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La hora de la verdad

Jesús Cintora fue destituido hace aproximadamente un mes por la cadena de televisión Cuatro, en la que presentaba el programa de debate político “Las mañanas de Cuatro”. Se montó un gran revuelo mediático, y se habló de censura, de mordaza, de insoportables presiones gubernamentales. “Las fauces del poder están siempre abiertas para engullir la libertad de expresión”, llegó a decir en Twiter de forma un tanto melodramática Pedro J Ramírez.

La empresa propietaria de la cadena, Mediaset, aseguró entonces que retiró a Cintora de antena nada más y nada menos que por su falta de objetividad, tal y como se podía deducir leyendo el comunicado que colgó en redes sociales: “la línea editorial de Mediaset España es coherente en toda su programación y tiene el claro objetivo de informar, que no formar, a los espectadores a través de un pluralismo con el que dar voz absolutamente a todas las opiniones políticas y con unos presentadores que traten la información de manera objetiva”.

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Acusaciones graves que no han impedido a Cintora, convertido en una víctima del poder y un adalid de la libertad de expresión, seguir trabajando para Mediaset. “No me van a callar”, dice mientras aprovecha para promocionar su primer libro, “La hora de la verdad” (Espasa), y anunciar su reconcialición con Mediaset para presentar el docushow “La caja” y otros “proyectos conjuntos”.

Cintora dice que no le van a callar, y para demostrarlo sigue trabajando en la empresa que le silenció hace apenas un mes. Es la hora de la verdad. Y debería serlo de la coherencia.

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Día del libro…

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Un motivo para NO ver la televisión

El quinto testigo.

Autor: Michael Connelly.

Editorial: RBA.

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Connelly le toma el pulso a la actualidad con una novela en la que Mickey Haller, nuestro abogado favorito, se ve sumergido en un caso de asesinato directamente relacionado con un desahucio. Es la cuarta entrega de esta serie de thriller judiciales, una de las dos caras de un Connelly que también mantiene vivo y con excelente salud al inspector Harry Bosch. Dos personajes ya clásicos, protagonistas de dos estilos policiacos diferentes unidos por el inconfundible estilo del escritor de Filadelfia, que coincide en “El quinto testigo” de manera simplemente anecdótica.

Connelly le tiene tomada la medida a la novela de intriga. Con Bosch o con Haller como protagonista, poco importa, agarra al lector por el cuello y no le suelta hasta que llega al último párrafo. Las 549 páginas de “El quinto testigo” se pueden leer de un tirón, tal es la solvencia del autor a la hora de crear personajes, de idear tramas, de montar diálogos y diseñar estrategias.

“Circulaba una teoría según la cual todo formaba parte de una conspiración urdida por los principales bancos del país a fin de socavar las leyes sobre la propiedad inmobiliaria, sabotear el sistema judicial y crear una industria de ejecuciones hipotecarias en perpetuo funcionamiento cíclico que les llevaría a sacar tajada de ambos extremos del proceso”.

Aparece asesinado de manera violenta el directivo de un banco. La principal sospechosa es Lisa Trammel, una mujer humilde que firmó una hipoteca con el anterior y está a punto de perder su casa. Acusan a Lisa, y Haller se encarga de defenderla en un juicio en el que se producen diferentes giros, algunos sorprendentes. En medio, las relaciones del abogado con sus compañeros del despacho que monta para el caso. Y con su ex, y la amistad de ésta con la fiscal. Lios personales que humanizan una historia de avaricia, de poder y de mafias que Connelly gestiona con su habitual maestría.

 

El PP, a por todas

“Van a por todas con las televisiones. Con todos los medios, pero con las teles más. Están convencidos de que sin las teles pierden seguro”. Los que van a por todas son, como seguro que usted ya sabe, los del Partido Popular. Y el que me lo cuenta es un buen amigo periodista que sigue de cerca a los populares. Solo unos minutos después de la conversación era destituido Jesús Cintora, presentador de “Las mañanas de Cuatro” (Cuatro). “Hay gente que está hasta el gorro porque usted se encarga de que estén hasta el gorro porque está diciendo que este es un país corrupto, de gente miserable”, le había advertido días antes, con un tono ciertamente mafioso, el portavoz del PP en el Congreso Rafael Hernando. “Se encarga usted todas las mañanas de incentivar esa línea, de decir que todos los políticos son corruptos, que son unos sinvergüenzas”, siguió diciendo. “Esto es su línea de comunicación y yo me alegro. Usted sabe lo que hace, usted es responsable. Usted le llama… No sé cómo le llama a lo que hace…”.

Cintora no es santo de mi devoción. No le cojo el punto. Me parece excesivamente agresivo, y bastante tendencioso. En “Las mañanas…” resultaba claramente más incisivo con la derecha que con la supuesta izquierda, para que usted me entienda. Pero no es un descerebrado, ni un extremista peligroso. Es un periodista que tiene sus opiniones y que trata de hacer su trabajo. ¿Su delito? Ser crítico con el partido en el Gobierno.

Como son un peligro, por una u otra razón, los corresponsales incómodos. Un ejemplo: Hace solo unos días se ha producido la destitución de Yolanda Álvarez como corresponsal en Jerusalén por parte de TVE. Agustín Conde Bajés, diputado nacional del PP por Toledo y portavoz adjunto del PP en el Congreso de los Diputados, ha mostrado su opinión en Twitter: “Por fin TVE cesa a su corresponsal en Jerusalén, que parecía una activista de Hamas en contra de Israel”.

Esto es lo que nos espera de aquí en adelante. Un Gobierno a la deriva y un PP contra las cuerdas que teme perder las elecciones, el poder, y se suelta la melena. Desesperados, van a por todas. Es decir, van a por los medios. A por los públicos por derecho, puesto que piensan que son de su propiedad. A por los privados mediante amenazas, o chantajes, o presiones económicas. Me temo que Jesús Cintora y Yolanda Álvarez no van a ser las últimas víctimas de esta democracia de medio pelo que nos toca vivir.

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