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Tirones de orejas

La redacción del titular televisivo hace que suene como un mazazo: “la Oreja pierde a Amaia”. El mundo al revés: es el cuerpo quien abandona el apéndice. Casos como el secuestro de Paul Getty o el combate entre Mike Tyson y Evander Holyfield nos habían acostumbrado a lo contrario: era el apéndice el que, cortado por lo sano, abandonaba el cuerpo. Pero cuidado porque, en el caso que ahora destacan los informativos, lo que puede parecer una tragedia (la pérdida de un pabellón auditivo) es en realidad una bendición (la disolución de un agente torturador de pabellones auditivos). La Oreja de Van Gogh pertenece a esa clase de distorsiones sonoras que, como El sueño de Morfeo, El Canto del Loco o Alex Ubago, deberían estar incluidas en la lista negra de la SEORL (Sociedad Española de Otorrinolaringología y patología Cervicofacial).

Pero para orejas resecas, apergaminadas y cerúleas, las de Jaime “chupasangre” Peñafiel. En una fecha tan señalada como el 20 N el cotilla más decrépito de la prensa rosa española se las dio de periodista de investigación. Eligió un espacio prestigioso (“Está pasando”, Telecinco) y un compañero de tertulia a su altura intelectual (José Manuel Parada, el de “Cine de Barrio”). Normal, por tanto, que comenzase su discurso con un modesto “Yo he cambiado la historia”.

Peñafiel está convencido de haber cambiado la historia no por llamar “pendón” a Estefanía de Mónaco, sino por haber publicado en el año 1984 unas fotos de Franco agonizante. “Hasta entonces ni yo conocía su existencia, y eso que soy un periodista bien informado”, dice mientras, a la altura de su pecho, se puede leer: “Los fans de la Oreja lloran la separación del grupo”.

Con motivo de esa exclusiva Felipe González le tiró de la oreja formulándole una simple pregunta: “¿Hubiera publicado las fotos de su padre agonizando?”. ¿Ustedes que creen? Yo pienso que si la cifra hubiera estado a la altura de este periodista destinado a “cambiar la historia”, hubiese arrastrado a la UVI a toda su familia, entubándola con sus propias manos. Es lo que tienen los periodistas de raza. Y como tal le trata Telecinco: nada más cerrar la boca en “Está pasando” le homenajearon con un reportaje fabuloso en su línea de televisión de calidad: presentan a una mujer que dibuja retratos sobre paellas. Sí, en ese plato de origen valenciano elaborado en un recipiente metálico circular. Como prueba de su buen hacer, la artista
plasmó el careto de Peñafiel en un arroz a la marinera. Con orejas y todo. ¡Qué asquerosidad más
grande, coño!

Después acerqué la oreja a un doblete: Chaves y Montilla en “Tengo una pregunta para usted”. Medianoche, presidentes autonómicos, tres horas de duración, en diferido… ¡A la piltra!.

No puedo terminar de esta manera. Mejor con Willie Nile, rocker de Buffalo (NY). Un Springsteen sin suerte que es incapaz de escribir canciones malas y dar conciertos aburridos. Todos sus discos son grandes, incluido el último: “Streets of New York”.

Ésta es la canción que le da título…

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El chupasangre

penafiel2.jpgA usted o a mí nos puede tocar la lotería o las quinielas. O las dos cosas. Podemos heredar la fortuna de un tío al que no conocíamos y que vivía en la Patagonia argentina. Incluso podemos tener la suerte de encontrar un maletín con un millón de euros en billetes pequeños y usados. Entonces se acabarían nuestros problemas, se nos solucionaría la vida, podríamos dejar de currar. Pues eso mismo es lo que le ha pasado a Peñafiel con la separación de los Duques de Lugo. Cuando se enteró de la noticia metió unos calzoncillos en la maleta y dijo: “adiós familia, me voy a la tele. No me esperéis: no sé cuando volveré”.

La sonrisa desgastada de una hiena y el cuello pelado de un buitre. Peñafiel tiene buen aspecto cuando, ante las cámaras de “Está pasando” (Telecinco), comenta la separación de la real pareja. Incluso hace una broma en su primera intervención. Normal: le esperan días de mucho curro y muchas pelas. Después da la enhorabuena a María Teresa Campos, la superperiodista que adelantó la noticia. “Yo no quise pronunciar el nombre, pero lo sabía”, dice un envidiosillo Peñafiel.

“Es un acierto profesional”, reconoce vía telefónica la Campos, presentadora tan modesta como veterana. “Era una noticia respetuosa, leal”, sentencia. “Yo sabía que el tema era cuestión de semanas, o de meses”, apostilla Peñafiel cada vez más pelusero. Que jodío Peñafiel: ¡O de años, o de décadas!

A medio camino entre un Drácula desnutrido y el señor Burns, Peñafiel se ha convertido en una referencia mediática televisiva. ¿Saben ustedes que hay un escarabajo que se come los excrementos de las vacas? Pues donde pone vacas ponga a la familia real, y donde pone escarabajo…

Peñafiel ya no está para esos trotes gastronómicos. Sobre todo después de caer en desgracia en el seno de la monarquía ibérica, que le cerró el acceso a su real teta. Dejó de chupar y comenzó a ponerlos a parir, convirtiéndose en la voz del resentimiento. Y de la repetición: en los últimos días este cebolleta de la información azul ha contado la misma anécdota sobre el Rey en tres programas (“Está pasando”, “El Buscador” y “Territorio Comanche”).

No se ha creado el ordenador capaz de calcular la rentabilidad que este tío le va a sacar a esta separación. Separación que seguramente se tramitará con la misma agilidad con que la Audiencia Nacional ha condenado a Fontdevila y Torres, los de El Jueves. Y luego hay gente que dice que en España la justicia no funciona, que es muy lenta, que resulta ineficaz.

Insensatos…