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La mentira por delante

Un motivo para NO ver la televisión.

La mentira por delante.

Autor: Lorenzo Montatore.

Editorial: Astiberri.

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La figura de Francisco Umbral nunca resulta suficientemente valorada. En demasiadas ocasiones el personaje supera al escritor, y sus apariciones televisivas y sus excesos verbales quedan por encima de sus textos. Grave error. Umbral era puro talento, genialidad desbordada, la perfección escrita. Lástima de los años finales, la decadencia y el ridículo.

“La mentira por delante” es un cómic divertido, respetuoso y completo. Es decir, una biografía de Umbral única, realizada con rigor y cariño, y por supuesto con el toque naif de un dibujante capaz de simplificar las imágenes, austeridad en perfiles y colores, generosidad en blancos, consiguiendo que el lector no pueda dejar de pasar páginas.

A Umbral le gustaría su imagen en cómic, y daría el visto bueno a este perfil jugoso y colorista con un título acertado y momentos realmente deliciosos. Puede parecer ligero y hasta frívolo, pero es sencillamente formidable. La verdad por delante.

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Un bloguero fachí

Es muy posible que usted piense que cualquier imbécil puede tener un blog. Quizá le suceda a menudo cuando lee “El descodificador”. Le entiendo: a mí a veces me pasa lo mismo. Pero no es bueno mirarse el ombligo. Mejor hablemos de algunos colegas. Por ejemplo de la cubana Yoani Sánchez, responsable del exitoso Generación Y. El suyo es un tema muy serio, puesto que sobrevive en la isla denunciando la censura y la intolerancia de su gobierno. Un trabajo duro que le ha traído más de un disgusto, el último hace sólo unas horas: ha sido agredida por la policía de su país.

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El blog se ha convertido en un excelente medio de comunicación. Es rápido, es ágil, es difícil de censurar… Es libre. Además, si tienes un blog eres cool. Estás a la última. Tanto que incluso los miembros de la derecha más primitiva, conservadora y reaccionaria creen que tener un blog les hace parecer más modernos, menos carcas. Lo que no saben es que, como decía Benjamín Prado en su columna de El País, el blog desnuda a su autor: “¿En qué se parece un blog a una botella de vino? Fácil: en que los dos le quitan la máscara al que los usa”.

Juan José Güemes, Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, es un bloguero que provoca  sentimientos encontrados. El político de la sensual melena es un sicario al servicio de Esperanza Aguirre, un instrumento utilizado por la lideresa para apuntillar a la sanidad pública madrileña. Lo sé. Pero por otro lado es un colega, ¿no es cierto? Tiene un  blog, y no un blog cualquiera, porque en un alarde de imaginación facciosa ha engrandecido el género incluyendo lo que denomina “diccionario progresí”. Una especie de glosario totalitarista “en referencia a la `neolengua´ que el Partido Socialista Obrero Español trata de imponer en el Reino de España para impedir que las personas puedan expresar críticas, opiniones y llamar a las cosas por su nombre”.

Según el diccionario de Güemes, “gay” es un “homosexual con estudios que, haciendo uso de sus conocimientos, consigue prebendas políticas y subvenciones del erario público”. Y “ciudadasnos” son aquellas “personas que se conforman con que los socialistas se perpetúen en el poder aunque hagan las mayores barbaridades”. Y “pijo-progres” son “gente rica disfrazada de palestinos pobres”.

¿Les parece Güemes, tras leer su blog, un poco más miserable que antes? No es mi intención que así sea. Todo lo contrario. Entre colegas, me gustaría reivindicar al Güemes intelectual que se esconde tras el Güemes mamporrero. Al Güemes humorista, que se pasea por los hospitales entre los abucheos del personal, cuando podía estar recibiendo aplausos en el escenario del Club de la Comedia o el Café de Chinitas. Es más, me gustaría  avanzarles que algún día el diccionario fachí con que ilustra su blog reposará en las estanterías junto a clásicos como el diccionario de Coll o el “Diccionario Cheli” de Umbral.

Por cierto ¿Saben cómo definiría Coll a Güemes? Tal vez como “vulgarcito”, es decir, “personaje de cuento infantil, sin la menor importancia ni detalle digno de ser destacado”. O quizá como “pistolerdo”, o sea, “individuo del hampa poco hábil en el manejo de las armas”. Umbral es posible que considerase a Güemes un intruso, en el mundo de los diccionarios y en de los blogs. Y es que en cualquiera de sus formatos, “el periodismo mantiene a los ciudadanos avisados, a las putas advertidas y al Gobierno inquieto”.

 

El dato

De las 47.677 especies de animales evaluadas por IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), 17.291 están en peligro de extinción. El 21% de los mamíferos conocidos, el 30% de los anfibios, el 12% de las aves, el 28% de los reptiles, el 37% de los peces, el 75% de las plantas, el 35% de los invertebrados…

 

Un motivo para No ver la televisión.

Los Paperboys.

Cd: Callithump.

Paperboys

Un descubrimiento. Suenan a Johnny Clegg y a country rock, a reggae y a mariachi, a soul, a ska y a bluegrass. A música celta y a fiesta de pueblo. Y suenan de maravilla. Los Paperboys son una banda que presume de multi-cultural, multi-étnica, multi-instrumental, multi-generacional y multi-lingüística. Una banda callejera, y sin complejos, de origen mexicano canadiense. Tienen tres discos en la calle, el último este “Callithump”, un trabajo absolutamente abierto a toda clase de ritmos y melodías. Un disco que, unido a vídeos como éste, nos advierten que en directo deben ser absolutamente impresionantes.

