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Abajo ese ánimo

Vendieron el programa “Arriba ese ánimo” (La 1, TVE) como un espacio diseñado para levantar la moral del telespectador en estos tiempos duros y grises. Su emisión coincidió, macabra coexistencia, con la noticia de la desviación al alza del déficit público en tres comunidades autonómicas gobernadas por el PP. Nos habían vuelto a engañar. Y en esta ocasión por partida doble: el televidente, indignado por la realidad social, lejos de recibir un soplo de aire fresco tuvo ocasión de amohinarse con un espectáculo decrépito y decadente. El retorno del humor cateto, de los chistes “de mariquitas”, de unos  humoristas lúgubres y agotados, de esos gags en sepia vistos una y mil veces… El éxito de semejante bazofia, con un 20% de audiencia y 3,4 millones de telespectadores, demuestra el momento trágico que vive nuestro país: más de 8,8 millones de personas vieron algún momento tamaño despropósito.

Camuflado como un homenaje al gran Gila, “Arriba ese ánimo” fue una inyección de pesimismo y supuso una enorme regresión para la televisión pública. Quizá el reflejo perfecto del aciago momento anímico y moral que vivimos. Bajo presupuesto, mediocridad, ausencia de talento, falta de ilusión y perspectivas de futuro… Televisión de saldo, cutre, por momentos incluso sórdida, que explotó con sonrojante descaro el filón de un Miguel Gila que no merece recuerdos tan tristes, poco imaginativos y oportunistas.

El programa, presentado por Santiago Segura, tuvo mucho de patético. De recuperación de humoristas acabados. Fernando Esteso y Andres Pajares actuaron, dos boxeadores sonados, con versiones absolutamente destartaladas y pesarosas de sus viejos gags del coñac La Parra (el que lo bebe la agarra) y la magdalena. Y es que entre imágenes de archivo, burdamente enlazadas, intercalaron la presencia de cómicos tan ajados y caducos como Mari Carmen (y doña Rogelia), las Virtudes, Arévalo (sí, el de los chistes de gangosos), Mariano Mariano, Marianico el Corto, Barragán

Un despropósito, al que añadir una realización y un montaje nefastos, con cortes a machete y cambios brutales de luz y sonido. Un escenario digno del concurso de miss de provincias. Un guión desastroso, que obligaba a Segura a cogérsela con papel de fumar para no ridicualizar a individuos ya de por sí desamparados. Una gala, en resumen, que lejos de levantar los ánimos del telespectador invocaba a la parte oscura de su nostalgia y transmitía una profunda tristeza y desesperanza.

El retroceso intelectual, cultural y social que está sufriendo España, en forma de programa de televisión.

P.D.
Por cierto, el logo del programa de TVE y el de Campofrío, la marca de productos cárnicos que hace unos meses lanzo una campaña de publicidad con algunos de los cómicos que participan en “Arriba ese ánimo”, son sospechosamente parecidos. ¿Regresa la publicidad (encubierta) a la televisión pública?

 

Un motivo para NO ver la televisión

Fría venganza.

Autor: Craig Johnson.

Editorial: Siruela.

En el imaginario condado de Absaroka (Wyoming) la justicia maneja códigos muy diferentes a los de lugares como, por ejemplo, Nueva York o Los Ángeles. Quizá por eso los policías calzan Stetson, los indios viven en reservas, todo el mundo tiene armas y para resolver un crimen se puede recurrir a viejos espíritus. El escenario ideal para una novela negra con alma de western.

Se comete un crimen, que podría estar relacionado con una violación que tuvo lugar años antes. Quizá sea el comienzo de una venganza. El sheriff Walt Longmire, un lobo solitario que solo se parece a los clásicos detectives urbanos en su escepticismo vital y una inagotable capacidad para mantener conversaciones brillantes, intentará impedirlo. Le ayuda su equipo, un grupo de inadaptados que nunca parece empujar en la misma dirección. Pero su mano derecha es Henry Oso de Pie, un filósofo cheyene que regenta un bar de mala muerte y sabe todo sobre viejos rifles. Con uno de ellos, un Sharps 45-70, se cometen los crímenes.

Longmire es un personaje magnífico. En las primeras páginas de esta musculosa novela Johnson le describe minuciosamente, puesto que él y muchos de los protagonistas del libro nos acompañarán de ahora en adelante: “Fría venganza” es el primer caso del sheriff Longmire editado en España, pero afortunadamente vendrán muchos más. Sobre todo si alguna cadena española se hace con los derechos de la serie de televisión que, basada en los textos de este escritor de West Virginia, se estrena en Estados Unidos dentro de solo unos días.

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