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Anormales

Antonio Resines dice que los críticos de televisión de El País que han comentado “Cheers”, la serie que  protagoniza, son “anormales”. Hasta aquí, todo correcto. Sin embargo, la reflexión pierde garra cuando es leída en su totalidad y analizada en profundidad. El veterano actor no lamenta que hayan puesto a parir un trabajo, el suyo, que a él pudiera parecerle digno, sino el hecho de que estén tirando piedras sobre su propio tejado: “¿no se han dado cuenta estos anormales que es la misma empresa? Coño, Plural es de Prisa, es una productora del grupo”.

El remake es una bazofia, de acuerdo, pero es nuestra bazofia, sugiere un Resines que no entiende que, tal y como funciona el mundo del periodismo corporativo, le hagan semejante putada. Entre curas no podemos pisarnos la sotana. El actor tal vez recuerde haber leído en El País reseñas magníficas de libros francamente infectos, pero editados por Alfaguara. O quizá lea en ese mismo periódico, día sí y día también, las novedades y bondades de Carrusel deportivo y otros espacios de la Cadena SER. O puede que contemple cómo habitualmente la sección de comunicación está consagrada a Canal +, y cómo desde hace unos meses (concretamente desde la fusión) tratan con cariño incluso a la programación de Telecinco. Entonces, lloriquea resines, ¿Por qué me hacen esto a mi?

Resulta entrañable Resines con este comentario, tan inofensivo y simplón que parece extraído de uno de sus guiones. Se queja de la crítica negativa, pero no de la campaña promocional del mismo periódico días antes del estreno: “Donde todos saben tu nombre”, “Vuelve Cheers pero en castizo”, “Barra libre para Cheers en español”

La interpretación que hace Resines en la adaptación de “Cheers” le aleja, seamos sinceros, de conseguir un Emmy, un Globo de Oro o incluso un TP de Oro. Pero con sus  declaraciones no debería haber tenido problemas para hacerse con “la frase estúpida del día”. Pues ni por esas. Jaime Martínez Bordiú, nieto del dictador Francisco Franco, ha soltado la siguiente memez: “Mi abuelito era un gran tío, una buena persona. Murió cuando yo tenía casi 12 años, pero recuerdo que era divino y muy familiar”. Y Cristiano Ronaldo, esta otra: “Me pitan por ser rico, guapo y un gran jugador”. En el mundo de la estupidez, la competencia es feroz…

De Cheers solo queda el nombre

Telecinco estrenó anoche la versión española de la legendaria serie norteamericana “Cheers”. ¿Qué necesidad tenía Vasile de ultrajar de manera tan inmisericorde una sitcom histórica, de ensuciar un abrevadero de leyenda? La ignorancia es atrevida. Un poco de respeto por esas viejas e inolvidables comedias que han marcado nuestras vidas. Cheers, el bar de Sam Malone en Boston, es un garito que forma parte de la historia de la amistad y el bebercio, un antro sagrado que durante los 80 nos recordaba que había otra manera de conversar y remojar el gaznate. Acostumbrados a los bares de entresijos y calamares de la Plaza Mayor de Madrid, y a las tascas de caracoles del Rastro, muchos españoles soñábamos con los cálidos pubs irlandeses y sus Guinness tibias, con los salones norteamericanos rebosando buena música y bourbon sin hielo. Nos parecían el paraíso en la tierra. Bien, pues el Cheers español quiere que volvamos a la fritangana, el clarete y las moscas.

Para los telespectadores aficionados al alpiste y la buena televisión, solo la taberna de Moe, templo de la birra Duff y segunda residencia de Homer, Lenny, Barney y Carl, puede resultar tan entrañable como el viejo Cheers. Fue la meca de la ficción etílica, y resulta que ahora llegan los de Telecinco, que no respetan nada, y hacen una versión “sin” de ambiente cañí. Un ejercicio suicida, no podía ser de otra manera, desde el primer minuto: Dani Martín, el vocalista de ese sub producto sonoro llamado El Canto del Loco, mancilla la legendaria sintonía y vomita “Es hora de vivir donde la gente se divierte” donde antes se podía escuchar un delicioso “Where Everybody Knows Your Name”.

Una vez destruida la sintonía, nada pudo impedir que derribasen el resto. ¿Recuerda cuando Norm (George Wendt) entra en Cheers y todos le saludaban alargando el nombre? ¡Noooooooorm! Pues ahora los clientes dicen “¡Blaaaaaaaaas!” cuando quien baja las escaleras del bar es… ¡Pepón Nieto! ¿Y qué me dicen de Sam Malone (Ted Danson), ex jugador de los Boston Red Sox, mujeriego incansable y dueño del garito? Pues ahora el jefe es un ex jugador del Cádiz llamado… ¡Alberto San Juan!

No basta con copiar el decorado para adaptar una sitcom clásica. Ni con invitar a Ana Belén y José Coronado como gancho para los primeros minutos. Ni siquiera es suficiente con haber comprado los derechos, las ideas, los chistes y hasta los guiones originales. En el Cheers original había sorpresa y talento a raudales, sobre todo en aquello que tenía que ver con los actores y su dirección, con los diálogos y el feeling entre personajes. Estabas viendo la serie y el cuerpo te pedía una jarra de cerveza bien fría. En la versión españolizada te dan ganas de llamar a Alcohólicos Anónimos y no volver a pisar un bar en tu vida. Una sugerencia: tiren a la basura esta mala copia y repongan la serie original. El olor a choricillos parrilleros y cerveza rancia es insoportable…

Una duda final. ¿Cómo es posible que El País haya dedicado dos páginas a ensalzar esta bazofia el pasado 17 de agosto, y media página ayer domingo? Ah, que la productora es Mediaset (17,3% grupo Prisa).

 

Un motivo para NO ver la televisión

Una sesión acústica de Iron & Wine, es decir, del cantautor de Florida Sam Beam, con cinco temas espectaculares. Emocionante country folk progresivo.