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El bosque

Los árboles, como todo el mundo con perspectiva sabe, no nos dejan ver el bosque. Afortunadamente, si todo sigue como hasta ahora dentro de poco no habrá árboles, y por fin podremos contemplar cómodamente el bosque. Y no me vengan con que si no hay árboles no habrá bosques que contemplar, porque eso es demagogia barata. Una minucia que no puede distraer nuestra atención. El progreso exige decisiones contundentes, puede que en principio impopulares, como imponer nuestro orden en la naturaleza.

Les cuento todo esto porque me he pasado la mañana sembrando patatas. Sudando, con el espinazo doblado y las uñas sucias de estiércol, es más fácil sentirse parte de la tierra. Las patatas me ayudan a ver el bosque. Los periódicos, no. La culpa no es de los árboles que es necesario cortar para que se impriman esos diarios, sino las noticias que incluyen estos. ¿Japón y su desastre nuclear? Por supuesto. Pero no es necesario viajar tan lejos para horrorizarse tanto. España es el único país de la UE con plantas similares a Fukushima: Garoña y Cofrentes (Valencia). Curiosamente, la licencia de esta última fue renovada por el Gobierno justo un día antes de que el terremoto dejase fuera de control la central japonesa.

Pero lo peor no es eso. Lo peor es la política medioambiental socialista, la ignorancia de sus líderes, el desprecio que demuestran por la conservación de la naturaleza. Solo dentro de este cúmulo de miserias e ineptitudes puede entenderse que propongan que Europa, en caso de tener que cerrar la centrales nucleares, apueste de nuevo por el carbón. ¡Regresar al carbón, el combustible fósil que más contribuye al cambio climático! “El carbón puede servir de espaldarazo en el caso de que haya dificultades -o de precio o de suministro- en las materias energéticas que importa Europa, y también en el caso de que la UE no aumente su generación nuclear”, aseguró Miguel Sebastián, ministro de Industria, tras una reunión con sus colegas comunitarios.

Las necias palabras de Sebastián coinciden con la decisión de la agencia medioambiental del Gobierno de Estados Unidos de regular las emisiones contaminantes: pretenden cerrar buena parte de las 400 centrales termoeléctricas que funcionan con carbón, y que emiten materiales tan letales como el arsénico o el mercurio. Reducir el 91% de esas emisiones salvaría cada año la vida de 17.000 norteamericanos.


¡Políticos estúpidos! La necedad y el desprecio medioambiental no son exclusiva socialista, ni muchísimo menos. La derecha ofrece constantes ejemplos no ya de indiferencia por la naturaleza, sino de auténtico desprecio por la moral y la Ley. Hace solo unos días el Tribunal Superior de Justicia de Madrid anuló las obras de nueve tramos de la M-30 soterrada. La razón es bien sencilla: no se elaboraron estudios de impacto ambiental. ¿Usted cree que comenzarán de inmediato las obras de derribo de la M-30? “Las consecuencias prácticas de la sentencia son muy escasas”, aseguran las fuentes jurídicas consultadas por la cadena SER.

Algo parecido sucede con la M-501, conocida como la “carretera de los pantanos”. Pese a que el Tribunal Supremo ha declarado ilegal la obra ya realizada, al no incluir una declaración de impacto ambiental a priori ni la consulta previa necesaria a la Comisión Europea, Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad madrileña, ha dicho que se trata de una decisión “irrelevante” y que continuará con la obra “si la economía se recupera”.

Están destruyendo, con dinero público, nuestro patrimonio natural, nuestra salud, nuestro futuro. El bosque. Consentirlo es de pusilánimes.

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Un motivo para NO ver la televisión.

Crimen en el Barrio del Once.

Autor: Ernesto Mallo.

Editorial: Siruela.

El comisario de policía se llama Lascano, pero le llaman El Perro. La historia se desarrolla en la Argentina putrefacta de los setenta, con cadáveres en las cunetas y militares y ricachones compartiendo el poder. Dictadura, desaparecidos, mafias… El Perro está con ellos, pero no forma parte de ellos. Por eso queda un ápice de esperanza en esta novela negra, negrísima, que nos  recuerda los peores momentos de un país en descomposición.

