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periodismo ficción

En estos tiempos de dudas, en los que las nuevas tecnologías y las viejas gestiones han puesto el periodismo contra las cuerdas, necesitamos como nunca visionarios. Ya saben, gurús, iluminados, líderes espirituales, o como quiera usted llamar a aquellos dispuestos a señalarnos el camino para salir del hoyo. Tipos con capacidades precognitivas como  Pedro J. Ramírez, capaces de hacernos sentir orgullosos de haber elegido esta profesión. El colega de Jiménez Losantos hace en su periódico una oferta que nadie en su sano juicio puede rechazar, y que sin duda revolucionará el mercado periodístico: “Lea hoy el periódico de mañana”.

¡Conocer los hechos con anterioridad a que sucedan! ¿Alguien da más? La oferta de Pedro J es irrechazable y dinamita el mercado, puesto que por sólo 14,99 euros al mes el lector “podrá leer en primicia el periódico de mañana antes que nadie”. ¿El periódico de mañana? ¿En primicia, antes que nadie? ¡Deme media docena de subscripciones a esa maravilla, señor Pedro J, por lo que más quiera en este mundo! Y yo que creía que los grandes diarios digitales bordaban la perfección al ofrecernos la información al minuto…

Un primer análisis del producto sugiere que este nuevo proyecto periodístico está basado en “El informe de la minoría”, un relato en el que otro genio con mayúscula intercalada entre nombre y apellido, Philip K. Dick, analiza la posibilidad de alterar el futuro si fuésemos capaces de predecirlo.

Pedro J ya había utilizado con éxito la ciencia ficción en  algunos experimentos informativos. Recuerden, sin ir más lejos, que gracias a El Mundo nos enteramos de que “la furgoneta Kangoo del 11-M tenía una tarjeta del Grupo Mondragón en el salpicadero”. Precisamente con ese tema ya clásico en su repertorio, que tantos periódicos ha  ayudado a vender, celebró anoche Unidad Editorial esta vuelta de tuerca definitiva de Pedro J a su forma de entender el periodismo. Veo7, su televisión de la señorita Pepis, emitió en prime time “La verdad periodística, la otra sentencia del 11 M”. Un debate de visionado obligatorio en facultades de periodismo y escuelas de trileros, puesto que contaba con la participación de, entre otros fantaseadores, Casimiro García-Abadillo, Fernando Múgica y el propio Pedro J.

“Los reyes magos nos han dejado lo que más podíamos anhelar: la justicia sostiene que todo lo que hemos publicado sobre el 11M es cierto”, aseguró Pedro J en un monólogo inicial de una intensidad emocional espeluznante. ¿Más incluso que las filtraciones de Wikileaks? Sin duda, puesto que inmediatamente después el director de El Mundo dijo, en una frase para la historia: “Nuestra verdad periodística es nuestra verdad periodística”. ¿Se refería a la tarjeta del Grupo Mondragón? “No decimos que ETA cometió el atentado, pero tampoco se puede desmentir categóricamente”, sostuvo Pedro J. “Yo creo que ETA está flotando en el ambiente…”, sentenció García-Abadillo.

Gran televisión, periodismo de lujo. Estoy ansioso. Por suscribirme a su periódico de mañana y poder leer noticias como estas hoy mismo.

¿En qué país vivimos?

El pasado sábado, a las 18.45, TVE1 interrumpió su programación para ofrecer un avance informativo. ETA había matado esa mañana a un guardia civilcartelpais.jpg en Francia, dejando a otro malherido. La policía francesa perseguía a los asesinos. Se trataba del primer asesinato de la banda terrorista desde el final de la tregua. El presentador de informativos despidió el avance cariacontecido. Y aparecieron, sin publicidad o pausa alguna, Concha Velasco y Manolo Escobar. Este último cantaba, con su característica voz española, la bella canción “Mírala, mírala”: “El que ha nacido en España, sabe la suerte que tiene / por eso los españoles / siempre contentos están. / En España la alegría / es algo tan usual… / es el pan de cada día / cantar, reír y bailar. / Mírala, mírala, mírala, mira mi España cuando brilla el sol, no te canses de mirarla, porque como España, no hay nada mejor”.

Es difícil imaginar un país del que sentirse tan orgulloso como España. Sus playas, sus paellas, sus embutidos, su grandiosa historia colonial, sus andaluces tan graciosos y sus catalanes tan trabajadores. Estoy por decir que, si no fuera por su televisión pública (capaz de empalmar la noticia de un atentado de ETA con la película “Pero… ¿En qué país vivimos?”), España sería el Estado perfecto. Y para darse cuenta basta con mirar la prensa. O ver un informativo…

Los sistemas de transporte funcionan regular, tirando a mal en Cataluña. El nivel de nuestra ciencia desciende y los resultados obtenidos por los estudiantes son más bajos que hace tres años. La corrupción se instala en los ayuntamientos y la contaminación en las ciudades. Cada vez se lee menos y se mata más. “Isi & Disi” y “El calzonazos” son las películas más vistas en televisión. La Asociación de la Prensa considera que Losantos vulnera el código ético. Aída ha vuelto a beber.

España es lo más grande que tenemos los españoles, es evidente. Y nuestra televisión es fiel reflejo de ese país descomunal. No lo digo porque su televisión pública emita la tarde de un sábado, y en su primera cadena, un clásico del calibre de “Pero, ¿en qué país vivimos?”. Lo digo por la libertad que emana de las cadenas privadas, capaces de compatibilizar el enriquecimiento económico con el compromiso político. Sólo en un país grande y libre como el nuestro es posible que su cadena líder de audiencia (Telecinco) emita una frase tan revolucionaria, tan compleja en su sintaxis, y con comprometida políticamente como “El rey es la gilipolla de Franco”.

“El rey es la gilipolla de Franco” fue el momento cumbre de “La Noria”. Una frase enviada en un SMS que, sin duda, estaba a la altura moral e intelectual de Telecinco, del presentador del programa (Jordi González), y de los invitados al mismo (Jorge Verstrynge, Miguel Ángel Rodríguez…). Una frase que nos da una idea del control que tienen en este tipo de programas sobre las ideas y opiniones que ofrecen a los telespectadores.