Como usted seguramente sabe Dominique Strauss-Kahn, director general del FMI, ha sido arrestado por agentes de la Autoridad Portuaria de Nueva York cuando se encontraba en el compartimento de primera clase de un avión de Air France a punto de despegar hacia París. La policía acusa al alto directivo de tres delitos: retención ilegal, abuso sexual e intento de violación. Hasta aquí todo correcto, dentro de la gravedad de la acusación.

El Fondo Monetario Internacional es un invento de la ONU que busca, tal y como dice en su página web, “fomentar la cooperación monetaria internacional, afianzar la estabilidad financiera, facilitar el comercio internacional, promover un empleo elevado y un crecimiento económico sostenible y reducir la pobreza en el mundo entero”. Sí, han leído bien: reducir la pobreza en el mundo entero. Ni más ni menos. Strauss-Kahn es el político francés responsable de tan importante tarea: reducir la pobreza en el mundo entero. Strauss-Kahn es socialista, es decir, forma parte de un orden político que propone la igualdad de clases y el salto del reino de la necesidad al reino de la libertad. Reducir la pobreza en el mundo entero, para que ustedes me entiendan.

En estos momentos no podría decir si Strauss-Kahn es un acosador, un violador o la víctima de un maquiavélico complot. De lo único que estoy seguro es de que el director general del FMI se alojaba en una amplia suite del Sofitel de Nueva York, un hotel de lujo donde pagaba 3.000 dólares por noche. Y de que fue detenido cuando se encontraba en el compartimento de primera clase de un avión de Air France a punto de despegar hacia París. Según Kayak, uno de mis buscadores de billetes favoritos, un vuelo en esas fechas, y en primera clase de Air France, desde Nueva York a París, cuesta 10.887 euros.

No sé si así se puede reducir “la pobreza en el mundo entero”. Me resulta dificil de creer. Me parece incluso obsceno.

.

Un motivo para NO ver la televisión

Paul Simon

El pasado 7 de mayo, durante un concierto de Paul Simon en Toronto (presentación de “So Beautiful Or So What”, su último disco), una chica del público pidió que tocase “Duncan”, una canción del segundo disco en solitario del cantautor neoyorkino, con la que ella había aprendido a tocar la guitarra. Simon escuchó la petición y la invitó a subir al escenario. Puso en sus manos una guitarra acústica (¡una Martin!) y le dijo: “¡Adelante!”. La banda comenzó a tocar. El resto es lo más parecido a la felicidad absoluta…