Corrupción ética

Recuerdo la frase que marca la personalidad y el carácter político de Albert Rivera, “estoy dispuesto a no tener credibilidad por el bien de España”, y pienso que no se puede ser más miserable, más hipócrita y más indecente. La palabra no vale nada, pienso, cuando está en manos de tipos como el líder de Ciudadanos, máximo exponente de un nuevo concepto de corrupción: la corrupción ética. ¿A quién le importan hoy el bien y el mal y sus relaciones con la moral y el comportamiento? Minucias, diría el político naranja, lo importante es España…

En esas estaba yo, comparando a Rivera con una veleta con la silueta de Judas, cuando veo en el Telediario (TVE) de mediodía de ayer jueves la presentación de la nueva temporada de informativos. Eladio Jareño, director de la televisión pública, dice que “TVE ha sabido cumplir con su deber”. Inmediatamente después José Antonio Álvarez Gundín, director de los servicios informativos, asegura que abordarán la nueva campaña “con el sello distintivo de la televisión española, es decir, con rigor, con pluralidad, con independencia y con credibilidad. Osea, desde la honestidad profesional puesta al servicio de los ciudadanos, que son los verdaderos dueños de esta casa”.

Hay que ser muy cínico, corrupción ética, para decir que los informativos de TVE “han sabido cumplir con su deber”, o que su “sello distintivo” es “el rigor, la pluralidad, la independencia y la credibilidad”. Hasta los profesionales de la casa se avergüenzan de esta burla. Vean los rostros de entusiasmo de Ana Blanco y compañía durante la presentación de Jareño (centro, fila de abajo)…

P.D.

Mariano Rajoy: “No tengo un sucesor natural”.

De Guindos : “Los datos superan las expectativas del Gobierno”.

Un motivo para NO ver la televisión

Vivir

Autora: Anise Postel-Vinay.

Editorial: Errata Naturae.

Se ha escrito y se ha publicado mucho sobre el Holocausto. Seguramente usted habrá leído obras maestras sobre los campos de concentración, el exterminio judío y el espíritu de supervivencia de los prisioneros. “Vivir” no es otro más, no es un libro del montón, es un testimonio estremecedor, una auténtica demostración de literatura sencilla, directa y emocionante. La crónica de Anise Postel-Vinay, una mujer que luchaba en la Resistencia francesa hasta que fue detenida, en agosto de 1942, y deportada al campo de Ravensbrück.

Anise Postel-Vinay escribió este libro, como tantos y tantos supervivientes, para dejar testimonio del horror: “Tengo la impresión de que la gente no quería ver… Me da la sensación de que el mal alcanzó tal grado de existencia durante los años de la guerra que a aquellos que no lo vieron les resulta difícil creerlo, o incluso enfrentarse a ello… Me prometí que, si lograba regresar con vida, emplearía hasta mi último aliento en contar todo lo que había visto…”.

La pesadilla de Postel-Vinay tiene lugar a menos de cien kilómetros de Berlín, en un lugar donde fueron confinadas, que no sometidas, más de 130.000 mujeres. Este libro habla del odio al diferente, de técnicas de tortura y exterminio, de subordinación y muerte, pero sobre todo de colaboración, de esperanza y de futuro: “Habíamos comenzado a forjar Europa incluso antes de que se hablara de ella”, escribe en medio del sufrimiento más atroz.

“Los cadáveres eran transportados hasta los hornos y luego quemados. Al comienzo del campo, metían a las fallecidas en cajas y las trasladaban al horno crematorio de la pequeña ciudad vecina, pero pronto fueron tan numerosas que hicieron traer hornos móviles, grandes máquinas de hierro fundido provistas de chimenea. He ahí lo más impresionante del nazismo: ese cálculo de antihombre. Todo estaba calculado para que una vasta parte de la población, fuera la que fuera, desapareciese… más o menos rápico. Una de las grandes preocupaciones de Himmler fue precisamente esa cantidad de cadáveres: no era fácil enterrar a toda esa gente y, si se enterraba a demasiada, la tierra comenzaba a combarse y corría líquido por todas partes. Como sucedió en la URSS, dónde los alemanes tuvieron que desenterrar una papilla de cadáveres para enterrarlos más lejos”.

A diferencia de otros títulos sobre el mismo tema, cuando el lector termina “Vivir” siente la necesidad de volver a empezar: en sus páginas hay brutalidad, derrota y muerte, pero sobre todo solidaridad y esperanza. La resistencia indomable de una superviviente, de unas ideas, en un libro tan sincero como conmovedor.

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