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Monstruos

Si le digo que estoy pasando muy buenos ratos viendo algunas imágenes televisivas del llamado Caso Nadia, esa niña al parecer utilizada por sus padres, es muy posible que piense que soy un monstruo. No me importa. Los monstruos son ellos. No me refiero a los padres, que aún no lo sabemos, sino a quienes llevan meses viviendo de ellos. Y de la niña.

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Me refiero a los presentadores y presentadoras de programas matinales, a los tertulianos, a los forenses y psiquiatras invitados, a los analistas de lenguaje corporal, a los abogados… A toda esa jauría de hienas que primero besó y abrazó a la niña, y lloró junto a sus padres, aprovechando su supuesta desgracia para subir la audiencia. Es decir, para hacer caja. Jauría de hienas que ahora, tras el chasco, sube la audiencia, es decir, sigue haciendo caja, crucificando a los mismos padres a los que antes adoraba. Por ejemplo, comentando en cada programa unas fotografías supuestamente pornográficas, abusos infantiles, que nadie ha visto. “Se ven los piececitos de la niña, que está delante de ellos mientras hacen el amor”, dice la comentarista de la actualidad.

Los monstruos son ellos, insisto, y siguen apareciendo cada mañana en televisión.

I Master de Rock and Roll Matutino Sobre Ruedas.

Hoy lunes…

Robert Johnson

Rambling on my Mind.

Esta es una canción viejuna. Posiblemente la canción de la que nace todo. El rock, el pop… todo. Es un blues, música negra, sencilla y profunda, doce compases, que habla del trabajo duro, del dolor, de la tristeza… Dicen que Robert Johnson, el rey del delta del blues del Mississippi, vendió su alma al diablo en un cruce de caminos para poder tocar la guitarra como la toca en este Rambling on my Mind, una de las 29 canciones que grabó en 1936 y 37. Solo nos dejó eso, 29 canciones. Cuentan que le envenenó el marido de una amante. ¿Solo 29 canciones, he dicho? Es la semilla de todo lo que ahora suena. Un manual de instrucciones. El legado más importante en la historia de la música popular.

 Un motivo para NO ver la televisión

Leñador.

Autor: Mike Wilson.

Editorial: Errata Naturae.

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“Leñador” es un libro trampa, puesto que contiene numerosos libros. No infinitos libros, como le hubiera gustado a Borges, pero sí muchos, tantos como definiciones contiene, como temas trata, como asuntos desglosa. Porque “Leñador”, obra que se lee como una novela pese a tener estructura de enciclopedia, analiza los secretos de la vida en los bosques del Yukon, que son todos los bosques, a ritmo de precisas descripciones. Una decisión sorprendente que funciona de maravilla. Perca, clima, taxidermina, hibernación, fogata, hacha, conservas, ataud, supersticiones…

“La superstición es parte de la vida y rutina diaria del leñador. Como en toda labor peligrosa, ciertos ritos y conductas les permiten despejar la mente antes de iniciar la jornada y partir hacia una faena especialmente riesgosa… Jamás se tala un árbol en el que habita un buho. Cuando ocurre algo malo, una lesión, accidente, mal augurio, lo que sea, los leñadores escupen para ahuyentar la mala suerte… Para luchar contra la calvicie se recomienda aplicar estiércol (sea de alce, ciervo, lobo, oso, etc) sobre el cuero cabelludo para activar el crecimiento del cabello. Un remedio común para los furúnculos es la sopa de pájaro carpintero. La sopa se debe preparar hirviendo el pájaro entero (con plumas, vísceras, cabeza, todo íntegro) en una olla de agua y beber la sopa que resulta de la cocción”.

Estamos ante una obra de referencia no solo para leñadores. Aventureros, biólogos, botánicos, naturalistas, ecologistas, conservacionistas, y si me apura incluso turistas, disfrutarán por igual con los artículos que conforman esta obra magna del mundo natural. En cada página se esconde la naturaleza salvaje, en forma de secreto para hacer cerveza, truco para dirigir la caída del tronco podado, sugerencia para contruir un refugio o, simplemente, recomendación a la hora de instalar una colmena o afilar un serrucho. O analizar los diferentes conceptos de canibalismo, desde el endo-canibalismo al exo-canibalismo pasando por el necro-canibalismo, el canibalismo homicida o el auto-canibalismo.

“El endo-canibalismo se refiere a la antropofagia dentro de una misma comunidad, o sea el acto de consumir los cuerpos de miembros del mismo grupo que practica la antropofagia. En cambio, el exo-canibalismo se refiere a la conducta de antropofagia externa, o sea solamente consumir cuerpos de aquellos ajenos a la comunidad y no a los que la integran”.

El norteamericano Mike Wilson, doctor en Letras por la universidad de Cornell y profesor de literatura en Chile, abandonó las comodidades urbanas para alistarse en una cuadrilla de leñadores en el noroeste de Canadá. Buscaba novedades, tanto a nivel personal como literario. Y vaya si las encontró. “Leñador” es más que una guía para la vida en libertad, seguramente el título que le faltaba a la colección “Libros salvajes”. Es la prueba de que no todo está dicho, o escrito, en el mundo de la naturaleza. Y si quiere, de la novela. Brillante.

“En las noches siento los aullidos. Cuando me siento amenazado, trepo a un árbol, de preferencia un arce o un roble con una copa amplia, me amarro y duermo sobre alguna rama gruesa. Trato de no atraer la atención de los depredadores, cuando apago la fogata dejo que el humo envuelva mi ropa para disimular el olor humano… Se que suena extraño, pero el temor a ser cazado, a caer presa de una bestia del bosque , me ha servido, me ayuda a conectar con algo fuera de mí, a sentirme parte de un mundo en el que mi existencia no prima sobre el entorno, pero con la certeza de que estoy en el mundo. Es la primera vez que siento tal trascendencia, no quiero olvidarme de la sensación”.