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Mortal y Ana Rosa (En la columna de Umbral)

En la versión post mortem de la columna de Umbral, puerta de atrás del periódico El Mundo, si los autores invitados no incluyen en negrita los nombres de González-Ruano, Ortega, Heidegger, Menéndez Pelayo o Maiakovski es que no tienen ni preparación, ni cultura, ni puta idea de escribir. Por eso un pobre bloguero como yo se anima, desde la frivolidad del ciberespacio, a elevar ese listón intelectual hasta niveles estratosféricos. Reservo toda la negrita para un solo nombre: Ana Rosa Quintana.

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Ana Rosa en negrita, qué ironía. Muchos de ustedes pensarán que quien realmente merecería figurar en letra oscura es el negrito de Ana Rosa. Un chiste fácil, sin connotaciones racistas, que nos recuerda que un escritor sin rostro pero con apellido le escribió a la presentadora al menos uno de sus insustanciales libros.

Pese a escribir personalmente sus libros, o seguramente por eso, Umbral jamás fue un hombre mediático. Es más, era el prototipo de personaje anti televisivo. No es que la cámara no le amase, es que no quería verle ni en pintura: mirada difuminada en el fondo de unas gafas de culo de vaso, patillas de hombre-lobo, media melena canosa, bufanda… La cámara se enamora de otro tipo de varón, más viril, con más carisma, con menos conversación, menos letrado. Ya saben, surtidores de testosterona de la talla de Coronado, Bertín Osborne o Jiménez Losantos. Pero el pobre Umbral… Su relación con la televisión fue lamentable: el día en que murió, en el informativo de Telecinco subtitularon la noticia con un miserable “Maestro polémico”. En el resto de cadenas se abalanzaron sobre los archivos en busca de la famosa entrevista en la que el escritor, malhumorado y algo trompa, se encaraba con Mercedes Milá y le decía que estaba allí para promocionar su libro. Ése era Umbral para la televisión: un señor con aspecto huraño y dos copas de más que se encaraba con la presentadora.

La presentadora de televisión, ese moderno icoño (a Umbral le hubiese gustado este juego de letras), tiene una indiscutible reina gótica (de lo siniestro): Ana Rosa. Ella sí que es televisiva, la puñetera, puesto que domina como nadie el arte de atraer audiencias, rellenando con botox mediático no sólo sus irregularidades físicas, sino las escaletas de sus programas. Le gusta abrir boca, por ejemplo, con un buen asesinato: “Horacio la dio un beso. Después la roció con un líquido inflamable. Acto seguido la prendió fuego”. O con algo de sexo enfermo y sádico: “Su hija tenía diez años cuando fue violada y se quedó embarazada”.

Mortal y Ana Rosa.

“En el remolino del horror, cuando sólo eres piedra de dolor y miedo, mineral de espanto, nace, como una flor en la roca, la imaginación, la metáfora metaforizando sobre la enfermedad, la visión distanciada de uno mismo… ¿El espanto puede dar lirios?” escribió Umbral en tal vez su mejor libro (“Mortal y Rosa”). En estos días se debate, por enésima vez, dónde está el límite de la televisión: un hombre ha matado a su novia después de que ella le rechazara en un programa. Fernández de la Vega, Vicepresidenta del Gobierno, se reunirá mañana con responsables de UTECA (Unión de Televisiones Comerciales Privadas) para estudiar medidas contra la violencia doméstica. Una pérdida de tiempo, me temo. Recuerden que ya existe un Código de Autorregulación y un Horario de Protección Infantil. Serán más papeles mojados.

Son muchos los programas que caminan arrastrando los pies por la mierda. Saben que la violencia de género no puede ser utilizada como espectáculo. Que ni siquiera debería ser valorada como un contenido informativo más. Pero no les importa. Tienen una meta: la audiencia, el dinero. El “Tomate” (Telecinco) es un clásico, y el “Diario de Patricia” (Antena 3) está de moda por siniestras circunstancias, pero…

En “El programa de Ana Rosa” se concentra toda la peor televisión que se hace en España. Si el marciano que utilizamos habitualmente como ejemplo de ignorancia terrenal llegara por enésima vez a nuestro planeta, y quisiéramos enseñarle lo que es la teleporquería, sólo tendríamos que darle una copia de ese programa. El alienígena podría contemplar, en pocos más de tres horas de demoledora intensidad, un amplio surtido con lo peor de nuestra civilización: asesinatos y violencia doméstica, seres deteriorados (la ex de Jesulín, un conde italiano, la cuñada de Rocío Jurado), reporteros del corazón, un forense, desechos humanos en forma de concursantes de “Gran Hermano”, periodistas manipuladores…

La muerte, morbosa pasión que nos posee, y el chismorreo, lo rosa, es todo lo que necesitan nuestras televisiones para hacer un programa de éxito. Eso y, por supuesto, una presentadora capacitada para realizar el maridaje con solvencia. Mezclando lo mortal y lo Ana Rosa se obtiene la gasolina que prende la llama del éxito, el combustible que ilumina las mañanas desaboridas, el carburante que incendia programaciones ganadoras.