Mallo es un escritor veterano que ha sido periodista y guionista antes que novelista. Curtido en mil batallas, recrea a la perfección el mundo siniestro de la policía corrupta, de la justicia corrupta, de la moral corrupta. Las descripciones son precisas, los diálogos sorprendentes. No hay fisuras en “Crimen en el Barrio del Once”, sobre todo en una segunda mitad del libro realmente soberbia. Más que una nóvela negra, la crónica de un país en uno de los peores momentos de su historia. Fascinante.

Para leer un frangmento

NO a las guerras

“La guerra es la continuación de la política por otros medios”. Carl von Clausewitz

¿Bombardear Trípoli es todo lo que Europa y Estados Unidos pueden ofrecernos como solución al conflicto Libio? No parece gran cosa. Desde luego, no es un prodigio de diplomacia o imaginación. En ningún caso parece una propuesta aceptable cuando proviene de aquellos que, en buena medida, son responsables del problema. Gadafi es un hijo de puta pero, no lo olviden, hasta hace unos días era “nuestro” hijo de puta. Los informativos ofrecen imágenes oníricas de los bombardeos, fuegos artificiales, pero ningún dato fiable sobre bajas en la población civil. La guerra de Libia, como todas las demás, sigue estando basada en el engaño.

¿Imaginan que los aliados hubieran bombardeado Madrid para librarnos de Franco? Los tiempos y las circunstancias son distintos, pero quizá no tanto. El propio Gadafi se ha comparado con nuestro pequeño gran dictador, y se refirió a su entrada en Bengasi como a la de Franco en Madrid. No todos los dictadores son iguales ante los ojos de dios, ni siquiera ante los ojos mortales y miopes de los políticos. Recuerden que el ex presidente Aznar visitó a Muamar el Gadafi en Trípoli, y este le regaló un caballo llamado “El rayo del líder”. Y que Alejandro Agag, el yernísimo, invitó a Saif al Islam Gadafi, el hijo del dictador, a una montería en Aldea del Fresno (Madrid), seguramente para rematar su gran proyecto urbanístico común. O que Gallardón ofreció al sátrapa la Llave de Oro de Madrid, que le fue entregada en el salón de plenos de la sede municipal de la Plaza de la Villa. O que el rey Juan Carlos se desplazó hasta el palacio de Bad el Ezeia para hacerle una visita oficial. O que Zapatero viajó hasta el desierto el pasado año para compartir jaima con Gadafi. O que Moratinos, entonces ministro de Asuntos Exteriores, tras reunirse con el dictador se mostró muy satisfecho “ante las posibilidades de negocio para las empresas españolas en este país magrebí”.

Hace cuatro días eran colegas. ¿Son ahora enemigos acérrimos? El fracaso de los políticos, creadores del monstruo, es estrepitoso. Y su hipocresía, descomunal: ¿Por qué Libia sí y no cualquier otro país donde en estos momentos hay conflictos en los que sufre la población civil? Congo, Nigeria, Birmania, Guinea Ecuatorial…Por intereses económicos y geopolíticos. Más preguntas: ¿Se puede imponer la democracia a punta de pistola? ¿Se puede proteger a la población civil atacando una ciudad? ¿No llega tarde, muy tarde, vergonzosamente tarde, nuestra “preocupación” por el pueblo libio?

Una vez más, NO a las guerras.


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Un motivo para NO ver la televisión.

A punta de pistola.

Autor: David Rieff.

Editorial: Debate.

Reportero del New York Times y escritor, Rieff ha recorrido el mundo de conflicto en conflicto. Ha visto infinidad de injusticias, ha sobrevivido a guerras y ha escrito sobre invasiones más o menos justificadas. En este libro, publicado en 2007, realiza una serie de precisos análisis sobre intervenciones armadas. “¿Se corresponde esta ambición nuestra de proteger a la gente de las masacres y la penuria con nuestros medios y nuestra inteligencia?”, se pregunta un Rieff nada optimista.

“A punta de pistola” es un libro tan escalofriante como alarmante. No hay demasiado espacio para el optimismo: en nombre de la democratización y los derechos humanos se pueden cometer las mayores tropelías.

