El sábado se juega la gran final. Miles de madrileños viajarán a Lisboa, muchos de ellos sin entrada, sin hotel, solo por vivir el ambiente de un partido histórico, por ver ganar a su equipo en la tele de un bar y poder decir el resto de sus vidas aquello de “yo estuve allí”. Me acordaré de ellos cada vez que vea el palco, repleto de políticos corruptos, de enchufados y de mamones, de constructores y parásitos, de famosetes. Es el reino de la amigocracia. Barra libre y canapés. Corbatas y Rolex. Butacas de lujo. Todos de gorra. Aquellos que podrían pagarse el viaje y la entrada, invitados. Los que andan justos para llegar a fin de mes, en bus, sin cama, sin entrada.
Pienso en todo esto, problemas evidentemente menores en una sociedad tan vapuleada como la española, al leer el detalle del despliegue de TVE, la cadena que retransmite la final. Solicitaron a la UEFA 130 acreditaciones para ver el partido, pero solo les han concedido 96. Añádale a esta cifra los 112 profesionales que cubrirán la información, número que no está nada mal teniendo en cuenta que la señal del partido, no se lo pierda, la ofrecerá Mediapro (con Sport TV como host broadcaster), una productora privada. Serán 30 trabajadores de informativos, 3 de medios interactivos, 28 técnicos, 13 de deportes, 5 del programa España directo, 17 de RNE y 16 personas ajenas a RTVE contratadas ex profeso. Por cierto, se habían olvidado de la veterana María Escario, que debió ser incluida en la lista de los elegidos a última hora.
¿Mucha gente? Eso parece: la misma RTVE cubrió los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con 123 profesionales. Los expertos aseguran que, teniendo en cuenta el tipo de cobertura del partido que tiene que hacer TVE, les bastaría con un equipo formado por 20 personas. Viajarán más de doscientas. Demasiadas, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de una televisión pública al borde de la quiebra, con un déficit crónico anual de cien millones de euros y unas pérdidas acumuladas de 800 millones. A los directivos de una televisión pública que, con semejante ruina encima, han organizado esta excursión para más de 200 personas se les podrá ver en el palco de Lisboa. En el paraíso de la amigocracia, la servidumbre y la confabulación. Un asco de sitio.
P.D.
El nuevo periodismo pasa por la entrevista imaginaria. Eso sí, con datos contrastados y testimonios fiables.
Un motivo para NO ver la televisión
Camarón de la Isla, el dolor de un príncipe.
Autor: Francisco Peregil.
Editorial: Libros del K.O.
Camarón cada día canta mejor. No lo digo yo, lo dice Francisco Peregil, el autor de este libro, la cuidada reedición de un clásico de la literatura flamenca editado por primera vez hace ya dos décadas. Una obra fundamental para entender la obra, el carácter y los demonios de José Monje Cruz, el cantaor de San Fernando que renovó el cante y se convirtió en un fenómeno social.
Peregil cada día escribe mejor. Esto sí lo digo yo, después de leer la breve nota del autor a esta oportuna edición: “En aquel momento pretendía saber qué había detrás de tanta agua clara que baja del monte, detrás de tanta gitanita canastera, de tanto primito mío de los que hablan las letras”. Pero antes tampoco escribía mal: no parecen haber pasado veinte años por “Camarón de la Isla, el dolor de un príncipe”. Sigue siendo una biografía vital y entusiasta, documentada y bien estructurada, que se lee como si hubiese sido escrita el pasado fin de semana. Imprescindible no solo para disfrutar de la leyenda, sino para conocer los entresijos de una época y de un género músical, de los artistas y palmeros que rodearon al cantaor, de las miserias del éxito y la enfermedad. Duende y pellizco a raudales.
Esta nueva edición incluye un epílogo inédito de Silvia Cruz Lapeña: “Ecos, rastros y estrellas de Camarón”.