A una amiga de mi hija los reyes magos le han traído un palo para hacerse selfies. ¿Y qué cosa es esa? se preguntará el lector ignorante, igual que pregunté yo. Pues muy sencillo, dicen: Un accesorio que te permite llevar la fotografía móvil al siguiente nivel, y explorar nuevas posibilidades para tus vídeos y fotos. ¿Podría ser usted un poco más preciso? Por supuesto: un palo para selfies es un bastón extensible, fabricado en algún material metálico ligero, en uno de cuyos extremos se puede colocar el teléfono móvil. Aleja el aparato de su propietario, y le permite realizar diferentes tomas, ángulos más atrevidos, encuadres inusuales, imágenes sorprendentes. ¡No vuelvas a hacer malabarismos para conseguir un buen selfie! reza la publicidad del invento.
El selfie stick, que así le llaman internacionalmente, se ha convertido en uno de los regalos de las navidades. Lógicamente. Al ser el selfie uno de los fenómenos del año, cualquier cosa destinada a mejorar este nuevo arte visual está condenada al éxito. No olvide que en el prestigioso diario El País han elegido “selfie” como “palabra del año”, por encima incluso de “postureo”. Y que “selfie” ya suena para el diccionario de la RAE, aunque según el académico que ha dirigido la última edición “aún es pronto”. ¡Qué ganas!
El selfie es un reflejo muy exacto de nuestra sociedad. Existe el autorretrato, de toda la puta vida, pero si lo reinventamos con un nombre yankee, lo promocionan cuatro famosetes en los Oscar, lo hacemos parecer cool y lo podemos mandar por WhatsUp… ¡Bingo! Decir autorretrato suena a posguerra, a fotógrafo que enfoca una vieja cámara de madera y sale corriendo para sentarse en una silla, a exposición en tonos sepia. Decir selfie es decir moderno, divertido, ingenioso, chispeante. Selfie es el Pequeño Nicolás, un tipo con gracejo y futuro, mientras que autorretrato es retroceder hasta Richard Avedon, Diane Arbus, Robert Mapplethorpe, Alberto García Alix… La prehistoria.
El palo de los selfies es pagar 30 euros por un palo de los selfies. Accesorio telefónico, a fin de cuentas, que nos separa de nuestro móvil, pero me temo que no lo suficiente. El móvil se ha convertido en una extensión de nuestro cuerpo, ocupa el centro de nuestras vidas, nos mantiene en contacto permanente con una actualidad irrelevante. Lo cual está matando nuestras relaciones personales, nuestra forma de comunicarnos cara a cara, nuestro concepto del respeto para con los demás. Necesitamos un palo que aleje el teléfono móvil de nuestras vidas, pero no para hacernos selfies sino para volver a ser libres.
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