En estos momentos, una lectura imprescindible.

exterminio

No quisiera ser alarmista, por aquello de no abusar de una práctica habitual en el periodismo actual, pero estoy seriamente preocupado por la posibilidad de un exterminio masivo de la población española. Mi teoría de la conspiración no está basada ni en restos de explosivos ni en casetes de Gurruchaga, sino en la matanza del gorrino. Una tradición ibérica que, tras siglos deparándonos innumerables alegrías (esas barras de lomo, esas lonchas de jamón veteadas de grasilla, esas morcillas de sangre), nos desvela ahora uno de sus secretos mejor guardados: antes de acabar con el guarro de una cuchillada en la yugular, es obligatorio aturdirle.

Escribo estas desasosegantes líneas completamente aturdido por los últimos estrenos televisivos. “El reencuentro” (Telecinco), “Vida Loca” (Telecinco), “Casadas con Miami” (Cuatro), “El cirujano” (Cuatro), “Hijos de papa” (Cuatro)… Programas nuevos, y espantosos, que me han causado un efecto similar al de una pistola aturdidora en la frente del gocho. Me siento desorientado, confundido, atontolinado, apático… listo para ser sacrificado.

“Vida Loca” (Telecinco) es la enésima sitcom con risas grabadas, guiones de saldo y actores que sobreactúan. “Casadas con Miami” (Cuatro) es otro docu-reality sobre mujeres ricas, despilfarradoras y descerebradas, en este caso residentes en Miami. “El reencuentro” (Telecinco) es una vuelta de tuerca imposible a “Gran Hermano”, con concursantes-escoria de otros programas recuperados para la ocasión. De “Hijos de papa” (Cuatro) la mejor definición la hace la cadena: “Ocho jóvenes guapos, ricos, caprichosos y con un alto tren de vida intentarán valerse por si mismos”. Y “El cirujano” (Cuatro) regresa con la historia de Paqui, la mujer que se quedó sin nariz por esnifar cocaína.

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Están utilizando una televisión chusca y alienante para desorientarnos. Somos ganado audiovisualmente estabulado. Carne de socialización antinatural, a la que castran el buen gusto sin anestesia. Todo parece indicar que utilizan la televisión como arma aturdidora de humanos. Quizá tengan previsto sacrificarnos cuando ya no les seamos útiles. Después de, por ejemplo, las elecciones municipales. O, para los que entonces no hayan cogido peso o todavía lean algún libro, tras las generales. Cuestión de rejuvenecer la cabaña. Ya conocen las reglas de la ganadería intensiva de humanos: Ver la tele y votar y ver la tele, y votar y ver la tele, y votar y ver la tele y votar, y…

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P.D.

El hiperrealismo es una técnica pictórica que pretende reproducir la realidad con mayor fidelidad que la fotografía. El ex ministro de Justicia Juan Fernando López Aguilar entregó ayer en ese Ministerio su autorretrato, que formará parte de la colección de retratos de predecesores en el cargo. Quizá no se trate de una obra hiperrealista, puesto que el autor asegura que “tiene un punto expresionista”, pero sí reproduce la realidad política con mayor fidelidad que cualquier fotografía. Vanidad, petulancia, soberbia, altanería, engreimiento…


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Un motivo para NO ver la televisión.

El mar y veneno.

Autor: Shusaku Endo.

Editorial: Ático de los libros.

Este libro cuenta una historia terrible, la de un estudiante de medicina que sucumbe a las presiones del ambiente que le rodea y se ve envuelto en un suceso que marcará su vida: la vivisección de un prisionero estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial. Shusaku Endo, veterano narrador japonés, lo cuenta sin anestesia, de manera despiadada, alternando la frialdad de algunos personajes con las dudas e inquietudes del protagonista.

La lectura resulta apasionante siempre, y en ocasiones inquietante y hasta dolorosa. No solo por el soldado asesinado en nombre de la ciencia, sino por la batalla que libra Suguro consigo mismo. Su conformismo, su aceptación de la tortura, su mirar para otro lado, resultan de una crueldad escalofriante. “No importa cómo recordemos el pasado, es imposible ser objetivo. Siempre se mezclan las sombras de la diferencia en nuestros recuerdos”, escribe Endo en esta obra maestra sobre la pasividad humana.

la Cremá

Rita Barberá y Francisco Camps contemplaban en trance, desde de un balcón en tinieblas, cómo a sus pies, en las calles, el fuego arrasaba las figuras de otros espantajos de cartón piedra. Entre ambos líderes políticos, la fallera mayor de Valencia se deshacía en un mar de lágrimas. ¿Consecuencia de la emoción? ¿Del humo? ¿De la compañía? Las malas compañías empañan las conciencias, derrotan la moral y hasta humedecen los lagrimales. Pasaban unos minutos de la una de la madrugada del sábado, y TVE, la televisión pública, ofrecía ese espectáculo de poder y llamas. La Nit de la Cremá. La alcaldesa de Valencia, una chica con traje de fallera y un imputado con traje de Milano, cantaban una canción tradicional mientras las llamas consumían caricaturas.


