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Nacida libre

Un motivo para NO ver la televisión

Nacida libre.

Autor: Joy Adamson.

Editorial: Capitán Swing.

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Ua clásico de la literatura conservacionista. En eso se ha convertido, con el tiempo, la historia de Elsa, una leona huérfana adoptada por un guardabosques de Kenia y su mujer, la naturalista austriaca Joy Adamson. Es muy posible que haya visto la serie de televisión, un gran éxito a mediados de los años setenta. O incluso que haya leído el libro, editado en 1960. De no ser así corra a la librería, consiga la nueva edición de Capitán Swing, y considérese afortunado por poder disfrutar de las aventuras de una mujer que convive con leones y tiene el coraje y la conciencia suficientes como para devolverlos a la naturaleza.

“Durante muchos años, mi hogar ha estado en la provincia de la Frontera Septentrional de Kenia, la vasta extensión semiárida de arbustos espinosos que se extiende más de trescientos mil kilómetros cuadrados entre el monte Kenia y la frontera con Abisinia.

La civilización apenas ha tenido impacto en esta región de África: aquí no hay colonos, las tribus indígenas viven en gran medida como hacían sus antepasados y en el lugar abunda la fauna salvaje de todo tipo.

Mi esposo, George, es jefe de los guardas de caza de este inmenso territorio y nuestro hogar se ubica en el límite meridional de la provincia, cerca de Isiolo, una pequeña población formada por unos treinta blancos, todos ellos funcionarios gubernamentales encargados de administrar el territorio.

George desempeña múltiples funciones, como velar por el cumplimiento de las leyes de caza, impedir la caza en vedado y solventar los problemas con los animales peligrosos que atacan a las tribus. Por su trabajo, se ve obligado a recorrer tremendas distancias como parte de los viajes que hemos bautizado como «safaris». Siempre que puedo, lo acompaño en dichos viajes, lo cual me permite disfrutar de la oportunidad única de conocer de primera mano esta tierra virgen donde la vida es dura y la naturaleza se rige por sus propias leyes”.

“Nacida libre” se convirtió en cine familiar, convenientemente edulcorada, pero el libro tiene un pulso más firme y un mensaje más serio. Adamson escribió un best seller pionero, de contenido ecologista, que se anticipó a su época y que se sostiene en el tiempo: en los últimos 20 años la población de leones se ha reducido en un 43 % debido a la deforestación y la caza furtiva.

“Fui corriendo hacia allí con Pati en el hombro y vi la piel de un león. Antes de tener tiempo de preguntarle cómo había ido la cacería, George me señaló hacia el maletero del coche. Había allí tres cachorros de león, pequeñas bolas peludas con el pelaje moteado que se tapaban la cara para no ver lo que acontecía. De apenas unas semanas de vida, todavía tenían los ojos cubiertos por una telilla azulada. Casi no gateaban, pero aun así intentaron escabullirse a rastras. Eran tres hembras. Me las coloqué en el regazo para tranquilizarlas, mientras George, muy afligido, me narró lo ocurrido. Hacia el amanecer, a él y a otro guarda de caza, Ken, los habían conducido cerca del lugar en el que se decía que vivía el león que comía hombres. Al despuntar el alba, los atacó una leona que surgió de detrás de unas rocas. Aunque su deseo no era abatirla, estaba muy cerca y dar marcha atrás era peligroso, de manera que George le hizo una señal a Ken para que disparara y este apuntó y la hirió. La leona desapareció. Al reemprender el camino, la expedición encontró un reguero de sangre que conducía colina arriba. Con precaución, paso a paso, ascendieron por la ladera hasta llegar a una inmensa roca plana. George trepó a ella para contar con mejor perspectiva, mientras Ken la rodeaba por abajo. Entonces vio a Ken asomarse bajo la roca, detenerse, apuntar con el rifle y descargar ambos cañones. Se oyó un rugido; la leona apareció y fue directa hacia Ken. George no podía disparar porque tenía a Ken en la línea de tiro, pero, por suerte, había un cazador deportivo en una posición más favorable que disparó su rifle, el animal viró de manera brusca y entonces George la remató. Era una leona grande en la flor de la vida, con las ubres llenas de leche. Fue al constatar tal hecho cuando George entendió por qué estaba tan furiosa y por qué se les había enfrentado con tal coraje. Y entonces se culpó por no haber sabido interpretar que su comportamiento era un indicio de que estaba defendiendo a sus cachorros”.

