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Televisión bizarra

Mi hija es una persona normal. Tiene doce años, saca buenas notas en el colegio (muy por encima del 6,5), tiene muchos amigos, no tiene grandes vicios (redes sociales aparte), es del Atlético de Madrid… Lo dicho, una persona absolutamente normal. Salvo por una cosa: cuando nos sentamos a la mesa a comer le gusta  comentar algunas escenas de los programas de televisión que más le han llamado la atención últimamente. Programas que ve en los momentos de descuido, o cuando zapeamos buscando alguna película de Lars von Trier o un documental sobre la fusión celular. Por ejemplo, esa chica que se encarga de organizar orgías en “Me cambio de familia” (Cuatro), un programa calificado como para mayores de siete años.

A mí me resultan especialmente repugnantes los comentarios sobre “Urgencias bizarras” y “Cuerpos embarazosos”, programas ambos emitidos por la cadena Xplora, también para mayores de 7/16 años. Para que se haga usted una idea, en esos espacios aparece un tipo que tiene una infección en la lengua, inflada como una morcilla y de color amarillo. Cuando el médico se la aprieta, le sale el pus a chorros. En otro programa presentan a un señor que se rascaba tanto el culo que lo tiene rojo, como un mono, y por tanto le tienen que operar. Un médico, no un veterinario.

Con estas anécdotas, la niña nos da la comida. Estamos metiéndonos entre pecho y espalda unos callos con garbanzos, remojados con una botella de vino de Toro, por ponerle un ejemplo, y los detalles de la lengua purulenta o del culo incendiado casi nos quitan el apetito. Es la grandeza de la TDT, de una multiplicación de canales que prometió diversidad y servicios interactivos, pero solo ha traído entretenimiento de baja calidad. Relleno. Sobreabundancia de canales, de televisión chusca, chabacana, innecesaria. Cultura bizarra.

 

Un motivo para NO ver la televisión

Lo que fue

Autor: George Pelecanos.

Editorial: El Aleph.

Lo nuevo de Pelecanos se parece a lo mejor de Pelecanos. Es decir, a la novela negra clásica con pequeños toques personales. Como por ejemplo esas descripciones detalladas de la ropa de los protagonistas del libro, descritos desde la cabeza a los pies con detalle: “Llevaba un traje de color verde bosque con bordados blancos en las solapas, camisa blanca con texturas, zapatos blancos y cinturón blanco. El atuendo iba deliberadamente a juego con su coche”. O precisamente esas semblanzas de los automóviles: “Era un Plymouth Fury, la variante GT Sport, un coche de dos puertas con motor V-8 440, faros ocultos y carburador de cuatro gargantas. Era rojo con el interior blanco, y la matrícula decía “Coco”. El interior blanco decía que lo conducía una mujer”. O esa música negra que parece poner ritmo a cada página, a cada párrafo: “En el equipo de música sonaba Walk from Regio´s, un tema instrumental de Las noches rojas de Harlem, y ahora Jefferson movía la cabeza al compás del bajo, el teclado y el acompañamiento de vientos de madera”.

Pelecanos utiliza la música, los coches y la ropa para ambientar la novela, que se desarrolla en el Washington de comienzos de los 70. Y también para hipnotizar al lector, para aumentar la tensión de la narración. La historia tiene como protagonista a un viejo conocido, el ex policía Derek Strange, convertido en detective privado de medio pelo. Y a su antiguo compañero Vaughn, veterano policía aún en activo. Strange persigue un anillo, es el caso que le han encargado. Vaughn anda detrás de la persona que parece haberlo robado, un criminal enloquecido y sin escrúpulos llamado Red Fury.

Guionista de The Wire y Treme, Pelecanos sabe cómo contar este tipo de historias. Por eso es más importante como lo cuenta que qué es lo que cuenta. Una buena novela negra americana.

Televisión versus curiosidad

Hubo una vez, hace muchos, muchos años, una época en que la  televisión española dedicó tiempo, esfuerzo y dinero a la grabación de documentales. Félix Rodríguez de la Fuente y “El hombre y la tierra” consiguieron un gran éxito de público, e hicieron más por la conservación de la naturaleza que el ICONA y el Ministerio de Medio Ambiente juntos. Y Sebastián Álvaro dirigió “Al filo de lo imposible”, una original y sorprendente serie con la que exploramos los lugares más remotos del planeta y ascendimos las más altas cimas. Eran los buenos tiempos. Hoy toda esa belleza y ese talento, esa inversión en entretenimiento de calidad, solo es un bonito recuerdo. Los aficionados al género tenemos que pagar (National Geographic en Canal +) o bien conformarnos con subproductos como Xplora, el canal “para gente curiosa” que estrenó ayer La Sexta.

La Sexta 2 es un ejemplo perfecto de la sinrazón de la TDT, puesto que desde que arrancó en noviembre de 2010 no hace sino dar palos de ciego. Primero se dedicó a los docushows, después pasó a emitir telenovelas, más tarde lo intentó con una fórmula mixta, y ahora prueba con el género documental. ¿Producción propia? Ni un segundo. Una churrería de documentales más o menos viejunos salpicados con casposa teletienda. Lobos marinos y sujetadores Aire Bra, conductores de camiones suicidada y audífonos espía Silver Sonic XL…

Ayer, el día del estreno, emitieron a mediodía  “Animales extraordinarios”, una serie que pudimos ver en Canal + en verano de 2007, y que posteriormente emitieron las cadenas autonómicas. El chimpancé “extraordinario” protagonista se fundió con “Kea ¿The smartest Parrot?”, un documental sobre estas curiosas aves psitaciformes de Nueva Zelanda estrenado en 2004. Y cuando digo que se fundieron es que se fundieron, sin respetar los créditos finales. La parte buena es que no te enteras de que fueron grabados hace casi una década. La mala, que pierdes información fundamental sobre la pieza emitida: quién lo grabó, dónde, cuándo, qué centros colaboraron… Algo intolerable para la gente supuestamente curiosa.

La sensación tras un día de Xplora es triste: la sobremesa de La 2, esa fábrica de siestas, alargada 24 horas. Poco cine documental, ningún estreno de calidad y mucho docu-reality macarra, con leñadores asilvestrados, urgencias bizarras, cazadores de los pantanos y constructores de megaedificios.

Los canales de TDT no han funcionado como es debido. Una de las formas más sencillas y económicas de mantenerlos en marcha y no tener que cerrarlos (¿devolverlos al Estado?) es rellenarlos, tras el fracaso de docushows y  telenovelas, con documentales de saldo enlazados en ristra, como chorizos.

Me temo que la televisión no es para “gente curiosa”, esa para la que supuestamente va dirigido este canal. La televisión actual adocena, acaba con nuestra iniciativa, nos estanca, nos adormece y nos hace vulgares y conformistas. La televisión es para pusilánimes y dóciles. ¿Usted realmente tiene curiosidad? Salga a la calle, al campo, a los museos, a los conciertos, a las bibliotecas, a los bares, a la red… Explore.

Un motivo para NO ver la televisión

El mal del cerebro

Un ejemplo de producción propia, de documental de calidad, de televisión sin necesidad de televisión. “Un año de trabajo, más de 50 horas de entrevistas y un recorrido por los mejores laboratorios de nuestro país para conocer los secretos del cerebro” y elaborar este trabajo para La información.com.  Un documental sobre “los desafíos de la mente del siglo XXI”. Imprecindible.