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¡Yo te pego, leche!

La historia de la violencia está repleta de momentos patéticos. Y no lo digo por los videos de trompazos que inundan Youtube… No todos los humanos agresivos e iracundos pueden estar a la altura de las leyendas del género. Para ser un Poli Díaz, un Jack el Destripador, un Mengele o el jefe de programas de Telecinco hay que nacer, tener ácido sulfúrico corriendo por las venas, sentir el odio apretando las paredes del cráneo. O bien ser un genio, tener un talento prodigioso y feroz para el arrebato y la brusquedad, como Jim Thompson, Sam Peckinpah o Tarantino. Por eso cuando el zoquete de José María Ruiz Mateos perdió los nervios, y quiso partir la cara al entonces ministro Miguel Boyer, levantó el brazo como una bailarina, cerró el puño como un monaguillo y dejó escapar un gritillo de castrato: “¡Yo te pego, leche!”.

Jorge Mario Bergoglio no es Ruiz Mateos. Jorge Mario Bergoglio nació en el barrio porteño de Flores, fue acusado de delatar a otros sacerdotes durante la dictadura argentina y es hincha de San Lorenzo de Almagro, equipo de Boedo, al suroeste de Buenos Aires. Sabe lo que es un chota, una barra brava y una Quilmes bien fría, no como el pelotudo de Ruiz Mateos.

Cuando se supone que el papa Francisco tenía que sacar su lado más conciliador, y ofrecer su otra mejilla, resulta que dejó escapar al forofo que lleva dentro. “Si alguien que es un gran amigo dice una grosería contra mi mamá, le espera un puñetazo”, dijo no Mike Tyson, sino el Papa de Roma, máximo representante en la tierra del hombre del espacio. Era su respuesta a las caricaturas de Mahoma, a los atentados de París.

Y yo que después de las Navidades estaba convencido de que el cristianismo era todo paz. Y amor, y fraternidad, y perdón.

Que viene el Papa (2)

Un motivo para NO ver la televisión

Hanns y Rudolf

Autor: Thomas Harding.

Editorial: Galaxia Gutenberg.

9788416072460

Vidas paralelas, las de Hans y Rudolf. Y como tales se narran en el comienzo de este libro absolutamente fascinante. Por un lado está Hans Alexander, judío alemán, hijo de un prestigioso y acomodado médico que ejerce en el Berlín del primer cuarto del siglo XX. Por otro nos encontramos con Rudolf Höss, alemán de la Selva Negra, hijo de padres problemáticos, él violento e intransigente, ella enfermiza y triste. Cuando comienzan los problemas con los judíos, la familia del primero se ve acosada y despojada de sus bienes: tienen que emigrar a Londres. Rudolf, que durante la Primera Guerra Mundial se ha convertido en un militar condecorado, decide seguir su carrera en el ejército. Cuando comienza la II Guerra Mundial Hans se alista en las tropas británicas para combatir a quienes le quitaron todo. Dos hombres respetados por sus familias, con enorme prestigio en sus ejércitos, condenados a encontrarse.

Hans fue tío abuelo de Thomas Harding, escritor y periodista autor de esta obra, fruto de años de investigación. Estamos ante un homenaje al trabajo de Hans como cazador de nazis. Porque en un momento de sus vidas, cuando la Alemania de Hitler se encamina a la derrota, Hans recibe el encargo de capturar a Rudolf. El alemán exiliado en Inglaterra forma parte de un cuerpo de élite encargado de localizar a los líderes nazis que, al vislumbrar el final, intentan huir. Rudolf es uno de ellos: “Estuve al mando de Auschwitz hasta el 1 de diciembre de 1943, y estimo que allí se ejecutó y se exterminó por lo menos a dos millones y medio de víctimas, gaseándolas y quemándolas, y por lo menos otro medio millón murió por inanición y enfermedades, con lo que el número total de muertos asciende a tres millones, aproximadamente”, contó Rudolff durante su confesión en Núremberg. Antes había asegurado que “obedecía órdenes”“personalmente no asesiné a nadie”“Fue Hitler quien lo ordenó, a través de Himmler, y fue Eichmann quien me dió las órdenes sobre lo que había que hacer”.

No quiero contar más, tengo miedo de destripar una historia perfecta, llena de luces y sombras, de heroísmo y crueldad, de redención y locura. Aquella que, según el autor, pretende “argumentar que cuando los mundos de aquellos dos hombres colisionaron, la historia moderna se vió transformada”. La del kommandant de Auschwitz y la del judío alemán que le capturó.

Una aventura estremecedora, la de “unos judíos que contraatacan”, a la altura de los mejores textos jamás escritos sobre la II Guerra Mundial y el Holocausto. Contada con gran maestría, en algunas ocasiones el lector se siente sumergido en un thriller, otras en una novela histórica, en cualquier caso sin un momento de tregua, sin respiro, con la acumulación precisa de datos, fechas y personajes como para convertir la lectura en un placer. Muy recomendable.