Adamson fue una visionaria. Y supo plasmar sus inquietudes y compromisos en un texto conmovedor que, increíblemente, soporta de manera estoica el paso de los años. Seis décadas después, “Nacida libre” sigue siendo una obra fundamental para cualquier amante de la naturaleza y la vida salvaje que no debe faltar en ninguna biblioteca conservacionista.

Animales invisibles

Un motivo para NO ver la televisión

Animales invisibles.

Autor: Gabi Martínez.

Editorial: Capitán Swing /Nordica Libros.

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Gabi Martínez es el escritor de viajes más original y sorprendente de los últimos tiempos. También el más brillante. “Paisajes”, su trabajo junto al dibujante Tyto Alba incluido en una antología del periodismo ilustrado publicada por Altaïr, es una de esas obras redondas que iluminan el camino al resto de escritores viajeros. Un concepto innovador sobre el paisaje y la luz, sobre el color y la tierra. Fusión perfecta de crónica y cómic, esta historia sobre Australia que nadie debe perderse sirve de avance al libro que hoy nos ocupa, puesto que Martínez ya nos habló entonces de un animal misterioso: el mala.

“El animal tenía una forma casi humana, rompiendo la tendencia de la mayoría de representaciones aborígenes. Fue emocionante comprobar ese vínculo tan gráfico entre humanos y animales”.

Martínez y Alba imaginan al aborigen y al animal juntos, sobre la tierra roja, compartiendo un mundo salvaje y libre. De esto trata “Animales invisibles”. De seres ocultos o extinguidos, de paisajes que se pierden, del respeto perdido por las minorías, de la importancia de los pequeños, los arrinconados, los que luchan por sobrevivir. Sobrevivir incluso en la memoria.

“Picozapatos, yetis, alces, moas… He viajado junto a Tyto por todo el mundo en busca de animales misteriosos que quizá podrían ayudarnos a entender el alma humana”, afirma un Martínez que considera el viaje como una experiencia total. El hombre, el territorio, la fauna, el paisaje… “Animales invisibles” es un proyecto ambicioso, y muy original, que nos devuelve a los tiempos en los que cada viaje era un sueño. El autor recorre el planeta siguiendo las huellas de animales imposibles, seres ya desaparecidos, ocultos hasta parecer invisibles o simplemente legendarios. El tigre coreano, el danta, el picozapato… “En este libro, ningún animal aparece como objetivo, como destino. Su papel es siempre el de motor y su runrún me ha llevado a descubrir realidades insólitas, a vivencias que considero lecciones”.

Estamos ante un libro de aventuras. El mejor libro de viajes posible. Un recorrido diferente por lugares singulares del planeta, un estudio apasionante de geografías remotas, sociedades olvidadas y animales extraviados. Páginas y páginas de lectura luminosa y vital. La literatura al servicio de la exploración.

Ser animal

Un motivo para NO ver la televisión

Ser Animal.

Autor: Charles Foster.

Editorial: Capitán Swing.

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Charles Foster es un escritor, abogado y naturalista británico que quería hacer un libro diferente sobre la fauna salvaje. Un libro entretenido que no cometiera los dos pecados habituales en la literatura de naturaleza: el antropocentrismo (“describir el mundo natural como lo perciben los humanos”) y el antropomorfismo (“asumir que los animales son como humanos”). Para conseguirlo vive en un agujero y come lombrices, como haría un tejón. O husmea en los cubos de la basura del barrio buscando algo de comer, como hacen los zorros. El resultado no es tan extravagante como sugiere el planteamiento, y sí mucho más divertido. Foster es una bestia explorando el mundo animal.

“Me tumbé bocabajo porque es lo que los zorros hacen normalmente. Había una pared a medio metro de mí. La humedad había escalado los primeros treinta centímetros… Había gusanos en mi balsa; gusanos gordos y borrachos con anillos gruesos como las alianzas de los que enfatizan la felicidad. Un zorros los habría absorbido como si fueran fideos: cada uno aporta dos calorías y media –un zorro adulto requiere seiscientas calorías al día- . Aunque la mayoría de los zorros come algunas lombrices de tierra, parece ser que algunos son especialistas, a juzgar por las manchas y las quetas de gusanos en sus excrementos. Es una manera segura y perezosa de ganarse la vida. Como ser notario”.

Foster sabe de qué habla: ha profundizado en las especies en que, digamos, se transforma. Tejones, nutrias, lobos, zorros… Y aprovecha toda esa información para contar de manera amena y didáctica una enorme cantidad de detalles interesantes, insospechados y en ocasiones tronchantes de la naturaleza. La perspectiva es sorprendente, la mirada animal por encima de la humana. Pero no lo es menos la facilidad del autor para dar con el tono adecuado en cada momento, en cada frase. Humano o tejón, Foster sabe contar las cosas. Y domina el tono irónico, el humor inteligente, algo que agradecerá el lector menos naturalista.