“El fuego purificador que da paso a la primavera”, aseguraba la comentarista de TVE ante la imagen de Barberá, Camps y la fallera. Nerón & Company. La soberbia, la corrupción y las llamas como último recurso, como solución final. Cuidado porque hoy no voy a hablarle del incombustible Camps, pirómano consagrado, sino de Eduardo Inda, bombero de Pedro J y flamante nuevo director de Veo 7, la televisión de El Mundo. Inda sustituye a Melchor Miralles y a Ernesto Sáenz de Buruaga al frente de este proyecto suicida, en el que una empresa de comunicación como Unidad Editorial tiene algo que ganar y mucho, muchísimo que perder.

Las concesiones de televisiones de segunda, esas cadenas de juguete que arrancaron en TDT cuando todavía existía la televisión analógica, fue la jugada audiovisual maestra de Zapatero. Roures y compañía se quedaron con el último proyecto viable, La Sexta, y silenciaron las bocas de la derecha repartiendo cadenas de segunda división. Juguetes trampa para niños vanidosos. Cuando Intereconomía o Veo 7 nacieron, la parte viable (rentable) del negocio televisivo ya estaba repartida. El mejor de sus futuros era sobrevivir.

Con los cadáveres de Miralles y Sáenz de Buruaga aún calientes, Eduardo Inda deja el balneario Marca, con sus palcos, sus Florentinos y su periodismo de chichi nabo, y se ve obligado a  gestionar una cadena de televisión condenada al fracaso. Parece poco pollo para tanto arroz: no es lo mismo rellenar papel con titulares de portada como “Chorreo y supercanguelo”, “Joaquín al Barsa”, “La quinta de Nemo” o “Los travestis arruinan a Ronaldo” que diseñar una parrilla coherente, equilibrada y comercial para una cadena de televisión.

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La descripción que hace Pedro J de Inda en el vídeo es maravillosa: “Está haciendo este oficio de una manera muy parecida a como yo he entendido que debería ser un director de periódico. Eduardo tiene algunas de las condiciones esenciales para ser un buen periodista. La primera es que es buena persona, es decir, una persona que no hace trampas”. ¿Ironía? ¿Admiración? ¿Guasa?

Vayamos al grano… ¿Qué pretende Pedro J con Inda al frente de Veo 7? Muy sencillo: Pedrojotizar la cadena. ¿Aún más? Preguntará el lector empachado de titadine. Mucho, muchísimo más. Una cadena de televisión con pérdidas es un lastre insoportable para la mayoría de empresas. Y es que si lo poco que entra por Orbyt, la desesperada apuesta de Pedro J por el pago en internet, se marcha por el agujero de Veo 7…

La Cremá.


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Un motivo para NO ver la televisión

Honky Tonky Sánchez.

Cd: Esta tierra hostil.

Molusco Producciones.

Carlos Sánchez, ex guitarrista de Mercromina, Usera o Gonzo, es Honky Tonky Sánchez. Y con ese nombre acaba de editar su primer disco en solitario, un trabajo duro y áspero no adecuado para todos los públicos. Aquí no hay pop ni nada que se le parezca. Solo historias construidas con clavos viejos, oxidados por orines de gato, que se retuercen sobre si mismas incapaces de mantener la compostura. El polvo, los cactus y las espuelas del corazón de Estados Unidos, también la cerveza de barril, las carreteras secundarias y la guardia civil.

Honky Tonky Sánchez no canta. Arrastra las cuerdas vocales sobre la lija de unas canciones en ocasiones desoladoras, a veces inquietantes, siempre fascinantes. El resultado es un doloroso lamento, un gruñido feroz, un disco especial.

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