El presidente del Partido Popular Mariano Rajoy se ha vuelto loco. Solo bajo estas condiciones tan dramáticas, un trastorno o una perturbación de sus facultades mentales, puede entenderse que el político con más repelús a los micrófonos, con mayor miedo a dar la cara, ofrezca el mismo día una rueda de prensa (¡con preguntas!), en Moncloa, y una entrevista en televisión. Sucedió ayer, en plena vorágine de noticias contradictorias sobre su partido, un PP que vive sin vivir en sí y que mira con un ojo a Correa y con otro a Mas.
Justo cuando Rajoy se ajustaba la corbata en Moncloa para salir a escena, una de la tarde, supimos que el juez José Castro había exigido al PP todas las facturas de las obras en su sede central de la calle Génova 13 entre 2002 y 2010. Esto es lo que pasa por dar la cara, debió pensar el presidente al conocer las órdenes del magistrado de la audiencia de Palma de Mallorca. Decides sacar la cabeza del agujero, de la pantalla de plasma, y viene un listo y no solo te pregunta por la reforma del despacho con dinero negro, sino que te pide la factura de la legendaria pantalla de plasma. Rodeado por todos sus ministros, que le recibieron en pie, Rajoy desglosó las maravillas de su legislatura. “Nunca antes se había conseguido reducir tanto el paro”, dijo un Rajoy que olvidó decir que hay cien mil ciudadanos menos con trabajo que cuando comenzó su legislatura. Y por supuesto no reconoció un solo error: “Hemos superado la mayor crisis conocida sin permitir que nadie quedara al borde del camino”.
Mariano Rajoy pasará a la historia por sus silencios: es el presidente del Gobierno de la democracia que más veces ha rechazado comparecer en el Congreso de los Diputados. Hasta en 105 veces ha dicho “no” al órgano constitucional que representa al pueblo español. Gürtel, Bárcenas, Púnica, Correa, financiación ilegal… Todo mentira, salvo alguna cosa. Una política del avestruz que niega, “soy el político español que ha participado en más debates, es mi medio natural”. Una política que deja de ser útil cuando se acercan las elecciones: o los votantes te ven, te escuchan, o estás muerto. De ahí el doblete del 26 de octubre: tras la rueda de prensa amañada en Moncloa, ¡ni una pregunta sobre la corrupción en el PP!, directos a TVE… donde le esperaba una Ana Blanco que, como diría la caverna, ejerció de niñera de Rajoy.
Blanco fue la que presentó el homenaje, organizado por los fans de Rajoy en la televisión pública, en forma de masaje con preguntas: Un sucedáneo de “Tengo una pregunta (grabada) para usted” financiado por todos los españoles para mayor gloria y beneficio electoral del PP. Mentiras, medias verdades y obviedades camufladas entre preguntas de Blanco y de los ciudadanos (grabadas), guión al que Rajoy respondió con la comodidad del que juega en casa: “Gobernar es muy difícil… Somos una gran nación, tenemos trenes de alta velocidad… ¿Por qué hay que ser tan pesimistas? Hablemos de cosas positivas…”. ¡Menos pantomimas y más debates, señor presidente! En la fotografía, un momento de la entrevista, en directo pero por supuesto con plasma…
La nueva política de comunicación de Mariano Rajoy, esa que pretende que diga en dos meses todo lo que ha callado en cuatro años, no puede ser un éxito sin un detalle final, la guinda: el propio programa de Rajoy, un “Aló Presidente” (TVE) que nuestro hombre presentaría en chándal y en el cual estaría horas y horas hablando de nimiedades, ya tal. ¿La cumbre de la telebasura? De ninguna manera: Rajoy, que tiene un piquito de oro, reconoce que los micros y las cámaras son su “medio natural”. Nadie lo duda: “La cerámica de Talavera no es cosa menor, dicho de otra manera: es cosa mayor…”.
Un motivo para NO ver la televisión
Drive By Truckers.
Cd: It´s Great to Be Alive!
Poco que decir de esta banda, los reyes del nuevo rock sureño, y poco de su nuevo disco, un triple álbum en directo formidable grabado durante tres conciertos ofrecidos en el legendario Fillmore de San Francisco. No es el primer live de los Truckers, pero sí el que mejor define el espíritu de una banda que, tras casi 20 años en la carretera, se ha convertido en una máquina perfecta de contar buenas historias de la América profunda a ritmo de rock and roll.