“Los ciervos están diseñados para ser cazados por los lobos. Es bastante fácil ser un lobo. Así lo hice yo:

Para empezar, nací en una sociedad que balaba maldiciente: “Adquirir: bien; renunciar: Maaaal”. Luego fui a una escuela lo bastante desvergonzada como para tener una asignatura obligatoria de economía liberal llamada Riqueza Comunitaria, y dond, las tardes de los martes, apuntábamos por la mira de rifles Lee-Enfield de la Segunda Guerra Mundial a comunistas que nos atacaban y conseguíamos insignias magníficas por acertarles entre los ojos…

Así equipados, salimos a grandes zancadas al mundo. En mi caso, más bien me escabullí, lobo ya por constitución, pero no por convicción”.

“Ser animal” es un libro asilvestrado y delicioso, que sorprenderá y enganchará no solo a aquellos lectores interesados en la fauna y sus secretos. El autor dosifica información y agudeza de manera muy astuta, sabe contar las cosas y es capaz de hacerlo de manera original. Toda una lección de conducta y comportamiento animal. Y una demostración contundente de que aún se pueden hacer cosas nuevas en el mundo del reportaje, del análisis y de la etología. Tan interesante como montaraz.

En los senderos

Un motivo para NO ver la televisión

En los senderos

Autor: Robert Moor.

Editorial: Capitán Swing.

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Cansados de la tensa vida urbana, de los agobios y el asfalto, de la dependencia del coche y las nuevas tecnologías, mucha gente está mirando al campo. Algunos pretenden cambiar el piso o el adosado por la cabaña, el estrés por la sencillez. Otros solo quieren pisar tierra. Este libro está dedicado a estos últimos. Aquellos que son felices con solo sentir la hierba bajo las botas. Que se conforman con respirar libertad, ver nubes y escuchar pájaros.

“La información reside en los caminos, pero está codificada en un lenguaje que debe aprenderse concienzudamente”.

Robert Moor, prestigioso periodista norteamericano, ha escrito un libro que nos ayuda a entender esa lengua, un ensayo emotivo sobre los caminos que nos llevan. Caminos que cruzan el planeta, trazados por humanos y por animales, bajo la forma de sencillos senderos o de enrevesadas autopistas. Caminos que han crecido con la civilización, que sorprenden por su utilidad y su belleza, que forman parte indiscutible de la humanidad. La vida es un sendero, y de eso precisamente habla Moor en esta obra fundamental para caminantes, naturalistas y amantes de la vida en movimiento.

“Ciertos caminos son tan elegantes que parece que simplemente hubieran estado durmientes bajo la superficie de la tierra. Lejos de ser una creación nuestra, parece como si se revelaran a través de nosotros. Cuando los humanos, los bisontes, los ciervos y otros animales de los bosques van en busca del paso menos escarpado de una cadena montañosa, todos ellos tienden a optar por la misma ruta. Entonces, ¿quién inventó el camino? ¿Los humanos? ¿Los bisontes? ¿Los ciervos? Parece que la respuesta es que nadie puede atribuirse todo el mérito, puesto que todo camino esencial –en cuanto vía de menor resistencia, o de “mínimo esfuerzo”- viene predeterminado por la forma de la topografía y las necesidades de quienes lo recorren. Del mismo modo que en ocasiones los biólogos afirman que “la función precede a la estructura”, en cierto sentido puede decirse que el camino precede a su constructor, que simplemente está ahí aguardando a que aparezca alguien y lo desbroce”.

“En los senderos” se subtitula acertadamente “Reflexiones de un caminante”. Y es que Moor no habla de oídas: ha seguido caminos de pastores, de cazadores, de escaladores… y por supuesto el legendario Sendero de los Apalaches, el sueño de todo caminante (junto a algunos trekkings en Himalaya). “La vida interior de un senderista cuando lleva tanto camino recorrido es una mezcla menguante de sed de aventuras, hambre creciente, moderada impaciencia y una tranquila capacidad de concentrarse en un solo tema”, escribe un autor capaz de mezclar con criterio y acierto descripciones de paisajes con análisis históricos y sensaciones personales. El resultado es un libro maravilloso que se lee como se recorre un sendero llano de montaña. Con los ojos bien abiertos, los pulmones llenos de aire puro y la sonrisa en los labios. Imprescindible.