Un viernes por la noche, después de cenar con unos amigos, regresa a su casa un hombre formal, que no es religioso, pero que ni bebe en exceso ni es controlador aéreo, y antes de acostarse pone la televisión…
– “¡Cornuda!”, grita Rodríguez Menéndez a Belén Esteban. “¡Si te podría torear Jesulín”…
- “Y a ti tu puta madre”, responde la princesa del pueblo
- “Y a ti el cabrón de tu padre”, ruge el abogado prófugo.
Al hombre, que es formal pero no religioso, le vienen a la cabeza, por esos inescrutables misterios del cerebro humano, las últimas declaraciones de Benedicto XVI asumiendo los escándalos de la pederastia: “De pronto, tanta suciedad…”.
El estercolero tiene forma de cadena de televisión: Telecinco. El programa se llama “Sálvame deluxe”, y está presentado por todo un premio Ondas: Jorge Javier Vázquez, basurero mayor del reino, un individuo capaz de definir su hábitat con precisión: “la narco sala”. El invitado estrella de la noche, con más de tres horas a su disposición, es un abogado prófugo llamado Emilio Rodríguez Menéndez. Conectan en directo con Argentina, donde se refugia Menéndez, y hablan de las relaciones lésbicas de Encarna Sánchez con Mila Ximénez. “¿Es usted un salido? ¿Ha intentado meter mano a Lidia Lozano”, pregunta Jorge Javier Vázquez, con toda la categoría que da el Ondas. El señor Menéndez no es manco, y siempre tiene una respuesta a la altura del programa: “Usted tiene problemas de sexualidad”. El Ondas no se amedranta: “Ya sé que yo no le gusto… ¡porque como yo no cobro!”. “La única maricona que hay aquí eres tú”, le dice a Menéndez otro de los reputados periodistas del corazón.
¿Imposible superar este nivel? No para “Sálvame deluxe”. Menéndez y Lozano se echan en cara los momentos cumbres de sus respectivas carreras: hablan de la búsqueda imposible de la hija de Al Bano por Lozano, del falso Anglés que Menéndez se inventó en Brasil, de cómo se quedó con dinero del Dioni. “Lozano es ninfómana y lleva consoladores en el bolso”, ladra Menéndez. “Calla, que cuando se te acaba la viagra tienen que ponerte una inyección en el pene para que se te ponga más largo”, sentencia Lozano. Su compañera Belén Esteban trata de poner algo de cordura en el debate: “¡Cerdo!”, aúlla a modo de resumen. “Cornuda!” grita el abogado a la ex de Jesulín. Ante tamaño despropósito de insultos y griterío tiene que intervenir el Ondas: “Para acabar con este tipo de especulación, Rodríguez Menéndez, ha llegado el momento de que nos la enseñes…”.
¿Creen haberlo visto y oído todo? ¿Sí? Pues entonces aparece el Dioni: “Rodríguez Menéndez tiene unos calzoncillos con unas pelotillas que parecen los guantes de Urtain. Tiene problemas sexuales…Yo le oía decir a su mujer que le metiese un dedo en el culo”. El Ondas, sin duda espoleado por el comentario final, se viene arriba y analiza la situación: “Mucha gente pensará que usted lleva un pedo del quince, porque no se le entiende lo que habla. Es decir, que la incapacidad manifiesta para expresarse es la vejez mental”.
“Sálvame deluxe” no es un programa, es un linchamiento. El linchado se presta de manera voluntaria, bien es cierto, puesto que cobra sus buenos cuartos de un programa que, finalmente, presume de “haberle puesto en su sitio”. Para rematar la pantomima, como cumbre del ambiente tabernario, el Ondas lanza un discurso final repleto de moralina barata mientras los palmeros gritan “¡a la cárcel!”.
De pronto tanta, tantísima suciedad…
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