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Reality coach

TVE, la televisión pública, ha estrenado un “reality coach” llamado “¡Convive!”. ¿Qué coño es un reality coach? Se preguntará el lector tarugo, ese que ignora cuán rico y heterogéneo es el lenguaje televisivo. Un reality coach es, no se lo pierda, un programa protagonizado por gente que piensa que la televisión puede solucionar sus problemas. ¿Qué problemas? Todos, desde la obesidad a la falta de autoestima pasando por el machismo, el tabaquismo o el narcisismo. ¿Una mezcla de telerealidad, testimonios y pedagogía de saldo? Exactamente. Un producto muy especial, hasta ahora reservado para las cadenas privadas, que salta a la televisión pública cuando ésta atraviesa su momento más delicado.

Toñín y Blanca son un matrimonio de campesinos de Cáceres. “Vamos a intentar que se repartan un poco mejor las tareas de la casa”, dicen los presentadores-coach, que se reparten a Toñín y Blanca con ánimo de meterles en vereda. Es decir, conciliar y buscar el equilibrio en el ámbito doméstico. “El juego consiste en que te pongas en la piel de Blanca, para que tomes conciencia de lo que supone llevar una casa”, dice el entrenador de Toñín. Y Toñín escribe en una pizarra que tiene que lavar y planchar la ropa, dar el biberón a la niña… “y ponerle los dibujos para que me deje un ratillo tranquilo”.

“¿Fregar? ¿Barrer? Eso lo hace cualquiera”, dice muy chulito. Pero la verdad es que Toñín es un poco torpe: no sabe hacer la compra, no sabe hacer la colada, no sabe planchar. “¿Cómo va a saber lo que se le echa a la lavadora? Si no sabe ni dónde está la plancha…”, confiesa Blanca. Y en estas se tiran un buen rato, hasta que Toñín llama por teléfono a Blanca para preguntarle cómo se programa el electrodoméstico. Una lavadora que, por cierto, les va a durar dos días: está a la intemperie en una terraza.

Blanca piensa que cuidar ovejas, como hace Toñín, es muy fácil, y que el tractor se conduce con la gorra. Cuando le toca a ella la cosa cambia: las ovejas no le hacen caso, se escapan, no entran al redil. “Yo no haría nada de la casa. ¡Con lo bien que vivía con mi madre!”, sentencia Blanca.

Y aparecen los entrenadores personales: “Con paciencia, con tranquilidad, vamos a enseñaros a manejar la casa entre los dos”, asegura uno de los maestrillos. Unos maestrillos prudentes que, conscientes de estar en una tele pública, apenas se permiten algunos chistes y pequeñas licencias filosóficas. Reúnen a la pareja, analizan el cambio de papeles y negocian la siguiente jornada. Ella tiene que enseñarle a él a planchar, el tiene que enseñarla a conducir el tractor. ¿El objetivo? Que ambos se repartan las tareas de la casa. Firman un contrato, grande como los talones de los concursos de televisión, en el que se comprometen a cumplir sus nuevos compromisos. Y la semana que viene, más…

“¡Convive!” es un reality coach, de acuerdo, pero un reality coach light. Ninguno de los protagonistas es transexual, enano o cura. Ni las tres cosas juntas. Personalmente no me interesan este tipo de programas, pero tampoco me molestan: solo son  entretenimiento de dudosa calidad, y no creo que cumplan función pedagógica alguna, ni modifiquen los hábitos machistas de ningún campesino español. Pero tampoco son un insulto a la inteligencia o al buen gusto, lo cual ya es mucho tratándose de un reality. Incluso en la televisión pública.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Lucero

Cd: Women & Work.

Lucero es el nombre de una cantante y presentadora mexicana. No me interesa. Lucero es el nombre de una banda de Memphis, Tennessee, formada hace diez años y con siete discos a sus espaldas. Me interesan muchísimo: pocos grupos tan potentes, y con tanto nivel en todas sus grabaciones, han surgido en la última década.

“Women & Work” es un gran disco, con un sonido potente y enormes canciones, a guardar en la misma estantería en la que reposan Social Distortion, The Gaslight Anthem o Drive By Truckers. En Lucero están los Stones más callejeros, el gran soul blanco, la intensidad del primer  Springsteen, una sección de metal fundiéndose con unos metales a ritmo de  góspel… No se puede pedir más.