tan poética como cariñosa en su comienzo, es de Mauricio Carlotti, vicepesidente de Atresmedia, y está dedicada a Ramón Pérez-Maura, adjunto al director del periódico gubernamental ABC y hasta hace solo unos días tertuliano habitual de La Sexta.

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Una bronca entre la casta mediática que comenzó cuando el periodista de la vocecilla aflautada escribió un artículo en el que confesaba haber sido un “tonto útil” de programas como “Al rojo vivo”: “Como soy un poco zote, he tardado bastante en darme cuenta del juego casi decimonónico en el que estoy participando. Se trata, al fin, del viejo axioma: periodismo y dinero condicionando el resultado electoral… Es el negocio perfecto. El capitalismo más abyecto celebrado por la izquierda más rancia a la que ese capitalismo le parece muy bien si le genera votos“. De acuerdo. Pero, ¿y lo de tonto útil? “Un concepto político marxista con el que se define a personas que al defender unos principios acaban convirtiéndose en instrumento de sus rivales… He sido un tonto útil, pero creo que hay quien merece ese título más que yo, y no lo reconoce”, escribe el periodista al servicio del Partido Popular. “El marqués (José Manuel Lara, presidente del grupo Planeta) coloca en sus tertulias a políticos de izquierdas que con sus diatribas contra el sistema dan audiencia a su televisión y esa audiencia da dinero al señor marqués”.

La trifulca, que tuvo lugar vía Twitter, se saldó con el periodista de ABC donando 30.000 euros a Cáritas. Y es que cuando se trata de pasta, pues ya sabe usted: de puta a puta nos tuteamos. “Habla de dinero, olvidando las decenas de miles de euros que ha cobrado por sus participaciones”, escribió Carlotti en su blog.“Reclama a los demás medios una coherencia editorial que su grupo no manifiesta, más allá de estar siempre alineado con quien gobierne, sea quien sea, allí donde se publican sus periódicos”. Y sentenció: “Si un tertuliano, en más de tres años y en 120 tertulias no se entera de dónde está, con quién juega y a qué se juega, creo que con un ‘tonto’ a secas despachariamos adecuadamente el expediente”.

En ese momento de honor y máxima tensión el vicepresidente de Atresmedia sacó a relucir a su familia italiana: “Mi abuelo me enseñó que un hombre no discute, apuesta. Apostamos que son 120 (programas) x 250 (euros por programa) = 30.000 euros”. Pérez Maura niega la cifra y acepta el desafío. Si estaba equivocado, los 30.000 para Cáritas. Si el confundido era Carlotti, los 30.000 para el Centro de Solidarietá Don Milani.

La pasta se queda en casa. Pérez-Maura, un tonto muy tonto, se tiró el pisto entre los rojeras de La Sexta durante 120 programas. Y como cobró 250 euros por cada programa, pues los de Cáritas tienen ahora 30.000 eurillos más en la caja. ““X nada del mundo querría un euro de su empresa. Quede con dios, Carlotti”, escribe todo digno el hombre que llevaba desde 2011 defendiendo a Rajoy y los suyos en La Sexta.

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